35. Es muy fácil ser la piedra

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Vanessa

—Tenemos que adoptar un perro o un gato, Jass —digo, mientras llevo un cheeto picoso a mi boca.

—Uhmmm, ¿se puede saber para qué quieres una mascota?

Mis ojos ven con horror a Jassiel. La cuchara de helado que iba a comerse queda suspendida en el aire. Alza una ceja.

—¡Para que seamos tres!

—Yo soy feliz estando solo contigo, nena —confiesa, y come su helado de fresa, restándole importancia a lo que digo. Ruedo los ojos.

—Pues yo también, pero quiero que tengamos una mascota. ¡Todas las familias tienen una mascota!

—Sí sabes que somos amigos, ¿verdad?

—Ahorita —suelto con voz determinante, tragándome el dolor que implica escucharlo llamarme "su amiga." Jassiel ladea su cabeza y me observa como si hubiera dicho algo malo. Se cruza de brazos.

—A ver. Explícame lo que realmente deseas decirme, nena. Temo no estarte comprendiendo.

Inflo mis mejillas y suelto un gruñido. A veces es muy tonto y me estresa. Pero así lo quiero. Lo quiero mucho. Dios, ¡lo quiero demasiado! ¿Cuándo va a notarlo?

—Tú y yo seremos una familia cuando decidas alejar el miedo que tienes por mi edad.

—No es miedo, sino que es... —su entrecejo se frunce—. Es delito y lo sabes.

—Exageras.

—No, nena. No exagero —suelta una risa amarga—. ¿Te parece correcto tener diecisiete y estar con uno que te gana con diez años?

—Pues sí. Mi hermano también es mayor y vivimos bajo el mismo techo. No veo por qué tú le tomas tanta maldita importancia, Jassiel

—Es distinto —resopla entre dientes y luego aprieta sus labios en una firme línea que no me gusta pues lo hace ver enojado, y tal vez lo está—. Él es sangre de tu sangre, es normal que los hermanos vivan con sus otros hermanos independientemente de su edad.

—También es normal que las de mi edad tengan amigos de tu edad —respondo con cierto enojo, recalcando la palabra «edad» porque me tiene cansada que siempre saque la misma cantaleta. Parece disco rayado.

Realmente no entiendo cual es su maldito problema conmigo siendo menor que él.

—Investiga un poco en internet y luego verás de lo que hablo. —El tono golpeado que usa me hace apretar las manos en puños. Las ganas de comer cheetos se esfuman.

—¿Y si mejor me lo dices tú?

—Ni de coña.

—¿Por qué?

Entonces Jassiel golpea la mesa con ambas manos, asustándome.

—¡Me hace sentir como un puto enfermo, Vanessa!

Van dos malas palabras en un corto periodo de tiempo y eso nada más indica lo rabioso que está. Normalmente Jassiel no es de decir palabras vulgares, pero creo que estoy provocándolo y sacándolo de sus casillas tal como él me saca de las mías.

Los ojos comienzan a arderme y un asqueroso nudo se atora en mi garganta.

—Sería más fácil que me dijeras que te tengo harto y por eso eres así conmigo.

Me levanto de la silla y salgo corriendo de la nevería porque no voy a quedarme al lado de alguien que siempre me hace sentir mal solo por ser menor de edad.

La favorita del guitarristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora