Vanessa
—Tengo algo que preguntarte, Jass —suelto de repente, dejando el bote de bloqueador solar en la mesita de vidrio que está frente a mí. Con mis manos unto la crema encima de mis piernas y brazos pues no deseo quemarme.
Mi amigo está a mi lado, recostado en una silla playera, con sus brazos tras su nuca y su torso desnudo pues decidimos tener un fin de semana rodeados de agua en las albercas que construyó un vecino.
Mamá y papá están a diez sillas de distancia platicando con mi tío Pedro y su esposa mientras Diego enseña a Alí a nadar. Así que Jassiel y yo estamos en nuestra propia burbuja. Habría querido que él me colocara el bloqueador, pero jamás lo haría incluso si se lo pido pues ha dicho que tocarme lo condenaría.
Si tan solo supiera cuánto deseo que me toque...
—Suéltalo, nena —dice y alejo aquellos bochornosos pensamientos de mi cabeza.
—Si alguna vez estoy en peligro y termino en el hospital, ¿tú vendrías a visitarme incluso cuando odias pisarlos?
Mi pregunta lo hace abrir los ojos y girar su cabeza para enfrentarme. Su entrecejo se frunce en mero desconcierto, pero es que necesito saber qué tanto me aprecia. Es una brutal necesidad que no he podido aplacar en días.
—Claro que iría, nena. Eso ni siquiera deberías preguntarlo —responde con simpleza, su entrecejo aun fruncido. El rostro se me calienta cuando sus ojos grises bajan al escote de mi bikini.
—¿En serio lo harías?
Jassiel asiente y me sonríe de esa forma tan linda que pone a mi pobre corazón a latir tanto que incluso me duele.
—Por ti cruzaría hasta el mismísimo inframundo, nena.
—¿Por qué?
—Porque te quiero más que a mi propia vida.
No respondo, en cambio, me levanto de mi tumbona para ir a él y dejarle un beso cerca de sus labios.
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—Estoy muy enojado contigo, princesa.
Mi corazón se detiene y la sangre abandona mi cuerpo al escuchar el rugido de mi hermano mayor rebotar en las paredes de mi habitación. El libro que sostenía en mi mano cae al piso y con susto retrocedo cuando Diego se dirige hacia mí, su cuerpo tenso, su mandíbula igual.
Abro la boca para preguntar de qué está hablando, pero él niega y alza su mano indicando que mantenga mis labios cerrados. Sus ojos ámbar, esos que heredó de papá, brillan en furia pura, en desilusión, en muerte. Todo él destila una descomunal y bravía rabia que deja en claro cuan dispuesto está en evocar la violencia y brutalidad existente en todo el mundo.
Pocas veces he mirado a mi hermano así de enojado, y jamás me había causado tanto miedo, pero ahorita todo en él grita agresión lo cual no me gusta en lo absoluto.
Trago saliva y no aparto la mirada de él. Es mi hermano, jamás me lastimaría, así que no tengo por qué sentirme tan agitada.
—Durante años hemos hablado sobre tenernos la confianza para contarnos cosas, ya sean felices, tristes, dolorosas o que nos causen inquietud —empieza, deteniéndose frente a mí, su altura haciéndome tirar un poco la cabeza hacia atrás—, pero lo que has estado ocultándome durante semanas deja en claro que haces de todo menos confiar en mí y eso me tiene más que decepcionado.
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La favorita del guitarrista
ChickLit*Sinopsis detallada en el interior. *Libro apto para mayores de 18 años. Cuando lo "conocí" en aquel H-E-B yo solo quería una cosa de él: su playera rosa. Estaba tan desesperada por encontrar una que poco me importó seguir al primer desconocido que...