La Constelación Dorada. [TRILOGÍA DE ÁNGELES Y DEMONIOS] I

Capítulo 40: Plan.

Chase se quedó junto a la cama donde seguía durmiendo Mikael, había pasado un jodido mes y no despertaba, eso ya era extraño.

No podía conectar con sus recuerdos, era una mente en blanco, no había nada.

-¿Que está pasando? -le preguntó Grayson.

-No lo se... -Chase fue al armario y sacó uno de sus abrigos.

-¿A dónde vas?

-A buscar una respuesta.

-Chase... -lo detuvo agarrando su brazo-. No hagas nada estúpido.

Al cruzar el portal no pudo evitar sentirse nervioso, habían pasado muchos años desde la última vez que había pisado suelo humano, llegó al lugar donde había encontrado a Mikael y llamó a Kin, este llegó enseguida.

-Dígame, señor.

-Tráeme a ese ángel -dijo y señaló el suelo. Kin inhaló profundamente-, ahora.

-Está cerca...

...

Kanji anotaba en su libreta el nombre y el rango del ángel que a acababa de conseguir cuando alguien agarró sus brazos y lo llevó con el rey.

-¡¿Que quieres?! ¡Yo no hice nada! -al estar frente a él Kanji se puso nervioso.

-Tu eres el ángel que encontró a mi hermano... ¿Que le hiciste?

-Solo le di de mi sangre, no hice nada más... -Chase tocó su cabeza y miró todos sus recuerdos-. ¿Q-que sucedió? ¡Si hay algo en lo que pueda ayudar, lo haré! No quiero morir...

-Cállate. -Kanji se quedó en silencio, miró hacia todos lados y no había nadie, intento liberarse pero Kin puso más fuerza en su agarre, mierda, durante un rato nadie dijo nada aunque después de pensarlo suspiró-. No despierta.

-Escuché que experimentaron con él, quizás le hayan hecho algún hechizo.

-¿Hechizo?

-Si, existe un hechizo de sueño profundo. Lo he practicado varias veces. Puedes hacerle una contradicción.

-¿Cómo hago eso?

-Es un hechizo sencillo. Lo ví en un libro en la biblioteca, puedo buscarlo.

-Tráelo. Si no haces trucos puedo ofrecerte una recompensa.

-Lo haré...

[...]

-Debemos cooperar, yo te doy sangre y tú hablas.

-Vale.

Cuando Franny le dió su brazo Mikanel sonrió al morder la suave piel de ese ángel, nunca supo porque le había dado su brazo, era algo estúpido confiarse en un demonio que estaba torturando, y era esa misma confianza la que lo estaba condenando.