La Constelación Dorada. [TRILOGÍA DE ÁNGELES Y DEMONIOS] I

Capítulo 51: Miseria.

Kin tomó el brazo de Luny cuando estaban subiendo las escaleras dirigiéndose hacia la oficina de Mikael.

—¿Que pasa?

—Creo que... —¿Qué mierda estaba escuchando ahora? ¿Que mierda estaba pasando en la oficina?—... no deberías ir a la oficina del príncipe.

—¿Por qué no? Me dijeron que papá estaría esperándome allí.

—Está ocupado. —movió sus ojos hacia un lado escuchando todo lo que estaba pasando en esa oficina.

—¿Que está pasando en la oficina Kin?

Kin frunció el seño.

«Señor... no tan fuerte»

«No hagas ruido»

—Él está... ocupado. Ve a tu habitación y... él irá contigo después. —la mirada que le dió Kin lo hizo soltar un resoplido.

—Vale...

...

—Tu provocaste esto Risha... —susurró, una mano estando encima de su boca y la otra aprisionando su cuello, Risha debajo de él soltado ahogados gemidos que se perdían con la siguiente embestida que Mikael daba en su interior, agarró su brazo enterrando sus uñas—. No volverás a escapar de mi, Risha. —una lágrima se deslizó por la mejilla de Risha cuando Mikael mordió su cuello, sus ojos se conectaron por unos segundos y vió ese tono rosa brillante. Mierda.

...

Chase tembló en su lugar cuando esa energía llegó a él, sus piernas temblaron y cayó al suelo.

—¡Señor! ¿Se encuentra bien? —su asesor real lo ayudo a sentarse en una silla pero Chase se deshizo de su agarre.

—Déjame idiota. —susurró, tembló cuando otro escalofrío lo recorrió—. ¡Fuera!

Cuando el cuarto se quedó vacío Chase simplemente pudo llorar, esa energía que llegaba era de Mikael, su ciclo, joder, debía hacer algo, una punzada en su estómago no lo dejó moverse.

Un jadeo escapó de sus labios cuando una presión incómoda apareció en su pantalón. ¿Que iba a hacer ahora? Tensó sus piernas. Cerró los ojos y se imaginó teniendo a alguien encima de él. Abrió los ojos espantado. ¡No! ¡Eso jamás! ¡Jamás dejaría que....!

Su mente parecía cegarse por segundos.

No parecía algo tan malo solo imaginarlo. ¡No!. Por fin dejar de negarlo. ¡Jamás!

La puerta de su oficina se abrió y alguien que no conocía lo miró. Sus ojos no lograban enfocar completamente su rostro, todo era borroso. Una energía que jamás había olido llegó a su cuerpo haciéndolo gemir. Esa persona misteriosa se le acercó y lo ayudó a levantarse solo para hacerlo sentarse encima del escritorio. Un toque en su espalda lo hizo temblar.