Aunque no podía demostrarlo, Miriam sabía que ya se había hecho de día. Durante su poco tiempo en Apeiro su cuerpo se logró acostumbrar al horario. Miró el reloj y, como imaginaba, eran las 7:58 de la mañana.
No tendría que haberse acostado tan tarde la noche anterior, pues ahora no hacía más que bostezar. Ni siquiera era capaz de levantarse de la cama, todo por haber preferido hacer maratón de El internado, aquella serie de la que tanto había hablado con sus amigas. No podría compartir el progreso con ellas, pero tenía ganas de hacerlo cuando saliese de aquel lugar. Tenía pocos conocidos, pero los apreciaba mucho y los echaba de menos.
Tampoco se arrepentía del todo, las horas se le pasaron volando entre capítulo y capítulo. Ahora debía pagar el precio y esperar hasta la noche para poder echar un buen sueño. La joven se dirigió como pudo a su pequeño cuarto de baño para mojarse la cara y así despejarse. Se miró al espejo. "Madre mía, vaya cara", murmuró con su ya usual mal humor mañanero. Nada a lo que no estuviese acostumbrada.
Un par de minutos después Miriam ya se había cambiado de uniforme y estaba totalmente aseada: solo le quedaba peinar su blanco flequillo, muy llamativo en comparación con el resto de la melena de color oscuro que colgaba tras sus hombros.
Ya estaba lista para salir a desayunar. Desafortunadamente en la cantina le esperaban sus otros siete compañeros, tan sociables y habladores. No tenía ganas de interactuar con ellos.
Como ya había hecho un buen puñado de veces, Miriam se dispuso a coger su desayuno y sentarse en la mesa más apartada y solitaria. No pasaron ni dos bocados hasta que Sergio apareció y tomó asiento con toda la confianza del mundo.
—Buenos días, Miriam.
La chica alzó la vista para percatarse de que llevaba un gorro de lana que el día anterior no le había visto. ¿En eso estaba empleando sus objetos del día? Aun así no proporcionó respuesta ninguna, ni verbal ni facial.
—Es que te veo siempre tan sola... —proseguía el joven, insistiendo en comenzar una conversación.
—Porque quiero estarlo.
—O porque eres tímida. Son muchos los casos en los que las personas se aíslan por vergüenza —dijo con un tono que juraría que iba con intención de provocarla—. Germán, el chico moreno de la mesa de detrás es igual.
—Será su caso pero no el mío, en serio.
—Igualmente quisiera conocerte. Vamos a ser compañeros y rivales, tendremos que tener claro con quién estamos aquí encerrados, ¿no?
Miriam siguió contestando con el menor número de palabras posible, pero su irritante compañero no se callaba. Hablaba y hablaba como si a alguien le interesase lo que decía. Igual sí, pero no a ella. Quería estar sola, pensar en sus cosas y desayunar en paz.
—Veo que no tienes muchas ganas de hablar.
—No me gusta relacionarme mientras desayuno, simplemente. En otro momento igual pongo más esfuerzo.
ESTÁS LEYENDO
Hijos de Dios [ERI #1]
Science Fiction🎖️ Ganador de los Premios Watty 2023 🎖️ Si te llegase una propuesta de trabajo de verano en unos importantísimos laboratorios científicos, ¿aceptarías? En ese caso, te hago una pregunta más específica. Si por cada día que pasases contribuyendo al...