Capítulo 41. Después de la tragedia

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—¿Cómo estás?

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—¿Cómo estás?

El dolorido Fer se dejó ver al abrir la puerta de su habitación, encorvado y con una mano puesta en la cadera.

—Mal —confesó sin rodeos—. Aunque Miriam se las apañó muy bien para detener la hemorragia.

El alemán dejó paso para que Víctor entrase. Ambos se sentaron al borde de la ordenada y limpia cama.

—Tiene cojones que te hayan obligado a ir a clase con el cuerpo agujereado.

—Bueno, a Blanca le falta media oreja —suspiró—. Y eso no es lo peor que sucedió ayer.

Ambos parecieron ponerse de acuerdo sin decir una sola palabra para hacer un minuto de silencio por sus compañeras, con unos rostros que reflejaban el dolor de lo que habían vivido hace prácticamente menos de un día.

—Creo que ya queda claro que nos quieren muertos —lamentó el pelinegro.

—Y que no hay forma de escapar.

—No me lo recuerdes.

Fer se tumbó en el colchón con cuidado de no hacerse daño en la herida, aún frágil.

—¿Cómo está Blanca?

Al oír aquella pregunta, Víctor agachó la cabeza.

—Fatal. No quiere hablar de lo que ocurrió. Por lo que me ha contado Miriam, pasaron juntas un buen rato antes de atacarse. Y si a eso le sumamos que Bea casi la mata a traición...

—Qué horror, joder...

—No sé si está triste por la pérdida o enfadada con ella. Quizá ambas. Me duele verla así.

—Creo que Bea no era mala después de todo, y Blanca lo sabe, pero podría haber sido mejor compañera durante estos días. Todos estamos pasando por lo mismo, todos estamos agobiados. No solo ella.

Ambos cruzaron miradas: Víctor sintió que se estaba perdiendo algo que nadie le había contado.

—¿Pasó algo entre vosotros?

Fer giró la cara y la apoyó en la almohada.

—No nos llevábamos del todo bien. Solo eso.

—Quién lo diría. En grupo no se notaba.

—Sé comportarme. Tampoco es que la odiase, teníamos una relación cordial y ya.

La pareja siguió hablando durante un buen rato, aprovechando la tarde libre que tenían por delante. No era plan de hacer algo fuera de la habitación dado el estado de Fer, pero a Víctor no le importaba mientras su compañero estuviese a salvo. Debía mejorar antes del domingo: si se encontraban con otro examen que involucrase fuerza física, estaría en clara desventaja.

Cerca de las seis, alguien pegó a la puerta de la vivienda. Tan solo era Miriam que, con material médico a cuestas, quería asegurarse de que Fer avanzaba positivamente.

Hijos de Dios [ERI #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora