La líder de sector pidió explicaciones antes de hacer cualquier movimiento. Pero no había demasiado que decir: la razón de la huida —bueno, del intento de huida— era clara.
—No aguantamos más, Delta —confesó el joven alemán con el corazón a mil y la cabeza baja, al frente del equipo.
Su superior no dio respuesta directa. Estaba más decepcionada de lo que se podría haber imaginado antes de dar comienzo al proyecto. No pensó que algo así ocurriría en Apeiro.
—¿Sois conscientes del error que habéis cometido? ¿Se puede saber cómo habéis salido? —preguntaba sin parar, justo antes de fijar su mirada en el arma de Víctor— Dios mío, ¿y de dónde coño habéis sacado la pistola?
—La he construido yo —admitió avergonzado. Ya no parecía hacerle tanta gracia haber tenido aquella gran idea.
Delta se echó las manos a la cara.
—No, si se nota que competentes sois. Ningún grupo de sujetos en la historia de Apeiro se había atrevido a tanto como vosotros.
—Pues ya me jodería quedarme sentada esperando mi muerte —rechistó Bea entre sollozos—. Delta, quiero irme de aquí.
—No podéis. No puedo permitir que os vayáis. Lo siento.
—¡Mentira! —gritó sin pensar Blanca con un rostro empapado en lágrimas— ¡No lo sientes! ¡Eres una mentirosa, no te importamos lo más mínimo!
—Eso no es verdad. Sois importantes para mí.
—Lo somos para la empresa, no para ti. ¡Por favor, deja de mentir!
—Blanca, para.
—No sin que sepas que eres un monstruo. Tú y todos los que trabajáis para esta mierda de lugar.
Tras aquellas palabras, Blanca volvió a su llanto silencioso. Miriam pudo notar un rostro extraño en Delta, pero los nervios no la dejaron analizarlo. Aunque llevase en silencio la mayor parte del escape, ella estaba igual de aterrada del resto. Si la cosa seguía así, ella sería la siguiente en dejar aquel mundo. 26 puntos no daban para mucho más.
Un pitido interrumpió la situación en la que se encontraban, uno similar al que indicaba a los sujetos que su puntuación había bajado. Más de uno —Miriam incluida— miraron como acto reflejo su muñeca, pero el sonido realmente no venía de ellos, sino de Delta. Con tranquilidad, esta alzó su muñeca y centró su mirada en su brazalete. Si su expresión ya era un cuadro, empeoró al volver a poner el brazo en su sitio.
Miriam notó que Delta observaba a Irene en silencio. Y ella también pareció darse cuenta, porque negó con la cabeza y se secó las lágrimas para poder hablar.
—¿Qué pasa...?
La científica exhaló con intranquilidad y giró su cabeza a sus dos acompañantes.
ESTÁS LEYENDO
Hijos de Dios [ERI #1]
Science Fiction🎖️ Ganador de los Premios Watty 2023 🎖️ Si te llegase una propuesta de trabajo de verano en unos importantísimos laboratorios científicos, ¿aceptarías? En ese caso, te hago una pregunta más específica. Si por cada día que pasases contribuyendo al...