El transcurso de la mañana fue demencial. Sergio salió de aquel infierno únicamente con ganas de sentarse y dormir toda la tarde. ¿Era por el estrés y el poco descanso que tuvieron durante el fin de semana anterior? ¿O quizá era por la misteriosa muerte de uno de sus compañeros?
Bueno, a él en concreto le daba absolutamente igual. Lo que realmente se le hizo una molestia fue el ambiente que aquello provocó. Fueron un par de días de pesimismo y silencio, no hubo apenas interacción entre ellos. ¿Tanto les molestaba que un casi desconocido muriese? Lo verdaderamente preocupante era el motivo de muerte, no el suceso en sí: alguien podía haberlo matado y, de no ser un accidente, quién sabe si podría caer otro más.
Sergio entró en la cantina para encontrarse con Miriam y Silvia, quienes tenían las mismas caras muertas que llevaba aguantando toda la santa mañana. Tan solo soltó un suspiro antes de acercarse al mostrador y pedir un plato de raviolis de carne. Minutos después, su pedido fue dejado en la barra por un robot camarero. La velocidad con la que traían cualquier tipo de comida seguía siendo sorprendente.
—¿Qué tal? —dijo mientras se sentaba junto a su compañera ingeniera— A ver si alegramos esa cara.
La chica alzó la cabeza de su plato para arquear una ceja con mala gana.
—¿Cómo quieres que me alegre? Eres el único que ignora que han matado a uno de nosotros.
—No lo ignoro, pero es que... ¿Qué voy a hacer? ¿Llorar algo que no tiene remedio?
Silvia observó fijamente al matemático.
—¿Y por qué coño te has teñido de rojo?
—Porque era el color favorito de Germán, así le hago un tributo a su persona. ¿Lo sabías?
—No, no lo sabía.
—¿Qué clase de amigo no conoce el color favorito de los demás?
—Pues... —la joven paró unos segundos a valorar la extraña pregunta— Tampoco me sé el tuyo.
—Yo el tuyo sí: el blanco.
—Bah, come y calla.
—¿He fallado?
Silvia pasó de contestar y siguió comiendo, por lo que el joven no tuvo más remedio que hacer lo mismo. No levantó la cabeza del plato desde entonces, ni siquiera cuando vio de reojo a Blanca y Bea llegar juntas o cuando lo hicieron Fer y Víctor. Siete personas en un comedor rodeado de un ambiente muy hostil. Era normal, al fin y al cabo todos sabían ya de la traición de Silvia —sumando así dos atacantes entre ocho personas—. Tampoco confiaban en Sergio, pues no tenían forma de afirmar que estaba fuera del laberinto cuando Germán fue sacado de allí sin vida.
Esta conversación la tuvieron ya el día anterior.
— —— —
Los siete sujetos estaban frente al intrigante ascensor que, a pesar de llevar allí toda la semana, su uso no fue explicado jamás. Lo descubrirían más o menos minutos después del fallido rescate de Germán, cuando los trabajadores que extrajeron su cadáver del laberinto se montaron con él a aquel largo tubo de cristal.
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Hijos de Dios [ERI #1]
Ciencia Ficción🎖️ Ganador de los Premios Watty 2023 🎖️ Si te llegase una propuesta de trabajo de verano en unos importantísimos laboratorios científicos, ¿aceptarías? En ese caso, te hago una pregunta más específica. Si por cada día que pasases contribuyendo al...