Capítulo 23. Última oportunidad

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Aún no se creía que Delta hubiese aceptado la propuesta de hacer el baile de máscaras, mucho menos con tantos detalles y preparación

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Aún no se creía que Delta hubiese aceptado la propuesta de hacer el baile de máscaras, mucho menos con tantos detalles y preparación. ¿El anillo de luz cambiando de color? ¿Un catering completo? Tanto no había pedido, pero no le hizo el feo. En cuanto al traje presentado, le pareció elegante y cómodo —justo como se lo imaginaba—. No esperaba menos de Apeiro, organización que había puesto sobre su piel la tela más agradable y ligera que jamás había probado en un uniforme.

Y el ambiente... Era perfecto para confundir a todos. Oscuridad, siete personas vestidas exactamente igual, el constante sonido de orquestas antiguas en la distancia... Nadie le prestaría atención a los movimientos del infiltrado. ¿O sí? Claro que sí, él lo haría.

La pregunta era realmente si dicha persona haría movimientos. Pensándolo racionalmente, igual era arriesgado. Seguían siendo solo siete personas, repartidas en los grupos de siempre. Esos tres hipócritas junto a la borde de Miriam y Víctor por un lado, y él y su amiga por otro. Lo normal, solo que con caretas de por medio.

De tanto pensar, ni siquiera estaba disfrutando la tortilla de patatas. No como Silvia: a ella se la veía bastante tranquila con la situación. Como la mayoría de las veces. Ella, simplemente... asentía y afrontaba con indiferencia cualquier situación. Lo vio más claro aún cuando la misma semana del asesinato de Germán fue capaz de realizar las prácticas a la perfección. Si no se equivocaba, actualmente era el único cien que quedaba en el grupo a parte de Víctor. Y eso era por una razón muy simple: mientras unos lloraban por la situación y otros trataban de buscarle lo bueno, ella tan solo ignoraba su alrededor.

— —— —

—¿Has recibido el mensajito del brazalete?

—Ajá —respondió la joven mientras se apoyaba al borde de la piscina para descansar.

¿Y qué opinas? Está interesante el asunto, ¿verdad?

—Bueno... Supongo que le da emoción a nuestra estadía, pero sin más —dijo Silvia antes de hacer una pausa para bostezar—. Si realmente hay un asesino entre nosotros no esperado, Apeiro tomará asuntos antes de darnos cuenta. Y si era una muerte planeada, ¿qué le hacemos?

Sergio arqueó una ceja. Pensó que su compañera mostraría más entusiasmo por un verdadero caso de asesinato... ¡Uno tan cercano a ella! ¿Cuándo volvería a ver algo así? Y no solo no se entusiasmaba, sino que... tampoco lo lamentaba. No estaba asustada, triste, enfadada. No sentía emociones hacia aquel joven.

—¿Pero acaso no te da miedo que ese asesino te tenga como próximo objetivo?

Al decir aquello, Silvia le dedicó una mirada y un par de segundos de silencio a Sergio.

—¿Por qué, qué he hecho yo?

La situación comenzó a volverse rara.

—Germán tampoco hacía nada. No sería una víctima de asesinato por un motivo en concreto más allá de, no sé, mala suerte o planificación previa.

Hijos de Dios [ERI #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora