Capítulo 30. El séptimo sector

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—¿No estás nervioso? —preguntó la pelirroja mientras cruzaba sus temblorosas piernas

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—¿No estás nervioso? —preguntó la pelirroja mientras cruzaba sus temblorosas piernas.

Las luces del vagón de metro iluminaban el lugar con su característico resplandor. En medio de aquel silencio al que se habían acostumbrado, Blanca y Fer se encontraban sentados rumbo al Sector Sigma. Tras un largo debate finalmente decidieron que ir a por Silvia era su mejor opción. Si querían hacer algo para evitar más desgracias tendrían que comenzar a rebelarse: ir a aquel misterioso sector era el primer paso. El resto asistió a sus prácticas como de costumbre, pero se encargarían de registrar la antigua habitación de Silvia al volver. A saber qué había escondido aquella chica bajo sus cuatro paredes de privacidad.

—Bueno... No será la primera vez que me quitan 10 puntos, así que no —contestó el alemán con una sonrisa incómoda.

A pesar de tratar de evitarlo, el pobre Fer acabó comiéndose por segunda vez el marrón: si es que ser de bueno, era tonto. No supo decir que no cuando todos le miraron en busca de su ofrecimiento. Estuvieron a punto de enviar a Irene en su lugar, pero aquello fue la gota que colmó el vaso: no veía ético mandar a una misión tan arriesgada a una novata, por mucho que no tuviese una puntuación que penalizar. Esa era otra: seguían sin entender por qué Irene no tenía brazalete.

—No lo digo por eso —aclaró su compañera—. Es por... lo que podamos encontrarnos allí.

Fer soltó un suspiro incómodo.

—Todos sabemos que allí probablemente no guarden cosas demasiado agradables. Pero siendo sinceros, dudo que las tengan a la vista de todos.

—Ya, es posible. Aun así me da mal rollo. Debe ser como el Área 51 de Apeiro.

—Bueno, Apeiro en sí es un Área 51, ¿no? Solo que español.

—Más que eso, parecen laboratorios de la Alemania nazi.

El rostro de Fer mostró cierta sorpresa ante la respuesta de la joven. Bea inmediatamente después lo recordó.

—Uy, perdón, no lo pensé.

—No te preocupes —el alemán rió levemente—, solo no esperaba esa respuesta. No tienes culpa de que mi padre sea como es.

—Prefiero no recordártelo.

Hubo un corto silencio, muy incómodo para Bea. Mal comentario, como siempre: no sabía tratar con Fer.

—¿No echas de menos a tu padre?

—¿Tú qué crees? —dijo, más cortante de lo normal en él.

—Vale, segunda cagada en un minuto, me merezco un premio. Ya me callo —murmuró mientras se ruborizaba de la vergüenza.

Estar a solas con Fer era extraño para la joven. Nunca sintió que terminase de conectar con él y eso la incomodaba. ¿Tenía algo en contra suya o qué? Era cierto que solo parecía interesarle pasar tiempo con Blanca o Víctor, pero... ella también era del grupo, ¿no? La hacía sentir distante del resto. ¿Por qué prefería estar con los demás que con ella?

Hijos de Dios [ERI #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora