Capítulo 58. Desconexión

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—Ha salido fatal —admitió el muchacho, entre lágrimas—

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—Ha salido fatal —admitió el muchacho, entre lágrimas—. No puede hacer más por mí. Creo que voy a dejar la terapia un tiempo.

—Fer... —murmuró con lástima una chica de pelo castaño y gafas redondas, sentada a tan solo unos centímetros de su mejor amigo— Tienes que superarlo algún día.

—No lo entiendo... No entiendo como vosotros sí pudisteis.

—Porque Víctor era tu novio, hay una diferencia —explicó, apoyando su cabeza en él—. Eso no significa que le haya olvidado. Ninguno lo ha hecho.

—No tendríamos que haber ido a Apeiro.

—No te quedes solo con lo malo. Aprendimos un montón y conocimos a Silvia.

—Pero si Víctor no hubiese ido, él no...

—Para, por favor. No puedes cambiar el pasado. No fue tu culpa, ni la mía, ni la suya. Ni la de Apeiro. Fue un accidente con las máquinas.

El alemán se cubrió la cara con su brazo para derramar una lágrima sin que Blanca le viese.

—Por lo que me ha dicho Nieves, he tenido un brote psicótico.

—¿Cómo?

—No sé. Estuve unos minutos sin reaccionar, tan solo gritando, llorando y balbuceando cosas que no pudo entender. Para mí se hizo eterno. Como si hubiesen sido semanas —explicó, entre sollozos—. Sucedía todo en Apeiro. Nos conocíamos allí, pero todo era una mentira y nos acababan trucando para que nos...

El muchacho hizo una pausa, quedando paralizado de tan solo recordar lo que vio en aquel veloz conjunto de alucinaciones.

—¿Para que nos matásemos?

—Sí —contestó—. Solo llegábamos al final Miriam, el puto Sergio y yo.

Blanca tragó saliva tras escuchar sus visiones.

—Me duele admitirlo, pero realmente no sé qué hacer. Ha pasado medio mes, y solo vas a peor... —le dijo apenada— Primero las pesadillas y ahora esto. Te están comiendo vivo.

—Lo sé.

—Necesitas distraerte un poco —prosiguió—. Miriam y los demás están de camino. Vamos a por algo de cenar y tratamos de despejarte entre todos.

La joven se levantó y tiró con delicadeza del brazo de Fer para levantarlo del banco.

—Vamos a la orilla a mojar los pies en el agua. La noche está buena.

—Ya... —respondió, secándose las lágrimas— Lo está.

Víctor había muerto cerca del fin del campamento de verano para jóvenes científicos al que Fer y su grupo de amigos se había apuntado. Un fallo en la maquinaria de la compañía científica acabó rápidamente con la vida del muchacho, dejando una grave herida psicológica en sus amigos, quienes ya de por sí estaban pasando un mal trago por el estrés que les estaba suponiendo la experiencia.

Hijos de Dios [ERI #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora