Capítulo 2. LA NUEVA PAREJA DE BAILE

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"El corazón de una mujer es un profundo océano de secretos"

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"El corazón de una mujer es un profundo océano de secretos".

"El corazón de una mujer es un profundo océano de secretos"

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Treinta años antes.

En San Sebastián, cuando las jóvenes llegan a su decimoquinto cumpleaños, este evento se entiende como la transición desde su niñez hasta la edad adulta y como toda buena costumbre arraigada y tradicional en el pueblo, se celebra de forma muy animada con música, baile y buena comida.

Como todas las familias respetables de la región que festejan este crucial evento, la familia Suárez Delvalle, no puede ser la excepción. Su hija menor, Alicia, pronto llegará a la añorada etapa primaveral y nombres de pretendientes empiezan a sonar en las tertulias vespertinas.

Aunque la joven solo quiere que uno solo sea quien pida su mano: Gustavo Restrepo, el hijo del gobernador. Suspira por sus ojos verdes como el color de la pradera en el verano, su cabello castaño claro, como los rayos dorados del sol que a media mañana da calor a su pecho y su sonrisa... el sonido de su sonrisa es como los cánticos de las aves en una tarde primaveral.

Sin embargo, el chico, mayor que ella cuatro años, ya tiene más que decidido con quien formalizará su compromiso, y es nada más y nada menos que Berenice Delvalle, la hermosa prima de las hermanas Suárez.

Así, el día tan esperado por Alicia y toda su familia, comienza en una mañana de verano, con una misa especial junto a sus padres, acompañada por Mariana, su hermana mayor, sus padrinos, sus amigas cercanas, personalidades importantes y otros invitados especiales de la región.

Después de la misa, la fiesta da inicio con todo su derroche y esplendor en la Hacienda Suárez, bailes y música tradicional amenizan la celebración. Rato después, ya todo está dispuesto, listo y a la espera de que la feliz cumplimentada haga su entrada y se dé comienzo al baile principal.

El vals suena, las parejas se aglomeran en la pista, son quince en total, encabezadas por la quinceañera.

—¿Dónde está Mariana? —pregunta Berenice al percatarse que una pareja está incompleta.

Su prima no aparece por ninguna parte. Todos los demás jóvenes cuyas edades oscilan entre los dieciocho años (algunos un poco menos), niegan desconociendo la respuesta.

Después de la misa, apenas llegó a la casa grande, Mariana se encerró en su cuarto y no ha podido levantar la cabeza de la taza del sanitario.

—Niña Mariana, su mamá la manda a buscar —le informa Tomasa, la mucama que se encarga de atenderla.

—No me siento bien —dice la mayor de las hermanas Suárez, que no puede levantar la cabeza del excusado.

—Mi niña, debe mejorarse. Todos la están esperando —insiste angustiada y nerviosa—. Iré a prepararle algo para ese mal de estómago —y sale presurosa.

En el salón principal, que está destinado para el baile de la festejada, la música se detiene. Todos los invitados están expectantes.

—¿Dónde está Mariana? —cuestiona doña Consuelo, la madre de Mariana.

—Ya viene, señora Consuelo —contesta nerviosa Tomasa.

—Más le vale —sentencia con frialdad—. Más le vale.

Aprovechando las vacaciones de verano, los jovencitos y jovencitas que participan ahora del ritual, estuvieron practicando, durante algunas semanas, los pasos del baile con esfuerzo y admirable dedicación

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Aprovechando las vacaciones de verano, los jovencitos y jovencitas que participan ahora del ritual, estuvieron practicando, durante algunas semanas, los pasos del baile con esfuerzo y admirable dedicación.

Se reunían en la plazoleta del parque, en la hacienda Suárez o en la casa de alguno de los animados bailarines. Todos son amigos o familiares, incluso algunos ya están comprometidos en matrimonio. No hay en San Sebastián una sola familia desconocida. Todos se conocen entre todos.

Faltando unas pocas semanas para la celebración, uno de los chicos enferma. Estuvo jugando futbol bajo la lluvia con sus compañeros de clase y pescó una neumonía.

—Falta tu parejo, Mariana —anuncia Paulina, una de sus mejores amigas, cuando se reúnen para realizar los ensayos del baile en la hacienda Delvalle—. El primo de Humberto está delicado de salud y los padres no lo van a dejar regresar a los ensayos hasta que esté recuperado del todo.

—Pero y, ¿sí no se recupera? —pregunta preocupada Mariana.

—Pues, no lo hará por ahora, eso es seguro —lamenta la chica con desánimo.

Mariana suelta una agresiva palabrota, insultando a su suerte. Ama estos eventos, le encanta participar de los bailes y coreografías en las fiestas del pueblo. Es feliz danzando, dirigiendo y guiando los pasos que le inspiran las hermosas melodías y los conmovedores valses. La fiesta de su hermana la ha cargado de mucha ilusión y expectativa. Así que la noticia de que, es precisamente su pareja la que ya no está disponible, no la llena de mucha felicidad que digamos.

—Hace unos días llegó de vacaciones al pueblo un amigo de Gustavo —informa Berenice meditando con seriedad—. Si desean puedo hablar con él para ver si se anima a reemplazarlo.

Todas las chicas están de acuerdo. Consiguen sin mayores problemas un bailarín de repuesto momentáneamente y esa tarde practican sin más contratiempos.

Unos días después, cuando todos se reúnen una vez más para ensayar los bailes, Mariana lo conoce.

—Este es el amigo de Gustavo del que les hablé —les informa Berenice, mostrando al joven que llega con ella—. Le conté que estamos necesitando una pareja para el baile de cumpleaños de Alicia y él aceptó.

—Mucho gusto —extiende la mano con cortesía y encanto—. Gregorio Gandaela.

El joven saluda de mano en mano hasta llegar a la de Mariana.

Desde el mismo instante en que lo ve, algo dentro de Mariana hace implosión, con una fuerza tan devastadora y letal que le cuesta algunos segundos reponerse. Es el chico más guapo que ella jamás había visto hasta entonces en su vida, pero más que su atractivo juvenil y varonil innegable, lo que más le impacta es el brillo y fuerza en su mirada ambarina, la sonrisa algo jactanciosa, la seguridad de sus gestos que podría confundirse con altanería y cada uno de sus movimientos masculinos.

Lo había visto en algunas otras ocasiones, un par, como mucho tres, pero siempre de lejos y nunca le había llamado la atención. Hasta ese entonces.

—Mucho gusto, Gregorio —estrecha su mano y se estremece cuando él se la aprieta con firmeza y entusiasmo—. Mariana Suárez.

Él le corresponde con una dulce sonrisa que, involuntariamente, se calca en el rostro de la emocionada jovencita.

El corazón se le desboca descontrolado, la piel de la espalda se le eriza, su garganta se cierra casi que dolorosamente.

Para Mariana es amor a primera vista.



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