Capítulo 34. RENACER

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"El renacer no está en negar nuestro pasado, sino en abrazarlo con compasión y permitir que las cicatrices nos recuerden nuestra capacidad de sanar y crecer, encontrando la fortaleza para reinventarnos y construir un futuro lleno de esperanza y po...

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"El renacer no está en negar nuestro pasado, sino en abrazarlo con compasión y permitir que las cicatrices nos recuerden nuestra capacidad de sanar y crecer, encontrando la fortaleza para reinventarnos y construir un futuro lleno de esperanza y posibilidades infinitas".

"El renacer no está en negar nuestro pasado, sino en abrazarlo con compasión y permitir que las cicatrices nos recuerden nuestra capacidad de sanar y crecer, encontrando la fortaleza para reinventarnos y construir un futuro lleno de esperanza y po...

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De pie, en su balcón, junto a la ventana de su amplia habitación en la hacienda familiar, Alfonso Delvalle observa los inmensos campos de viñedos que se divisan en la distancia. Las cortinas de encaje, delicadamente bordadas a mano, dejan pasar los rayos del sol de la tarde, que se cuelan suavemente en la habitación, creando un juego de luces y sombras sobre los muebles antiguos y el suelo de madera pulida.

El resplandor dorado que baña la habitación confiere una atmósfera cálida y nostálgica, como si el sol mismo intentara abrazar a Alfonso y suspirar junto a él en sus momentos de recuerdos y melancolía. El aire, impregnado con el suave aroma de las rosas que adornan el alféizar de la ventana, acaricia con delicadeza su rostro, llevando consigo un susurro de evocaciones pasadas donde su esposa es la única protagonista.

Los ojos de Alfonso, reflejando un brillo taciturno, se pierden en el horizonte que se vislumbra más allá de los extensos jardines y los campos ondulantes. Es como si buscara respuestas en aquel paisaje eternamente cambiante, tratando de encontrar consuelo en la vastedad del mundo exterior. Su mirada, cargada de recuerdos y anhelos, se desliza por las nubes que se desvanecen poco a poco, como si llevaran consigo fragmentos de su pasado.

Su mente se sumerge en un mar de recuerdos, como si las olas de la melancolía golpearan mansamente las orillas de su ser. Cada imagen, cada sonido, cada momento compartido con su amada esposa, resurge en su memoria, con una nitidez dolorosa. Siente la presencia de ella en cada rincón de la habitación, como si su espíritu aún flotara en el aire, recordándole la intensidad de su amor y la inmensidad de su pérdida.

Por eso, él detesta regresar a la hacienda y en especial, a esa habitación.

En aquellos momentos, junto a la ventana, Alfonso se encuentra atrapado entre el pasado y el presente, entre el anhelo y la resignación. Sus pensamientos se entrelazan con sus emociones, formando un torbellino de sentimientos que se arremolinan en su interior.

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