Capítulo 16. DONDE PERTENEZCO

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Las siguientes semanas transcurren con tranquilidad, sin novedades ni ningún sobresalto, excepto los propios de los preparativos de la boda

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Las siguientes semanas transcurren con tranquilidad, sin novedades ni ningún sobresalto, excepto los propios de los preparativos de la boda. Mariana se pasa la mayor parte del día en casa de alguna de sus amigas, ya sea Daniela, Rebeca o Paulina.

Un par de días después de su regreso, se entera de todo lo que "supuestamente" pasó con Berenice y sus amigas. Cada una le cuenta una versión de los hechos, cada una lo hace desde lo que vivió y cómo lo vivió. Rebeca acusa indirectamente a Paulina, no tiene pruebas, pero está prácticamente convencida de eso; sin embargo, Daniela, quien está embarazada, se limita a dejarle el beneficio de la duda. Y Paulina, pues, ella no dice nada, es muy reservada y deja que piensen lo que quieran.

Todas han cambiado un poco, su nueva faceta de señoras casadas, les da un aire de madurez que a veces intimida a Mariana. Sin embargo, disfruta con ellas de tertulias vespertinas y le encanta pasear en el parque con la pequeña Mariela, la hija de Daniela y Alfonso, la cual hace poco cumplió su primer añito de vida.

A veces extraña a Berenice. Ya son más de tres años sin saber nada de ella. Solo sabe que está en la Gran Ciudad y según Elvira le dijo, puede que pronto esté de regreso en el pueblo. Mariana espera que sí. Su compañía, cariño y amistad es de las cosas que más valora y extraña.

Cuando no está en los ensayos de la boda, midiéndose el vestido de novia o visitando a sus amigas, está con Genaro. En reuniones familiares, en algunas cenas formales, en sencillos paseos por el pueblo, o compartiendo un helado, tal vez jugando algún juego de mesa, en fin, siempre está con ella y ella siempre está con él.

Poco a poco se han ido acercando. Y aunque sus encuentros siguen siendo tranquilos y respetuosos, en Mariana se empiezan a despertar sensaciones que lucha por no dejar salir. No quiere volver a sufrir. No quiere ceder ante pasiones y sentimientos que solo le traerán sufrimiento.

No quiere saber nada del amor. Por lo menos, no del amor romántico, ese sentimiento que la hizo perder la razón y la metió en tantos problemas. Pero Genaro cada día se la pone más difícil.

Es tan encantador, su sonrisa le resulta demasiado contagiosa, sus conversaciones son divertidas, entretenidas, interesantes; su trato hacia ella es insuperable, pero, sobre todo, la respeta y no la presiona, y ella, ha empezado a respetarlo y apreciarlo sinceramente, tanto que día a día crece en su pecho, como hierba mala, la certeza de lo inevitable.

Esa tarde, después de pasear con la preciosa Mariela por los hermosos jardines de la Hacienda Delvalle, Genaro pasa a buscarla. Ella le pidió unas horas antes que lo hiciera, hay algo sumamente importante que tiene que tratar con él.

Físicamente, se están acercando mucho, muy peligrosamente. Cada vez es más corta la distancia entre los dos. Han pasado de despedidas con apretones de mano a caricias y besos suaves en ellas; a besos en la mejilla muy cerca de los labios, angustiosamente demorados. Sus manos han pasado de sostenerla por la cintura, a acariciarle con dulzura la espalda y los brazos, a entrelazar los dedos en su larga cabellera y acariciarle el cuello y algunas veces los labios.

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