La ceremonia religiosa termina y después de las felicitaciones, los aplausos y los buenos deseos, todos se dirigen hacia la Hacienda Suárez para seguir con la celebración.
Genaro y Mariana suben a su carroza nupcial y una vez cerradas las puertas, Genaro, aprovechando que el vehículo tiene una puerta interna que les permite privacidad, no se aguanta más, atrae a Mariana hacia él y la sienta a horcajadas sobre sus piernas. La posición es un poco incómoda por toda la tela pavorosa y el encaje que tiene el vestido de novia, pero entre risas graciosas y malabares divertidos se las arreglan muy bien.
Genaro le rodea la cintura con sus brazos y Mariana hace lo mismo con su cuello. Sus delicados brazos reposan en sus hombros mientras enreda los dedos en su cabello, despeinándolo un poco. Genaro acerca su rostro al de ella, toma su cara entre sus manos y pasa un pulgar por sus suaves labios pintados de rosa pálido.
―Hueles muy bien ―dice en voz baja, metiendo la nariz en su cuello.
―No mientas ―susurra ella―. Pensé que no vendrías, por eso, ni siquiera me perfumé.
―No hablo de un perfume. Es tu olor, tu aroma ―inhala con placer―. Tú, hueles muy bien.
Las manos de Mariana se deslizan por su pecho, acariciándolo con suavidad. Erizándose por todo el cuerpo con cada una de las palabras que él le susurra al oído. La boca de Genaro busca la suya, deseando una vez más probar del dulce y cálido néctar de sus labios. Mariana abre su boca e invita a su lengua a pasar dentro ella. Le rodea una vez más el cuello con sus brazos y aprieta su pecho contra el suyo.
Genaro disfruta con deleite del sabor de aquel beso. El aroma de su pelo. Las duras puntas de sus pezones que se sienten a través de toda aquella tela. La forma en que, sentada sobre su cuerpo, ella se mueve por encima de él.
Sus manos fuertes y varoniles bajan por sus costados y se deslizan por debajo de toda aquella tela sedosa, acariciando sus muslos y su cadera. Su entrepierna se endurece como una roca y la adrenalina se desborda a flor de piel.
Mariana suspira suavemente, deseosa y anhelante, mientras él masajea el contorno de su trasero redondo. Inclina la cabeza hacia un lado y Genaro mueve su boca hacia su garganta, saboreando con placer la piel que queda expuesta. Su miembro se agita impetuoso, atrapado entre ellos dos.
Le toma la cabeza con las manos y vuelve a acercar los labios a los suyos, moviendo las caderas, frotándose contra él. ¡Rayos!, están a punto de cruzar un punto de no retorno si siguen por ese camino. Se desean casi que dolorosamente, que poco les importaría si consumen ahí, en el auto, su matrimonio.
―Mariana... ―jadea con esfuerzo mientras pone sus manos en los hombros femeninos y la aleja con suavidad, un poco hacia atrás―. Tenemos que parar.
―No quiero ―se queja con una sonrisa coqueta.
―Tampoco yo ―logra gesticular mientras aprieta con un poco más de fuerza el trasero femenino. Tiene las neuronas atolondradas y casi no puede coordinar pensamientos coherentes―. Muero por hacerte mía, ¿puedes sentirlo? ―Presiona con firmeza el duro bulto que batalla por liberarse de sus pantalones, contra la entrepierna que ella tiene por completo humedecida.
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INCONFESABLE
RomanceElla era joven e inexperta cuando lo conoció. Alto, guapo, seguro y encantador. Dueño de una sonrisa traviesa que le hacía doblar las rodillas. Para ella fue amor a primera vista. Para él solo fue una aventura en su viaje de vacaciones. Ella se entr...