"Somos libres de nuestros actos, pero presos de sus consecuencias".
Es una fresca tarde de primavera. La añorada estación ha llegado a San Sebastián y besa suavemente la arboleda. El verde nuevo brota acompañado de una fresca brisa reconfortante. Las nubes se pasean sobre los campos florecidos, cuyas lluvias hacen temblar sin aviso a las hojas con sus serenos vientos al atardecer.
Parada frente al enorme espejo de marco rosado ubicado en el centro de su vestier, Berenice da los últimos retoques a su sencillo maquillaje. Pasa el cepillo de cerdas suaves por su larguísima, brillante y frondosa melena oscura como una noche sin estrellas. Sus ojos grises resplandecen emocionados. La ilusión y la ansiedad titila ardorosa en sus pupilas.
Toma su frasquito de perfume y presiona la bombita rosada haciendo que diminutas gotas del delicioso aroma invadan su cuello. Alisa cuidadosamente una que otra arruguita de su ropa de montar, da una media vuelta, otra, se detalla con cuidado y cuando está satisfecha con lo que ve en el reflejo, toma su sombrero, busca su caballo y sale al encuentro del joven que la espera bajo un gigantesco almendro, todo cargado de flor.
—Hola —saluda emocionada, arrojándose en sus brazos.
—Hola, gatita —la recibe sonriente y atrapa sus labios, amoroso.
Llevan viéndose a escondidas alrededor de dos meses. Protegidos por la complicidad de sus amigas, apoyadas en la consigna de ayudar a Berenice a liberarse de la rigidez de los padres y disfrutar de su verdadero amor.
Don Tadeo Delvalle, su padre, le tiene prohibido establecer cualquier tipo de relación sentimental con algún joven, a menos que sea el que ellos tienen aprobado para ella, es decir, su prometido, Gustavo Guerrero, el hijo del Gobernador y máxima autoridad de la región.
Pero Berenice ha olvidado todo aquello en los brazos de Bernardo, quien se ha convertido en un escape a la represión que sufre en su casa y con el paso de las semanas ha llegado a amar con una intensidad descontrolada, con una ferocidad temeraria.
El joven que han delegado como su prometido y que en algún momento llegó a interesarle, ahora le parece una criatura en pañales, comparada con el apasionado e insaciable amante que la toma sin reservas tres o cuatro veces a la semana con la llegada del atardecer.
ESTÁS LEYENDO
INCONFESABLE
RomanceElla era joven e inexperta cuando lo conoció. Alto, guapo, seguro y encantador. Dueño de una sonrisa traviesa que le hacía doblar las rodillas. Para ella fue amor a primera vista. Para él solo fue una aventura en su viaje de vacaciones. Ella se entr...