Capítulo 14. FAMILIA Y DEBER

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Unos días antes del anuncio público de su compromiso con Mariana, en su fiesta de bienvenida, Genaro intenta adivinar las razones de su padre para citarlo con tanta urgencia en la Hacienda Sandoval. Estaba radicado en la Gran Ciudad, tenía planes para ejercer su profesión a nivel investigativo en una de los centros clínicos más prestigiosos del país. En sus planes inmediatos no estaba regresar a San Sebastián, por lo menos, no en mucho tiempo.

Sin embargo, una semana antes, recibe una llamada de su padre que lo deja preocupado. Viaja de inmediato y, una vez ahí, de regreso en su hogar, sentado a la mesa con su madre, no puede siquiera imaginar lo que está a punto de suceder.

Su tatarabuelo, fue hijo único de un jornalero y un ama de casa. Con el dinero que reunía de su trabajo en el campo levantó, con sus propias manos, una de las mayores y más productivas haciendas de la región, la Hacienda Sandoval. La cual desde entonces ha pasado de generación en generación, a mano del hijo mayor de cada nueva descendencia.

Su padre, como lo había hecho su abuelo y su bisabuelo, ha dedicado toda su vida a conservar esa vieja tradición y ahora a sus cincuenta y cinco años, ya no es el mismo hombre de antes. La tentativa de un ataque al corazón que sufrió el mes anterior ha sido un golpe para su salud y ha agravado, a juicio de su madre, su mal genio, convirtiéndolo en un hombre intransigente y severo, por lo tanto, aquella reunión inesperada no hace más que producirle a Genaro desasosiego y preocupación.

—¿Sabes por qué mi padre nos ha reunido aquí? —Pregunta a su madre envolviéndola con una mirada aguda—. Cuando me llamó parecía enojado.

—Ya te lo informará. Debe estar por llegar.

En ese momento, la puerta del comedor se abre y entra Hernando Sandoval, su padre.

—¡Llegaste! —Exclama satisfecho y feliz, el hombre que le dio la vida.

Genaro se levanta y comparten un abrazo efusivo. Su padre se acerca a la mesa y se sienta observándolo atentamente a través de unas gruesas gafas que ocultan sus profundos ojos marrones.

—Desde que me dio el ataque al corazón, he estado reflexionando con mucha frecuencia —empieza colocándose la servilleta en las piernas—. Y me he dado cuenta que, hasta ahora, no me había detenido a pensar en qué será de esta familia cuando yo ya no esté.

Genaro siente una punzada en el estómago, pero muestra una fingida tranquilidad mientras su padre habla. Reconoce que tampoco se ha planteado la posibilidad de que sus padres lo abandonen y mucho menos, en poco tiempo.

—El estar tan cerca de la muerte ha hecho que me dé cuenta de algunas cosas —lanza un suspiro profundo y toma de la copa de agua—. Podría dejar este mundo en cualquier momento sin haber dejado solucionado el futuro de nuestra familia.

A Genaro se le hace muy difícil imaginar el mundo sin sus padres. A pesar de su edad y del delicado estado de salud de su padre, éste parece estar todavía en plena forma, con las mismas energías de siempre.

Hernando se incorpora de su asiento, apoya los puños sobre la superficie de madera fina y lo mira fijamente.

—Me he dado cuenta de que, si permito que sigas viviendo de la forma en cómo lo estás haciendo, jamás regresarás a estas tierras, nunca tomarás el control de todo lo que por derecho te pertenece. No estoy dispuesto a poner en peligro el futuro de la familia.

—¿De qué estás hablando? —Pregunta un poco ofuscado y confundido.

—Desde que te fuiste a estudiar a la Gran Ciudad cambiaste tus metas y propósitos, los cuales eran claros y nos incluían —lo señala con un dedo acusador—. Ahora solo piensas en lo que a ti te conviene, no en lo que está bien para todos.

INCONFESABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora