Capítulo 22. AL FINAL, TODO SALDRÁ MEJOR

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Tal cómo le promete a Bernardo, Paulina empieza a buscar la forma de comunicarse con Berenice. Al día siguiente, después de clases, se va para la plaza de mercado, lugar que su padre administra y es el distribuidor y abastecedor principal, ahí trata de hallar a algún empleado de la hacienda Delvalle, alguien que le pueda dar así sea una sola razón de su amiga.

Pasan unos días y no lo consigue.

Sin embargo, todas las tardes, puntual, con la caída del atardecer, va a la hacienda San Miguel a visitar y hacerle un poco de compañía a Bernardo, a quién gracias a sus cuidados, poco a poco le terminan de sanar las heridas en la espalda, aunque las del corazón son mucho más complicadas de tratar. Pero, ella sigue comprometida en la causa y le asegura que muy pronto obtendrá algún resultado.

Y así es. Ese fin de semana, se va muy temprano con sus padres a la plaza, sabe que de la hacienda Delvalle, ese día siempre va Calixta para buscar las provisiones de la semana y no se equivoca.

—Hola, Calixta —la saluda con una amplia sonrisa, cuando la ve acercarse a la enorme bodega de su padre.

—Hola, niña Paulina, qué bonita está hoy.

—Ah, gracias, qué amable —sonríe con encanto—. ¿Cómo ha estado todo por la hacienda? —Pregunta pareciendo de lo más casual.

—Muy bien, todo marcha muy bien.

—¿Y Alejito? ¡Ese bebé es hermoso! ¿Cómo está?

La sonrisa ilumina el rostro de Calixta, hablar de su pequeño hijo le desborda el corazón.

—Mi Alejito, está muy bien, gracias a Dios, cada vez más grande. Está por cumplir un año.

—¡Cierto! Y es un bebé enorme —sonríen emocionadas—. ¿Deseas un refresco, alguna bebida?

—No, niña Paulina, gracias, así estoy muy bien.

Pero Paulina no se da por vencida, insiste. Luego de una que otra zalamería consigue lo que se propone.

—Por favor, niña Paulina, no me pida eso. Puedo meterme en problemas —pide nerviosa—. Si la señora Elvira se entera que...

—No se va a enterar si tú no le dices —insiste persuasiva y mete con disimulo el pequeño papel bien doblado dentro de su delantal—. Solo dáselo a Berenice —susurra con cuidado para no ser escuchada por alguien más—. No tienes que hacer nada más.

La mujer accede finalmente.

Calixta, temerosa y muy nerviosa le entrega la nota a Berenice ese mismo día cuando le lleva el almuerzo a su habitación. Los ojos de la jovencita se inundan de lágrimas por la felicidad de aquellas letras en ese papel que tanta esperanza traen a su vida.

"Hola, mi querida Berenice.

No sabes cuánto me duele saber que tus padres han sido tan injustos y duros contigo. Te extraño mucho. Pero no soy la única.

Todos los días al atardecer, voy a escuchar una historia sobre una chica hermosa que junto a un joven apuesto se aman bajo un almendro florecido. Si deseas puedes enviarme la parte que quieres que sea agregada a esa historia.

Te quiero mucho. Un fuerte abrazo.

Paulina".

Berenice emocionada y con las manos temblando por la ansiedad, toma una pequeña hoja rosa y perfumada de su diario y escribe.

"Mi querida, Paulina.

Tus letras le han traído la más inmensa felicidad a mis días. Has disipado las oscuras y tortuosas nubes que sobre mi cabeza se ciernen a diario.

INCONFESABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora