veintidós

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N/A: Algo que me relaja mucho es hacerme un tecito, poner las canciones que me recuerden a estragos y empezar a deshacerme de personajes que no necesito. Pronto armo la playlist, pero ojito con los spoilers! un abrazo y nos leemos pronto (más pronto que tarde porque empieza a agradarme más el rumbo que tomará estragos en los prox capsxd). Si quieren algo de fondo, escuchen don't look back in anger de oasis! <3


かまど, 栗花落 カナヲ
estragos: capítulo veintidós
«no mires atrás con rencor»


diez de febrero


La voz de Douma es inconfundible. Capaz es por su tono ronco o por la costumbre de hablar en inglés intercalado, o simplemente porque solo se trata de él y su imagen intimidante. Sea lo que sea, lo único relevante es que tiene una voz inconfundible, así que no le cuesta ni dos segundos reconocer que quien la tiene del cuello es el antes prófugo Douma. Aspira de sus cabellos una fragancia que no le pertenece y murmura cosas sin sentido: «estuve intentando contactarte, pero después de toda esa confusión no sabía...» y luego se corta a sí mismo porque excusas no tiene para hacer pasar por alto sus actitudes nefastas; empieza de nuevo cuando cree por fin tener un pretexto válido, aunque se arrepiente al instante y deja morir esas nimiedades entre los abucheos confundidos de los demás.

¿Te gustan las fiestas, Kanao? Porque a mí sí. Amo los espectáculos siempre y cuando no sea yo el protagonista. Kanao se toma un momento. No forcejea porque sabe que es en vano; Douma pesa el triple que ella y en su juventud sirvió con algo más fascinante que los músculos: el cerebro. No está ahí solo, eso es evidente. Le preocupa qué juego macabro se trae entre manos y qué pinta ahí ella, aunque eso último puede que en verdad lo sepa a medias.

—¿Mataste a la hija del presidente? —le cuestiona, yendo directamente al punto. La voz ni se le sale entrecortada ni nerviosa. Ya ve que de algo le sirvió esa estoicidad innata.

—Estaba esperando a que vinieras... —comienza a explicarle, pasándole las yemas por el cuello blanquecino que ahora no se ve por la oscuridad—. ¡Y entonces la escuché llorar como a una niña diciendo que no quería vivir casada con ese idiota, así que solo le di lo que quería!

Y después siente cómo es que los dedos que se le pasean por el cuello no están impolutos. Siente una sustancia que supone es sangre y las arcadas amenazan en emerger. No es la sangre, ha visto mucha desde siempre; es más bien reconocer que le pertenece a quien conoció a medias y que ahora está muerta.

—¿Tú la mataste?

—No, yo solo le di el arma. Ella decidió suicidarse. ¡Qué emotivo, ¿no?! Es algo como: «¡puedes tomar mi cuerpo, pero jamás mi espíritu!».

Kanao aprieta los labios. Douma le planta un beso en la mejilla, la empuja de súbito y luego le escucha correr. La luz les envuelve nuevamente. Algunos piden que la música se reanude, pero otros se quedan en blanco al escuchar el grito de una anciana que señala a Kanao. Siente los ojos escocer cuando los ojos de los demás, acusadores, van hacia ella y la sangre que no es suya pero que vaga por sobre su cuello como quien camina por su casa. De extremo a extremo, por ese cuello largo de cisne, está poluto de la sustancia rojiza. Separa los labios para empezar a dar explicaciones, pero antes de que eso suceda la luz vuelve a irse y luego se escuchan algunos tiros y cuerpos caer. ¿Te gustan los espectáculos, Kanao? Porque voy a darte uno que jamás olvidarás.

ESTRAGOS | TANJIKANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora