竈 かまど, 栗花落 カナヲ
estragos: capítulo veintiocho
«la luciérnaga entre fango»
diecinueve de marzo
Con el tiempo ha ido aprendiendo a amar el mar. Ese océano vasto que se traga a las personas y asimismo cualquier sentimiento pernicioso no solo se había convertido en su día a día, sino también en un refugio al que podía volver cuando la tierra era demasiado deletérea para su cuerpo y corazón herido.
Había trabajado como pescador un tiempo algunos años después de La Noche Roja, pero con la súbita muerte de Rengoku apenas tres años atrás, Sanemi le ofreció el puesto del perecido y Tanjirou solo lo aceptó porque sentía que se lo debía. Después de todo, Rengoku había hecho mucho por él: terapia por su abuso sexual, acomodar a su familia en la mejor parte de la ciudad e introducirlo a ese mundo que le permitió ver a Kanao por lo menos una vez antes de que muriera. Había sido por Rengoku que su padre pudo extender su tiempo de vida hasta ahora, que seguía débil, pero vivito y eso era lo que realmente importaba. Vida le faltaría para poder pagarle a Rengoku todo eso.
Tanjirou lleva una mano hacia su frente, acaricia su cicatriz y de paso su ahora ojo ciego. En los dieciséis años que han pasado desde La Noche Roja, lo único verdaderamente importante que perdió de sí mismo fue la visibilidad de su ojo. Fue ese accidente el cual le obligó a salir del ejército de Los Cómodos para ser pescador, a un inicio de algo que luego se convertiría en su escape. Ahora regresó a batalla y está tranquilo, al menos un poco.
El viento le hace danzar sus largos cabellos amarrados en una coleta baja. Tiene una barba de tres días sin afeitar y cortos mechones ocultando su ojo ciego. No conviene que vean su debilidad o de lo contrario alguien podría sacarle ventaja. Son la una de la tarde, pronto se servirá el almuerzo en la carabela. El aire colisiona directamente contra su rostro. Huele a mar, pero no a zozobra porque esta la tiene adentro. Sanemi lo acompaña esta vez a pesar de tener familia en tierra. Será una visita corta a Taiyou para palpar terreno y luego regresarían. Son apenas tres o cuatro días, quizá cinco. Al estar financiados por Los Cómodos, todo debía estar medido y controlado por un tercero: en este caso, se trataba de la cartógrafa y asimismo navegante, Mitsuri Kanroji. Poco se sabe de ella, pero es extranjera y tuvo un pasado que nadie precisa, solo conocen que tiene unos hijos en tierra y un esposo que le dio terapia a Tanjirou. Es todo.
—¡Polizón! ¡Tenemos un polizón!
Tanjirou roda los ojos. Es la séptima vez en el año que alguien ajeno se mete a su barco. ¡Y cómo molestaba! Por culpa de esos indigentes debían dar media vuelta y hacer varios trámites que retrasan tres horas la embarcación. Los Cómodos no aceptan ese tipo de negligencias, la detestan demasiado. Entendía que algunos necesitaban volver para buscar a alguien, pero no era esa la manera correcta.
—Encuentren el polizón —ordena hacia la nada, sin querer ocuparse por el momento—. Y luego le amarran las extremidades.
—¿Lo lanzamos al mar?
—No seas bestia. —Tanjirou mira por sobre su hombro al marinero raso—. Luego lo llevas a la cocina y le das una sopita.
—Lo traigo, ¿no?
—¿Y tú qué crees?
El marinero desaparece y Tanjirou vuelve a quedarse solo en la proa. Relaja su cuerpo, o al menos eso intenta. Ayer tuvo otra pesadilla donde se encontraba ella. Cómo es posible que después de tanto tiempo sienta su cuerpo caliente por donde pasaron sus manos traviesas; cómo es posible que pueda olvidar su cumpleaños y no los de ella; cómo es posible que aunque intente seguir hay una fuerza que le empuja de nuevo al inicio. Es masoquista, tiene que serlo porque eso es anormal, es autodestructivo. ¡Está muerta, carajo! ¡Está muertísima y los muertos no reviven al tercer día! ¡Una bala le perforó la cabeza, no pudo haberse salvado a eso!
—¡Suéltame! —gritan a sus espaldas quien supone es el polizón—. ¡Te mataré cuando me sueltes!
Pero la voz se le hace demasiado conocida y suave como para provenir de un varón, como pensaba. Tanjirou lo capta en un momento. Gira, sobresaltado, y entonces puede ver cómo es que Annie está siendo sostenida por el mismo marinero de hace un rato.
—¡¿Qué haces aquí, Annie?!
—Me escondí en el barril de allá. —Annie señala un lugar al azar que realmente no mira—. Panitsu es muy anticuado, ¿no? ¡no quiero casarme y vivir de esa manera, necesito una vida movida que no me ocasione sueño!
Panitsu..., piensa Tanjirou con algo de desdén. Ambos tienen problemas sin resolver, pero en lo único que podían realmente discutir sin herirse era en la crianza de Annie. Zenitsu retrocedió varios siglos y ahora le busca a ella un marido como si realmente lo necesitase. No le había dado la oportunidad de elegir qué hacer porque incluso la había obligado a estudiar medicina, aunque ella lo abandonó luego de dos meses. Eso no lo sabe nadie más que él.
—Déjanos solo, raso —ordena Tanjirou, ahorrándose un suspiro cansado que su ojo delata. Avanza hacia ella y la desata con una navaja que saca de su bolsillo—. ¿Qué haces aquí, Annie? Sabes que los polizones nos retrasan demasiado.
—¡Embarcarme con usted, por supuesto! ¡Y sé que los polizones retrasan demasiado, es por eso que tendrá que seguir o de lo contrario Los Cómodos le regañarán!
—A mí me preocupa más la regañada que nos dará tu padre cuando volvamos a tierra. —Tanjirou aplana los labios, casi ya puede saborearlo—. Me echará la culpa y...
—No me deje volver, por favor —pide Annie, poniéndole esos ojos de cachorrito que ella bien sabe que manipulan más que sus palabras embelesadas—. No quiero seguir viviendo de esa manera.
Tanjirou se lo piensa. Annie tiene apenas dieciséis y faltan dos años para su mayoría de edad. Legalmente es hija de Zenitsu, y con su influencia él fácilmente puede rastrearla y traerla de regreso, aunque solamente si se encuentra en el extranjero o en Los Cómodos. En Taiyo y Tsuki, mejor dicho, Nichibotsu, no tiene ningún rol; es más, podrían secuestrar a Annie para su beneficio si es que alguien se entera de que está allí. ¿Qué es lo que harías tú, Kanao...? ¿Permitirías que Ann se quede conmigo o que la casen a la fuerza? ¿Qué harías tú en mi lugar?
—Pues bienvenida entonces, aunque debo advertirte algo. Los Cómodos solo permiten ayuda femenina para el rango de medicina, ya sabes, doctoras y enfermeras. O también para infiltrantes. ¿Tú qué sabes hacer?
—Ni lo uno ni lo otro, señor. —Annie sonríe sin mostrar los dientes—. Pero fue usted mismo quien me enseñó a pelear, a armar un arco y a cazar.
—¿Estás dispuesta a lo que creo que quieres decir? —Tanjirou ni disimula su sonrisa de satisfacción.
Annie señala con la mirada la navaja de su tío. Tiene el alma salvaje como su padre biológico y la valentía de la madre. Qué exquisita combinación.
—Hágame un bonito corte de cabello y cámbieme el nombre. Annie Agatsuma murió aquí y ahora.
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ESTRAGOS | TANJIKANA
Fanfic«Tuve la mayor parte de ti, luego un poco menos y ahora no tengo nada». ›kimetsu no yaiba fanfiction: tsuyuri kanao x kamado tanjirou. ›imagen: bondora5423. ©𝗲𝗿𝗶𝘀𝗱𝗲𝗮, 𝟮𝟬𝟮𝟮.