cuarentaiuno

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かまど, 栗花落 カナヲ
estragos: capítulo cuarentaiuno
«lo que sigue y lo que atemoriza»


diecinueve de agosto


Toc, toc. La sangre se les hiela. No están haciendo nada malo, solo verse a los rostros; sin embargo, parece que huyen a grandes zancadas de un pecado inexorable. Toc, toc. La otra parte espera unos momentos y vuelve a insistir. ¡Toc, toc! ¡Sé que estás ahí, así que lo mejor será que salgas por las buenas o me obligarás a que sea por las malas, ¿me oíste? ¡espero que sí porque no voy a repetírtelo!

Tanjirou le interpela con la mirada. Kanao se relaja en un segundo: es Susamaru, le dice. Intenta regular su respiración agitada y peina sus cabellos y también acomoda su parche. Le duele el seno izquierdo, quizá es el corazón. Ignora sentimientos y dolores, por ahora es inoportuno. Con la mirada le pide a Tanjirou que se esconda en un armario podrido con el tiempo, a lo que él obedece sin rechistar. ¡Toc, toc! ¡¿Cuánto puedes demorarte en abrir una maldita puerta?! Kanao pone los ojos en blanco y aspira profundo. El silencio los toma, un segundo, apenas una minucia y luego se acerca a la puerta. ¡Toc...! La puerta ha sido abierta.

Susamaru le da una sonrisa sardónica. ¿Por qué demoraste mucho en abrir? Y Kanao le responde que se había quedado dormida contra el escritorio, que cuando alguien realmente hace su trabajo suele cansarse y que ella no podría comprenderlo porque lo único que sabe hacer es ser la chupamedias de su señor. La ofensa le cae de frente, por lo que ve cómo es que ella borra su sonrisita y plancha los labios con disgusto.

En esa casa no se daba ni un paso sin que el señor lo supiera. El señor, por supuesto, era Douma. Tenía a sus lacayos y a la gente de servicio contaditos y bien entrenados, como solía presumir frente a sus amigos más cercanos. El té se sirve junto a la cena y al mediodía se almuerza, el desayuno es opcional porque a esa hora estoy dormido, y luego explotaba en carcajadas forzadas que sí parecían auténticas. Una de las reglas que molestaba a Kanao era que Susamaru, cada que se le cantaba, podía acompañarla en su hora de estudio. No podía botarla porque era el mismo Douma quien le reclamaba a ella, así que varias veces solo se calló y esperó o se fue hacia la antigua alcoba de Hana a llorar sin motivos porque en realidad sí había varios de estos enterrados bajo la alfombra

—Douma-san indicó que no debes encerrarte con llave.

—Y eso a ti qué te importa.

Descontenta, Susamaru frunce los labios y luego suelta una risotada amarga como su rostro. Lastimosamente hoy no podré acompañarla mientras estudia porque Douma-san pidió que le comunicase que está esperándola en su alcoba. Kanao siente ganas de vomitar. Pidió que no se demorase, Kanao-san. ¿Ahora soy Kanao-san? Siempre será Kanao-san cuando se porte bien, Kanao-san, así que acompáñeme a su alcoba para resguardarla y para asegurarme de que no le eluda como la última vez.

—Aún no termino de estudiar —se pretexta, cansada—. Dile a tu señor que después...

—Dio órdenes estrictas —corta—. Será mejor que me acompañe de una vez.

—No quiero ir.

—Y eso a mí qué me importa.

Kanao y Susamaru comparten miradas antipáticas hasta que es la misma Kanao quien da un paso al frente y cierra la puerta detrás de ella. Tanjirou escucha el tronar de las maderas, por lo que entiende que o bien ella se fue con Douma o se quedó junto a él. Hay un sentimiento distinto que se le enreda entre los dedos. Cuánto ha cambiado la vida en estos años, ¿no es así? Hay que seguir andando.

ESTRAGOS | TANJIKANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora