cuarentaicuatro

116 13 35
                                    

かまど, 栗花落 カナヲ 
estragos: capítulo cuarentaicuatro
«tú y yo antes de»



primero de septiembre


Las despedidas duelen, aunque no mucho si hay esperanzas de regresar pronto. Kanao había dejado la casucha donde habitaba Tanjirou hacia unas horas, pero antes de partir coordinaron su nuevo punto de encuentro, que no era nada más y nada menos que en la capital de Taiyou, donde él se escondería en la antigua posada que antes les dio vida para luego arrebatársela. Sería en ocho días, por lo que no tenían mucho tiempo que perder. Se despidieron con un beso sabor a anhelo y luego ella dio media vuelta para dirigirse a su jaulita de oro.

Antes de llegar a su casa, se obligó a pasar por una panadería cualquiera a comprar una tartaleta de frutos silvestres, el favorito de Douma. No le hacía un regalo porque le quería ni porque respetaba sus decisiones, sino más bien porque prefería aparentar llevar en armonía las cosas entre ambos antes de prenderle fuego vivo. La boca se le hacía agua con tan solo pensarlo, y ahora incluso más sabiendo que después de eso aún había un futuro con su hija y Tanjirou.

El cochero favorito de Douma la dejó en la puerta del jardín, a pedido especial de ella porque así llegaría directamente a la cocina, donde pondría a calentar la tartaleta para aparentar que ella misma lo hizo. Incluso, de ser necesario, se ensuciaría con harina las mejillas y desarmaría su moño bien peinado, pero eso sería después de subir hacia su habitación para ponerse más cómoda. Sin embargo, para llegar a su habitación había que cruzar el cuarto de música, que era utilizado meramente por Douma. No sabe con exactitud si era el piano o él, pero en definitiva había algo distinto, tenebroso.

—¿Hola...? —pregunta Kanao sin proponérselo. Carraspea un poco y da un paso adelante, pero, a diferencia de otras veces, Douma no interrumpe su momento y sigue tocando—. Hola, perdón la demora.

—Te esperaba más tarde. —Douma se detiene por un segundo, la voltea a ver en ese mismo intervalo y le sonríe antes de volver a enfocarse en el piano—. ¿Qué tal tu viaje de estudios?

—Resulta que la glicina del norte y la del sur no difieren en nada —inventa a la rápida, retrocediendo el paso que antes dio—. Iré a darme un baño y luego prepararé un postre.

—Bien.

Y luego viene un silencio inusitado. Kanao sale del cuarto de música y avanza con firmeza por esos pasadizos vacíos. Es lunes, ¿por qué no veo a nadie por aquí? La espinita de la duda hiere profundo. Entrecierra el ojo y da media vuelta, regresando al espacio de Douma para preguntarle por qué la servidumbre no está por ahí, merodeándola como siempre lo hacen. La melodía de terror se sigue reproduciendo y los dedos expertos de Douma no dudan en ninguna ocasión. Cuando siente su presencia se detiene, se levanta y se apoya contra el piano, mirándola de otra manera.

—Te haré solo una pregunta —empieza, a lo que también Kanao empieza a enervarse. Es evidente que lo sabe, no sabe cómo se enteró, pero lo sabe—. ¿Te gustan los regalos grandes?

O quizá no sabe nada. Kanao entreabre los labios y la excusa se le muere en la garganta. ¿Puedes repetirlo? A lo que Douma lo hace: ¿qué tanto te gustan los regalos grandes, Kanao? Porque pedí que me trajeran dos, especialmente para ti. Notando su confusión, Douma chasquea los dedos y Susamaru aparece y deja dos cajas forradas con decoración navideña. Ella tiene una sonrisa sardónica que le produce asco y miedo. Retírate, Susamaru. Y así lo hace, porque ella es la más fiel a su señor y lo será hasta el final.

ESTRAGOS | TANJIKANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora