veintisiete

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かまど, 栗花落 カナヲ
estragos: capítulo veintisiete
«el esclavo, la presa y el libertador»


dieciocho de marzo


La guerra terminó un veinticinco de octubre, justo en el mismo año que sucedió La Noche Roja, como los extranjeros apodarían a la masacre contra la capital de Taiyou ese fatídico diez y once de febrero. Si entramos en detalles, acabó a las diez de la mañana luego de firmarse el Tratado de Kikadi entre los países en conflicto. Sin embargo, la época de paz duró apenas unos dos años, pues luego Los Cómodos decidieron por fin mostrar los dientes y declararon la guerra a ambos países, aprovechando que aún se encontraban en plena recuperación.

Taiyou y Tsuki unieron fuerzas, porque el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Así es como ambos presidentes decidieron juntarse para fundar una nueva alianza, a la cual llamaron Nichibotsu. Las barreras que antes los separaban ahora los unían, y en realidad no les iba ni tan bien ni tan mal: había comercio e incluso turismo regular que ayudaba a mantener a flote su economía. El antes monopolio controlado por Inosuke Hashibira, muerto en La Noche Roja, pasó a ser parte del estado y asimismo de Nichibotsu, que le sabía sacar hasta la última gota de provecho. El pueblo ni sentía estar en guerra, pues solo era una carrera armamentista donde las trincheras no tenían cabida; aunque sí había actos execrables como el robo de información, sabotaje, delitos contra los derechos humanos, espionaje, usurpación entre otras cosas más.

—¿Algo más que debería saber?

—No, es todo por ahora, Annie, puedes irte si quieres. —Tanjirou cierra su cuaderno de bitácora frente a ella y le sonríe cuando le pilla mirándola—. No debes olvidar tu historia porque si no...

—Estaría condenada a repetirla —completa Annie, correspondiendo a su sonrisa—. Lo sé, tío Tanjirou, me lo ha dicho hasta el cansancio.

Han pasado dieciséis años desde ese diez y once de febrero. Dieciséis años con un poco más de un mes desde que sucedió La Noche Roja y la muerte de Kanao. No se siente de esa manera y no sabría que ha pasado tanto tiempo si no es porque se lo recuerdan o porque lo tiene escrito en su diario íntimo, mismo que ahora comparte con Ann, o Annie, mejor dicho, para hacerle recordar sus raíces, meramente para que no olvide que ella algún día perteneció y nació en el país que ahora es su enemigo.

Hubo muchas cosas que se perdieron entre el fuego, el humo y la ceniza esa noche. Las listas de desaparecidos y de muertos eran interminables y hasta ahora había personas que buscaban algún rastro de un familiar o amigo. De toda la capital solo un cuarto de la población sobrevivió, y muchos de ellos escaparon por temor a una réplica. Las calles de la ciudad estuvieron vacías por tres meses, mismos que duró el marasmo de Muzan tras haber perdido a su hija en la boda, y luego volvieron a llenarse porque él ideó un plan que hizo renacer lo que se perdió. Luego se formó la Alianza y esa ya es otra historia.

Entre los muertos de La Noche Roja figuraban muchos nombres de antiguos infiltrados: Makomo, los vecinos dicen que le dieron como veintinueve disparos en el pecho y diez en la cabeza; Yuichiro fue envenenado en la mañana y murió junto a su hermano, quien hasta ahora no se puede recuperar del golpe; Yushiro fue quemado vivo horas más tarde; a Aoi la encontraron muerta a unos metros del salón; y la lista puede seguir sin descanso, pero él no quiere continuar. La vida es caminar sobre muertos. Hay muchos nombres, y ahí está el de ella, y eso es lo que más le molesta. Kanao está muerta, la vio muerta frente a él y aún así cree que si rebusca bien puede encontrarla. Hay una pequeñísima parte de sí que se aferra a lo imposible; hay una minucia de esperanza que se rehúsa a soltar.

ESTRAGOS | TANJIKANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora