veintitrés

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かまど, 栗花落 カナヲ
estragos: capítulo veintitrés
«¿a qué lugar voy?»


diez de febrero


Kagaya está muerto frente a sus ojos incrédulos. Kanao, por varios largos segundos, deja de patalear contra Douma y cede ante el silencio de su cabeza. Se mantiene quieta sin querer asimilar que el hombre que la crio ya no respira, no se mueve a pesar de tiene el cuello torcido y se ve en una posición incómoda que ni el más osado podría soportar consciente. Por su parte, Douma aprovecha ese intervalo para asegurar su agarre y caminar sobre muertos, sobre cuerpos con nombre y asimismo sin futura identificación.

¿Recuerdas la primera mano varonil que te ayudó? Curiosamente es la de Kagaya. Antes de eso, Kanao no puede recordar ni las facciones de su padre, aunque sabe que lo tuvo. La voz de Kagaya resuena en su cabeza como una pelota; pero la de su padre biológico ni se aparece. No es una comparación cruel, solo verdadera. El estupor aún no se le pasa, mas hay que recordarlo para no olvidarlo: Kagaya está muerto.

Las emociones se le regresan de súbito. Estando ya afuera, justo en la puerta del salón en llamas, la rabia se le sube hasta la cabeza y le nubla la razón. Patalea fuerte contra el padrastro de Inosuke, mas él no cede. En un momento adecuado le propina un golpe en la nariz y así es como huye hacia dentro. Douma le está pisando los talones otra vez, pero no se detiene. Dime que no está muerto, Dios, por favor dime que no lo mataron. Por favor, te lo imploro, por favor, no me vuelvas a quitar mi familia... otra vez no, por favor, por favor, por favor. Pero si hubo un Dios en ese momento o no estaba viendo o prefirió no ver, pues todo siguió ardiendo como el mismo infierno. Quizá le rezaste al ente equivocado, Kanao, pero qué puedes hacer ahora.

Verle el rostro solo le sirve para confirmar lo evidente: está muerto. Lucha contra sus ganas de llorar y gana en el intento. El labio inferior le tiembla a pesar de que a su alrededor las mesas se queman y el frío de la estación poco a poco se disipa. No llora. No recuerda la última vez que lloró. Ojalá pudiera llorar para poder drenar todas emociones fulminantes, pero no sucede. Suda a mares: el cuerpo, las manos, los pies, la frente y entre las uniones. Qué sentimiento tan similar y asimismo tan distinto. Ojalá pudiera deshacerme de él.

Entre medio del tiemble saca la pequeña bolsa de tela que le dio Tanjirou antes. La moneda y la foto de sus hermanas están ahí, justo como sabía. Ya estaba afuera y volvió por eso; eso le había costado la vida a Kagaya. ¿Lo vale? ¿Valió volver y perder a su padre por una imagen de quienes no compartió mucho tiempo de vida? Si los pone en una balanza, Kagaya, Zenitsu y sus otros hermanos adoptivos sorpresivamente ganan. Tiene veinte y vivió ocho con Kanae y Shinobu, pero vivió doce con Kagaya; no recuerda las risas de sus hermanas, pero las de Aoi se reproducen en bucle. Tal vez no lloras, Kanao, pero por dentro... sí, tienes un llanto interno que no se detiene y que no parece amainar con los años. Lo tienes desde hace mucho, guardadito como quien protege un tesoro, ¿para qué situación la guardas? ¿acaso presientes que habrá otra muerte con mucho más peso en tu vida? ¡Qué curioso!

Douma, con la nariz sangrante, se planta a su lado. Le arrebata la foto de Kanae y Shinobu y luego sonríe al verlas. Parte la fotografía en dos y luego se la traga. Para que no tengas esperanzas de verlas otra vez, le dice con tranquilidad. Las cosas se guardan mejor adentro, ¿no crees, Kanao? Pero ella está tan ofuscada que ni responde ni le hace caso. En su puño guarda la moneda defectuosa de Tanjirou. Ya no puedes quitarme más, Douma, piensa y no lo dice. No permitiré que me quites más.

—Así que sí sabes quiénes son tus hermanas... —empieza Douma, asintiendo levemente—. Ah, son hermosas. Pero tú eres la más bonita de las tres.

Kanao sigue mirando a Kagaya. No tiene esperanzas de que se mueva. No lo hará porque está muerto. Si yo supiera más de medicina quizá podría salvarlo. Tal vez no aprendí lo suficiente de Tamayo-san..., ah, pero ella también está muerta. ¿Hace cuánto fue? Creo que fue en septiembre, no lo recuerdo muy bien. ¿Cuándo fue que conocí a Tanjirou? Fue un dieciocho, ¿pero qué mes fue? ¿Por qué me trasladaron? Ah, sí, fue porque maté a una niña. ¿Cómo se llamaba la niña...? ¿Cuál era su nombre? ¿Hana? ¡Hanako! ¡La niña se llamaba Hanako! Quizá esto me sucede porque maté a Hanako. Es un castigo divino por quitarle el brillo de sus ojitos. Pero maté a Hanako porque no sabía de medicina... Y Kanao sigue delirando, sigue perdida en sus pensamientos con el fuego alrededor. La realidad se siente muy atemorizante ahora y no quiere volver; prefiere rememorar sus errores para no volverlos a cometer.

Vuelven los sonidos de bala, aunque en realidad nunca cesaron. Kanao siente una demasiado cerca y se mira el cuerpo buscando una perforación, pero está limpia. Douma se inclina. Huele a sangre. Kanao le da una mirada de soslayo. Ah, le dispararon en la pierna. ¿Quién fue? Mueve la cabeza hacia la izquierda, pero no hay nada. Cuando está en el proceso de moverla hacia la derecha regresa al principio al ver el cuerpo de Kagaya. Ah, está muerto. ¿Qué estábamos haciendo hoy en la mañana? ¿Qué fue lo último que dijo? ¿A qué hora fue que sonrió por última vez? ¿Por qué me adoptó? ¿Quién soy en realidad?

Inosuke la toma del antebrazo y la arrastra hacia un lugar sin humo y que parece ser punto ciego para los francotiradores. Lleva un bulto en los brazos, pero Kanao no le presta atención. ¿Qué fue lo que comimos hoy? ¿Cuál era la comida favorita de Kagaya-san? ¿Se habrá sentido orgulloso de verme convertido en médico? No, médico no fui... una matasanos... tal vez sí, una matasanos...

—Debes llevarte a Ann hacia el hospital. Llegarás más rápido ahí que a la ciudad —ordena Inosuke, pasándole a la bebé sin percatarse del estado de trance de Kanao—. Aoi pisó una trampa para oso y tiene la pierna sangrando. La sacaré de ahí y luego volveré, pero me sentiría más seguro si ustedes tres se van de una vez.

¿Somos tres? ¿Ann, tú y yo? No, dijiste que volverías por Aoi, así que somos dos otra vez. ¿A quién estás contando? ¿Douma? No, alguien le disparó. ¿Fuiste tú, Inosuke? ¿Quién es el tercero?

—¿Dónde está Kagaya-san?

Inosuke espera una respuesta y al no encontrarla le rebusca la mirada. Kanao se la devuelve, pero está opaca. Un instante más dura su contacto hasta que ella le señala con la mirada un punto entre el humo. Inosuke fuerza la vista y así es cómo ve como su suegro poco a poco va uniéndose al fuego. El dolor se le arraiga al corazón, pero ignora el sentimiento. Siempre hay tiempo para todo y él está seguro de que habrá momento adecuado para llorarle.

—Kanao, por favor, llévate a mi hija de aquí —implora en un hilo de voz que un carraspeo elimina—: sacaré a Kagaya de ahí, pero debes asegurarme que sacarás a mi hija de aquí.

El bulto que tiene entre sus brazos se mueve. Kanao baja la mirada hacia Ann y sorpresivamente esta se la devuelve. Tiene los ojos de Aoi, piensa, ¿recién me doy cuenta de lo poco que se parece a mi hermana? Tiene la belleza de Inosuke, así que también se parece a Kotoha-san. ¿Por qué Kotoha-san se casó con alguien como Douma? ¿Desde qué edad Inosuke vivió con su padrastro y por qué luego se separaron? Quizá fue por la muerte de Kotoha-san, pero entonces...

—¡Kanao! —llama Inosuke, tomándola de los hombros para zarandearla suavemente. O lo más suavemente posible entre la desesperación—. ¡Sé que es una situación...!

Y de ahí deja de escucharlo. Se pierde entre sus pensamientos otra vez. ¿Dónde dejé la moneda de Tanjirou? Creo que la tengo en mi puño, aunque no puedo verificarlo porque tengo a Ann entre mis brazos. ¿Será muy mal visto si le devuelvo a su hija para ver qué tengo en mis manos? Pero, de todas maneras, nadie me está viendo. Todos están muertos. Quizá yo soy la siguiente. Voy a ser la siguiente. 

ESTRAGOS | TANJIKANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora