dos

486 42 13
                                    

N/A: Como mencioné en la antigua n/a, había estado escribiendo esto desde hace algunos meses. La cuestión es que la madrugada en que publiqué estragos, me faltaban unos párrafos que no encontré, por lo que lo publiqué sin ellos. Por suerte los encontré recién en otro archivoxd y por eso les pido que revisen si el cap anterior está completo: debería acabar con compasión. Amable recordatorio de que cualquier elemento en cualquier obra, por minúsculo que sea, está ahí por una razón.

Es todo. Gracias por leer <3.


かまど, 栗花落 カナヲ
estragos: capítulo dos
«terreno inestable»


cuatro de noviembre


El invierno está a la vuelta de la esquina, o quizá ya llegó. Tanjirou, puedes recordar cuándo empieza y cuándo acaba. No. No puede recordarlo, y si es así entonces lo desplaza porque no quiere seguir rellenando su mente de cosas así de vacuas. Lo ha repetido desde un inicio y lo repetirá hasta el final. Quizá no puedas decir correctamente las fechas pertenecientes al invierno, pero puedes sentirlo en tus huesos. Entumece tu piel expuesta, congela tus dedos muertos y hace bailar de un lado a otro a los sanos. Abrígate un poco, o es que acaso no puedes ver tus mejillas rojas por el frío y tu cuerpo haciendo cada vez un esfuerzo extra por mantenerte caliente, por mantenerte vivo.

Tanjirou cierra los ojos. Están apagados desde hace dos semanas, y titilan con fuerza meramente unos segundos antes de echarse a llorar. No puedes hacer nada más que llorar; drena tu vaso lleno y deja más espacio para las nuevas lágrimas que recorren las mismas mejillas teñidas por el frío. Supongo que ya no te gusta las gelatinas y tejer a crochet es un castigo, porque te recuerda a ella, porque sigue habiendo un atisbo de Tamayo en ti, porque no quieres que se vaya por completo.

Cuántas cosas va perdiendo desde que el conflicto empezó y acabó, cuántas noches va despertando con pesadillas, cuántas personas va tachando en su lista de fenecidos. Saberlo no resucitará a nadie, pero el deseo de contarlo es tan gigante que lucha en su contra a diario. Está en ese limbo donde discurre consigo mismo si es correcto buscar una hoja para escribirlos, o de lo contrario lo es echarse dormir porque les hace falta a esos ojos apagados. La guerra no le había quitado ese brillo, pero ahora entiende que nadar contra la corriente es más difícil de lo que creyó en un principio.

Muchas cosas han ocurrido desde hace dos meses. La llegada de Tsuyuri Kanao, la mujer que llegó en carruaje ese dieciocho de septiembre, marcó un antes y después en lo que vendría siendo su presente. Había cubierto sus huidas de Tamayo y siguió haciéndolo hasta que falleció, apenas dos semanas atrás. Siempre le pareció curioso que mantuviera su secreto a salvo, y asimismo siempre creyó que le estaba debiendo algo. Quieres que te pague, le preguntó una vez donde ambos se escondieron en la azotea, pudiendo ver las anchas del exterior. No seas ridículo, Tanjirou, no quiero que me pagues. Entonces qué quieres. Que te sanes por completo. No lo había podido entender en ese momento. Yo ya estoy sano, le dijo. Eso parece, pero estás podrido por dentro, le había respondido sin quitar esa sonrisita falsa, eres como un árbol hueco: de lejos pareces estar bien, pero bastará un soplido para hacerte caer otra vez.

Y cuánta razón había tenido la mujer de ojos amatistas. El soplido había llegado apenas dos semanas atrás y se anunció a la hora del almuerzo por el director general del nosocomio: Tamayo-san falleció. Al principio dudó en creérselo y se ofuscó pensando que era una broma. Siguió con su rutina como normalmente lo haría y se escondió, pero ni Tamayo vino a por él ni él salió hasta la mañana siguiente, con los ojitos tristes aceptando su nueva realidad, aceptando otra vez que alguien se le había escapado de las manos sin él poder evitarlo.

ESTRAGOS | TANJIKANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora