veintinueve

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かまど, 栗花落 カナヲ
estragos: capítulo veintinueve
«el incendio»


veinte de marzo


La primera parada obligatoria que tuvieron que hacer no fue en Taiyou, sino más bien en el extranjero. La comida se les había echado a perder debido al calor, y aunque tuvieron un gran pedazo de hielo traído desde el fin del mundo, este se derritió cuando una pequeñísima fuga en el casco de la carabela se hizo presente y los medio sumergió por unas horas. El viaje se volvió insoportable para Los Cómodos, quienes esperaban noticias; sin embargo, para la embarcación fueron más unas vacaciones forzosas y gratis.

Annie pasó de ser Annie a ser Archie Tsuyuri. El nombre lo había escogido ella, pero el apellido fue cortesía de Tanjirou. Sanemi, aunque lo captó de inmediato, no dijo nada. Conocía a la chiquilla porque cada que iba a visitar a Gen, la hija de su hermano Genya, se la encontraba merodeando por la casa de Nezuko y Zenitsu. No hablaban mucho, solo lo necesario. Una vez se quedaron en silencio dos horas en lo que acababa la clase de piano de Gen. ¿Tú hija de quién eres? De Aoi e Inosuke biológicamente y legalmente de Nezuko y Zenitsu. ¿Quién es la mamá de Gen? No lo sé, niña, eso ni siquiera lo sabe mi hermano. Gen apareció afuera de su puerta envuelta en su chaleco y asumió que era su hija. Ah, pero sí se parecen. Sí, ni como negarla. Y ambos rieron un poco para luego volver a quedarse en silencio por el resto del día, aunque luego él volvió a comenzar: ¿No quieres que te enseñe a cazar mientras esperamos a que Gen termine de tocar piano? Claro, traeré mis armas. Cazar con las manos, niña, como los verdaderos hombres. Ah, está bien. Y asimismo se explica cómo es que tiene conocimiento sobre ese ámbito desde los ocho años.

—Jaque mate, Sanemi-san. —Annie mueve el caballo en ele y reemplaza al rey—. Más suerte a la próxima.

—Muy buena estrategia. —Sanemi se lleva una mano hacia su mentón y la acaricia—. Demasiado bien para una adolescente... ¿cómo lo pensaste?

—Tanjirou-san dijo que heredé lo estratégico de mi papá, o sea, Inosuke —confiesa Annie, subiendo y bajando los hombros con desinterés—. Dijo que se enteró que su padrastro fue un exmilitar, aunque no sé su nombre.

—Ah, verdad, debía hablar con Tanjirou —redirecciona el tema—. Muy bien, Archie o Annie...

—Mejor dígame Archie, así me voy acostumbrando cuando llegue a tierra —dice Archie—. Pero dígame lo que iba a decir.

—Solo indicarte que debes dormir temprano. Mañana salimos a las seis. —Sanemi se levanta del suelo, sacude sus ropas y le da un vistazo al reloj: son las once—. Buena noche, Archie.

Y no espera respuesta porque se va, dejando la puerta abierta. Archie refunfuña a lo lejos, lo que le ocasiona una risa que se aguanta. Avanza por los sucios pasillos de la posada financiada obligatoriamente por Los Cómodos y se detiene en una puerta específica. Toca y al segundo le atiende Tanjirou.

—Llegas tarde.

—Estaba con Annie... Archie..., estaba con Archie...

Tanjirou se hace a un lado. Por ser el líder del escuadrón tiene una habitación sola, que de sola no tiene nada porque está llena de maletas que no entraron en otras habitaciones. ¿Encontraste algo de Kanao Tsuyuri?, es la pregunta que siempre le hace por ser él quien investiga su último rastro. Contrario a lo que muchos pudieron haber pensado, Sanemi tampoco se detuvo en la búsqueda infructífera de Kanao. Era la hermana de su esposa después de todo. Kanae también le había encomendado ese favor, y quién era él para negárselo. Amaba a Kanae y tenían hijos juntos, ¿qué era regalarle la duda de esa investigación? Nada. No era nada más que una fachada que en los últimos meses empezaba a solidificarse como el barro ante el sol.

Tanto como Kanae y Tanjirou habían coludido para poder hallar algo de Kanao. Lo que sea, sea lo que fuese lo querían. Su cuerpo, su nicho o su paradero. Solo necesitaban algo pequeñísimo para ponerle fin a ese asunto desde la raíz. No se habían detenido durante años y en diciembre del año anterior por fin habían encontrado una declaración de un hombre de Taiyou que vio salir a una mujer caminando del hospital la madrugada del once de febrero, no le vio el rostro, pero cojeaba y se dirigió hacia un coche que sí reconoció meramente porque el cochero era amigo suyo y se llamaba Murata. Eso atizó la investigación y ahora estaban ahí. Fin de la historia.

—¿La encontró, Sanemi-san?

Sanemi toma el atrevimiento de sentarse en la cama de su acompañante. Qué sueño, carajo. Siente el impulso de sacar la foto de su familia para darle un vistazo, pero también siente que eso es demasiado íntimo como para compartirlo con un desafortunado como Tanjirou. No puede ni siquiera pensar en cómo hubiera reaccionado él si hubiera encontrado a Kanae con una bala en la cabeza. La sangre se le enfría de tan solo imaginárselo.

—No encontré a una Kanao Tsuyuri, pero sí encontré algo interesante. —Sanemi cierra los ojos y repasa la información en su cerebro. No hay algo más seguro que ello—. ¿Kanlo Kanzaki te suena de algo?

—Kanzaki era el apellido de Aoi-san... —responde lo que Sanemi quiso oír desde un principio—. ¿Dónde está ese Kanlo Kanzaki?

—El registro dice que es varón y está en Tsuki. Quizá... te recomiendo que vayas solo para que lo veas por ti mismo...

O para que te desilusiones a ti mismo.

—¿Tiene una herida de bala en la cabeza...?

—Tiene un ojo menos. Si es Kanao, como pensamos, entonces la bala le cayó en el ojo. Hay que tener bastante suerte para sobrevivir a algo como eso.

Es demasiada información para tan poco tiempo. Tanjirou se deja caer al suelo lentamente, con disimulo. Siente un pinchazo en el corazón, pero no es alivio ni calma. Es algo distinto que sube como la espuma, que se siente insano. ¿Qué es esto que siento? Carajo... si ese tal Kanlo Kanzaki es Kanao como pensamos... si Kanao está viva como yo tanto deseo, entonces...

—Pero hay otra cosa más —añade Sanemi, atemorizándolo.

—¿Qué cosa...?

—El registro dice que Kanlo Kanzaki tuvo un hijo y una hija. Y digo tuvo porque el niño murió.

El pinchazo se detiene. Tanjirou separa los labios, lívido. Le pide que se lo repita y él lo hace, pero aún así no puede procesarlo. ¿Unos hijos? ¿Suyos y de Kanao? ¿O solo los de Kanao...? ¡Eso realmente no importa! ¡Ni siquiera sé si ese tal Kanlo es Kanao! Pero si es así, entonces...

—¿Y la niña...?

—No hay registros de defunción, pero tampoco aparece inscrita a un seguro médico o la escuela o algo parecido. Si la niña está viva entonces dudo que esté junto a ese Kanlo Kanzaki.

—¿Qué edad tiene la niña...?

—Bueno, ya no es una niña. —Sanemi se corrige sin mirarlo. Se nota que ya carga demasiado—. Tiene quince años.

—¿Y su fecha de nacimiento?

—No apareció el día, solo el año —corrige Sanemi—. Puedo averiguártelo si es que me das más tiempo para ir a Tsuki...

—No, iré yo mismo —le corta—. Prefiero desilusionarme yo mismo. 

ESTRAGOS | TANJIKANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora