treinta y tres

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かまど, 栗花落 カナヲ
estragos: capítulo treinta y tres
«la joven, su amante y el ladrón»


¿Has escuchado esa historia que corre de boca en boca, Hana?

Había una vez una mujer. Una joven. Tenía veinte años y pronto cumpliría veintiuno. No era una princesa, pero era una noble. Su papá... uhm... sus papás biológicos le abandonaron o tal vez la robaron (¡eso realmente no importa!) cuando tenía ocho años; sin embargo, un rey muy honesto y amable le recogió de un basurero. Luego de eso se convirtió legalmente en una princesa, pero seguía teniendo sangre noble ¡y jamás debemos olvidar nuestra historia porque sino estaríamos condenados a repetirla! ¿entendiste, Hana?

La joven trabajaba en un hospital. Era muy torpe, y una vez administró mal la medicina de una niña. La niña murió a los minutos. Los padres de la niña juraron vengarse de ella, pero nunca sucedió. O al menos no sucede hasta ahora. La joven nunca superó su muerte y decidió esforzarse de más para poder dejar atrás las muertes. La joven es una tonta porque no sabe que en la medicina siempre hay muertes inevitables. ¡Pero no nos desviemos! El rey ayudó a su hija para que pudiese retomar la medicina, ¡había sido un borrón y cuenta nueva! El rey se preocupó mucho por su hija y la mandó a otro hospital con un nuevo encargo: poder estudiar la glicina junto a una mujer más sabia que ella, ¡la más sabia del mundo!

Llegó al hospital un dieciocho de septiembre. La joven se había perdido por unos momentos, a pesar de que la estructura del hospital era el mismo que el anterior. Buscó a alguien que le ayudase, pero no encontró a ningún colega suyo. Buscando y buscando se topó con un paciente de guerra: él se llamaba... no recuerdo su nombre, pero le diremos el amante. El amante le dijo que no sabía dónde los médicos reposaban y luego se esfumó ¡zas! La joven se quedó algo descolocada por tal falta de respeto; había sido criada para dar respuestas concisas y que alguien no se las diese le abrió la mente de una manera distinta.

El joven, el amante, quiero decir, había estado en el hospital poco tiempo. ¿Te acuerdas de la mujer sabia de la que te hablé? ¡Pues ellos dos eran muy buenos amigos! El amante se deprimió cuando la mujer sabia murió y la joven también lo lamentó, pero no en la misma medida. El dolor siempre golpea diferente, compréndelo, Hana, por favor, te pido que lo comprendas para que puedas entenderme, para que por lo menos puedas comprender que hay cosas que escapan de mis manos.

¡Pero hay que regresar al tema! El amante y la joven se hicieron amigos con el tiempo. Luego de unas semanas la joven se enteró que le habían mentido al amante. ¿No te parecen sucias las mentiras, Hana? A mí no me gustan, por eso siempre te soy sincera. Un señor nefario y ladrón le había dicho al amante que la guerra había acabado, pero eso era una mentira muy cruel. La guerra seguía en pie y él volvería a ella tarde o temprano. Para ese punto, la joven ya empezaba a estimar demasiado al amante. Se contactó con sus amigos y decidieron ayudar al amante a huir de ahí antes de que pudiese ser reclutado otra vez. ¡Y lo olvidaba, pero el amante no recordaba nada de su vida anterior! La joven no podía ayudarle sin eso, pero de igual manera le encontró una solución: mandarlo al país de Hoy y Siempre. Inevitablemente, la joven y el amante se empezaron a querer. En cierto punto, el amante se fue por su propia cuenta hacia al país de Hoy y Siempre. La joven lo sintió, pero sabía que era necesario si es que quería vivir. Hizo los sentimientos a un lado y lo dejó irse, pensando que nunca más lo vería.

Se equivocó. El amante volvió porque su padre estaba mal y necesitaba medicinas. Estuvo de paso y visitó a la joven. Ambos se amaron durante una noche y a la mañana siguiente se despidieron. Otra vez pensaron que nunca más se verían, pero volvieron a juntarse la madrugada de un once de febrero. Esa fue la última vez que se vieron porque el hospital ardió en llamas provocadas por el enemigo. La joven recibió una bala en el ojo y se lo quitó, el amante pensó que ella había muerto. El ladrón, que se había fugado preso de miedo por sus actos vandálicos, regresó aprovechando que no había nadie junto a la joven y se la llevó a un castillo situado en el extranjero, donde no había ningún conflicto bélico. Lo que el ladrón no sabía era que la joven esperaba a dos bebés: un varón y una mujercita... vamos a ponerle el ratón y la ratona. ¿Te agrada, Hana? Espero que sí.

Al principio, el ladrón no aceptó a los bebés. La joven conminó con matarse si es que no aceptaba a sus hijos, y así fue como el ladrón se convirtió en padre adoptivo. El ladrón pudo haber mentido en todo momento, pero lo único verídico de él parecía ser su amor hacia la bebé. El ladrón amaba a la ratona y odiaba al ratón porque le recordaba demasiado al amante. ¡Odiaba mucho al amante, su cabello rojo y su tonta presencia que siempre estaba presente en la joven! ¡Es por eso que decidió vengarse con quien más se parecía: con el ratón!

Una mañana, la joven entró a la habitación del ratón, pero ya era muy tarde, el ladrón había robado de su vida. La joven se puso como loca, rompió cosas, lloró lágrimas de sangre y se ofuscó tanto que olvidó la vida de la ratona. Fue dos meses después que recién reaccionó e ideó un plan para vengarse del ladrón. Sin embargo, era muy tarde, el ladrón y la ratona eran muy amigos y se querían mucho; vivían juntos, comían juntos, cantaban juntos. El ladrón la amaba y la ratona parecía corresponderle. La joven sabía que, si quería proteger a la ratona, esta debía hacerla desaparecer.

¡Pim, pam! La joven, una mañana de octubre, se llevó a la ratona hacia la profundidad de un bosque y luego contactó con uno de sus hermanos adoptivos, quien tenía una extraña cicatriz en el rostro. Le pidió que se la llevase a otro país porque se lo debía, dice que su hermano le había quitado mucho y que tenía que hacerlo. El hermano de la joven y asimismo el tío de la ratona la dejó con un hombre que siempre acostumbraba a criar niños y entrenarlos por seguridad; lo había hecho desde siempre y la última vez le habían matado a los niños, por lo que no le costó mucho convencerle. La ratona se separó de su madre cuando tuvo doce años, pero desde ese entonces ella sufre por su ausencia y lamenta el camino de la vida. ¿No lo lamentas también tú, Hana?

Es la historia, ahora algo cambiada porque en ese entonces no sabía que te iba a perder, que te vengo contado desde que tienes seis años, y ahora que tienes quince espero que puedas leer entre líneas lo que quiero decirte. Respóndeme las cartas, Hana, mándame al carajo si quieres, pero contéstame, por lo menos contesta una. 

Con amor,
mamá

ESTRAGOS | TANJIKANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora