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Apoyado en el borde de la pista esperaba a que aquel chico pelinegro se colocara los patines. No pudo evitar notar que sus dedos delgados temblaban mientras ataba los cordones y lo gastadas que estaban sus cuchillas. Jamás patinaría en esas condiciones, pero no haría el comentario; obviamente no era alguien que gozaba de una buena economía y solamente quería terminar de verlo y salir. El simple hecho de invitarlo fué para que después se marchara a casa y no se quedara en la nieve dando lástima.

Él comenzó a realizar varios estiramientos de sus brazos, pero al ver su semblante de impaciencia simplemente entró a la pista, dió una rápida vuelta y se colocó en el centro.

—No tengo música... así que la rutina...— murmuró nervioso.

—Si eres buen patinador la harás igual— dijo sin ganas, apoyando su codo en la barra y haciéndole un gesto para que comenzara.

Sasuke asintió y se puso en posición.

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Respirando apenas, se acercó buscando aprobación con ojos esperanzados, pero éstos se apagaron al ver que el semblante de Naruto no había cambiado nada.

—¿Esos son todos los saltos que sabes?— preguntó.

—Los que más domino... pero una vez hice un triple Axel en una práctica y puedo hacer un Salchow cuádruple... no lo clavo siempre, pero... Entreno mucho, trabajo en el centro comercial y en la noche el encargado de la pista me deja usarla a cambio de que pase la pulidora gratis— rió ansioso.

—Mira chico, se nota que te gusta ésto, pero hay patinadores que a tu edad tienen cuatro cuádruples en una rutina. Con Lutz's simples, Flip's, unos cuantos angeles y saltos rusos no se ganan competencias. Tampoco lo ejecutaste bien; el Lutz se inicia con el filo externo del patín, lo convertiste en un Flutz y para colmo el cargamento del salto fué deficiente.

—¿Cargamento...?— preguntó confundido y Naruto colocó una mano en su frente.

—Ni siquiera sabes las partes de un salto, ¿qué esperabas hacer delante de tanta gente en la prueba?— lo vió apretar los labios y girar el rostro, completamente rojo —Es bonito el patinaje, pero no es un juego. Si piensas que porque simplemente te guste ya puedes alcanzar la cima... pues no es así. La competencia es muy dura y tú no estás preparado. No malgastes más tu tiempo— sentenció y sin esperar respuesta, pasó por su lado con dirección a la salida.

—¡¿Eso es todo?!— lo escuchó gritar —¡¿No eras el que decía que no importa lo duro que sea el camino, siempre podemos llegar a la meta?!

—Caí en la realidad, chico. Hazlo tú— bramó sin voltearse y escuchó sus gruñidos de impotencia.

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—Y... ¿cómo te fué?— preguntó Marian mientras terminaba de servir comida en su plato. Naruto levantó la cabeza para mirarla y solo eso bastó para que su hermana suspirara —¿Nada interesante?

—Lo mismo de siempre, y Jiraiya quiere que me una a su equipo de entrenadores.

—Eso es una excelente noticia y una gran oportunidad... peeero le dijiste no, ¿no?— él asintió —Ya no sé qué hacer contigo.

—No tienes que hacer nada— murmuró llenando su boca de pasta y luego de masticar se quedó pensativo —No me siento atraído a enseñar, incluso le dí la oportunidad a un chico que Jiraiya rechazó... pero no tenía nivel de competidor.

—Bueno, conociéndote, si te quedaste hasta el final algo bueno hizo...— señaló su hermana.

—Era pésimo, sin técnica, ni siquiera tenía buena resistencia... pero no podía apartar la mirada.

—Eso es un inicio— sonrió.

—Olvídalo, le abrí los ojos. No creo que vuelva a patinar.

—¡¿Qué hiciste, Naruto?!— gruñó ella, sobresáltadolo.

—Tiene dieciocho y su...

—¡¿Ahora quieres que todo el mundo caiga en el hoyo, solo porque tú no sales de él?!— reclamó furiosa y Naruto frunció el ceño.

—¡¿Qué hay de malo en enseñarle la realidad?!

—Ya tuve suficiente, no sé donde diablos se escondió mi hermano, pero éste idiota egoísta no es— colocó los cubiertos con fuerza sobre la mesa y se puso de pie —¡Ash... si no fueses un minusválido te golpearía!— amenazó levantando un puño y luego se fué dando pasos firmes hasta que él, en shock, sintió el portazo de su taller.

—¡¡Vete a la mierda, Marian!!— gritó encolerizado y golpeó la mesa —¡Maldita loca!

El enojo no le permitió terminar de cenar y simplemente decidió acostarse. Largo rato pasó mirando el techo de su habitación, los trofeos y medallas colocadas en repisas y la pared del lado derecho; otra vez sintiéndose miserable e impotente. Con un gruñido se sentó y masajeó su rodilla derecha, notando la cicatriz de la operación incluso por encima de la ropa.

—En la cima no hay nada más que una enorme pared en la que te estrellas y haces pedazos, ¿por qué llevaría a ese chico hasta allí?— balbuceó con labios apretados —Está mejor así...

Entonces la imagen de sus brazos delicados siguiendo una música imaginaria llegó a su cabeza. Las expresiones tan sentidas, la gracia con la que danzaba sobre los filos y la pasión que le ponía a cada pirueta, por pequeña que fuera. Sonrió levemente y negó.

No soportaba estar mucho tiempo enojado con Marian, desde la muerte de su madre hacía diez años ella era todo lo que tenía. Lo había apoyado en cada aspecto de su carrera, incluso dejando de lado la suya a veces, solo para acompañarlo en las competiciones. Así que dejó su habitación y caminó hasta el taller, aún desde afuera se podía escuchar el ruido enérgico de la máquina de coser. Cuando tocó, éste no se detuvo, así que entró y ocupó una silla a su lado después de quitar un bulto de prendas y colocarlas en una mesa auxiliar.

Ella no giró, mantenía su ceño fruncido mientras miraba la aguja.

—¿Me disculpas?— preguntó sincero.

—¿Yo?— inquirió sarcástica —Yo no tengo nada que disculparte.

—¿Entonces ya no estás enojada?

—¡Estoy que me lleva el diablo!— exclamó y luego gruñó cuando el hilo se partió. Apoyándose en el espaldar de su silla respiró profundo para calmarse y en silencio se quedó por unos minutos —He llorado suficiente por tí, Naru, ahí donde no podías notarlo... pero ya no quiero seguir haciéndolo. Verte perder tu sueño fué muy doloroso,— lo miró con los ojos aguados y él bajó la cabeza —pero que destruyas los de otra persona no lo puedo soportar. Si Jiraiya lo rechazó es porque no pertenece a la academia, ¿o sí?

—No...

—Ni siquiera sabes cómo fué que aprendió o los trabajos que pasó. Si le gusta el patinaje, ¿crees que no querría estar en una academia de prestigio como la tuya?

—No creo que haya podido pagarla— admitió y la vió negar.

—Si ese chico llamó tu atención incluso sin medios, quién sabe de lo que sería capaz contigo como entrenador.

LEGACY (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora