D Í A 4

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꧁D Í S P U E S T O꧂

Terminé de ordenar mi horarios y las cosas que usaría para cada clase y tenía que comer algo, tomé mi dinero, mi teléfono, un libro y salí a la cafetería cercana a mi edificio. Me senté en una de las mesas de afuera del lugar y comencé a comer mientras leía.

—Se ve bien, ¿qué es? —Aidan se sentó frente a mí.

—Algo que ningún vegano comería —no lo mire.

—¿Lista para tu primer día de clases?

—Lo estoy, ¿qué hay de ti? —rió sin gracia y lo mire, se quitó los lentes de sol que traía y acomodo su gorra.

—Claro, siempre estoy listo —me guiño.

—Pues lo dudo está vez —suspiré.

Tus manos son mi caricia mis acordes cotidianos, te quiero porque tus manos trabajan por la justicia —comenzó a hablar y reconocí el poema—. Si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo y en la calle codo a codo somos mucho más que dos. Tus ojos son mi conjurocontra la mala jornada, te quiero por tu mirada que mira y siembra futuro. Tu boca que es tuya y mía, tu boca no se equivoca, te quiero porque tu boca sabe gritar rebeldía.

—Vaya, Gallagher —sonreí—. No sabía que te gustaba la poesía.

—Hay cosas que no sabes de mí, darling —sonrió.

—Lo que tu digas, gorrita —puse los ojos en blanco.

—Honestamente es la primera vez que leía algo de poesía, pero sin duda y si te gusta, aprendería cada poema que existe.

—Me gusta la poesía, no tiene que hacer eso, descuida —sonreí.

—Princesa, haría cualquier cosa por ti —pestañeo coqueto.

—La poesía no va contigo, mejor dame terapia —reí.

—Éticamente no puedo y tampoco quisiera dar terapia a nadie —suspiro.

—¿Y qué harás? ¿Iras a lo organizacional? ¿Educación? ¿Deporte? ¿Criminal?

—No lo sé, lo organizacional es lo que mejor paga —se encogió de hombros—. No creo que sea bueno en el ámbito educativo y en lo criminal no creo poder, como sea, quizá me vaya por trabajar en alguna empresa, lo que sea menos psicología clínica.

—Jamás había visto a alguien importarle tan poco su futuro —frunció el ceño.

—Claro que me importa, dije que iré a lo organizacional.

—Si, algo que seguramente no vas a disfrutar —apartó la mirada—. Como sea, es tu vida y tu problema.

—La preparatoria era más sencilla —murmuró.

—Bienvenido al inicio de la vida adulta —reí.

—Es tu segundo año, estás a tiempo de cambiar de carrera.

—Eso haría que tuviera que iniciar de cero.

—¿Importa? —no dijo nada—. Deberías pensarlo.

—Ni siquiera sé qué otra cosa podría estudiar —susurró.

—No hay prisa.

—Ver tu comida me dio hambre.

Antes de poder decir algo se metió en la cafetería, suspiré volviendo mi vista al libro, en cuanto lo vi regresar lo guarde y seguí comiendo ahora en compañía de él.

—Mi mamá y mi abuela te mandan saludos.

—Gracias —sonreí—. ¿Como esta tu abuela? Hace mucho que no la veo.

—Creo que desde que teníamos once —rió—. Ella está bien, se acuerda mucho de ti.

—Que linda. ¿Te acuerdas cuando caímos en la piscina? —reí.

—Claro que si, nuestras mamás no querían que nos metieramos y por jugar en la orilla caí y te jale conmigo —comenzó a reír.

—Tu abuela les dijo a ellas que activo los aspersores sin querer y por eso estábamos empapados.

—Creo que nos salvó de un buen regaño —sonreímos—. TN, si éramos amigos, ¿por qué te alejaste?

—Ya te lo había dicho, tu pubertad inició y las chicas se acercaron a ti —mire mi comida casi terminada.

—Pero si eso fue como a los, no sé, ¿trece? Teníamos once cuando te alejaste, fue tan repentinamente que no sabría decir qué pasó para que lo hicieras. ¿Qué fue lo que pasó?

—Crecimos e hicimos nuevos amigos, no hay gran misterio detrás de eso —volví a comer.

—No lo tomes a mal, pero yo no te recuerdo con amigos y si llegabas a estar con alguien eran los del equipo de debate y dudo mucho que fueran tus amigos —no respondí—. ¿Princesa?

—Ya no importa, Aidan, es pasado —vi que terminé mi comida y me puse de pie—. Éramos niños, supongo que es lo que hacemos a esa edad. Te veo luego.

...

Me acababa de duchar y tenía puesta el pijama, podría bañarme por la mañana antes de clases, pero lo cierto es que era todo un caos al haber tantas personas en el mismo edificio. Iba a acostarme cuando mi teléfono sonó anunciando una llamada de Sasha.

¡¿Es verdad?! —grito solo atendí.

—¿Qué me dejaste sorda con ese grito? Si, creo que sí —hice una mueca.

No, lo que me dijo Aidan.

—¿Qué te dijo? —fruncí el ceño.

Que le diste treinta días para enamorarte.

—No es tan así, él quiere eso, pero no pasará.

¿Por qué tan segura?

—Porque lo sé —suspiré.

TN, ¿por qué siento que si quieres que él haga lo que este queriendo hacer?

—¿De qué hablas? —fruncí el ceño.

Ya sabes, quieres ver todo lo que está dispuesto a hacer porque...

—¿Por qué, qué?

Porque ya estás enamorada, por eso dices que no pasará, solo quieres ver su forma de conquistarte.

—Estas loca, Aidan no me gusta.

¿A quién quieres mentirle? —rió.

—No miento —murmuró.

Bueno, fingiré que te creo.

—Debería dormir, mañana inician las clases.

Bien, descansa.

Colgué y por fin pude dormir.













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¿Referencias a otra historia en este capítulo? No, para mada...

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Treinta días para enamorarme || 2 || AG [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora