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D E F E C T O


Desperté tarde, eran las once y media cuando desperté gracias a un mensaje de Max que enviaba un meme. Me vería con Aidan en menos de una hora y yo me había quedado dormida por quedarme leyendo hasta tarde el libro que él me dio —aún que claro, ya lo había leído antes—.

Me duche rápido y busque en mi armario algo decente, no sabía a dónde iríamos por lo que debía ser algo para cualquier ocasión; jeans, camisetas y sudaderas terminaron amontonadas hasta que me encontré con lo que me sentía mejor. Corrí hasta donde quedé de verme con Aidan, iba quince minutos tarde, lo vi a lo lejos con la mirada en el suelo y sus manos en los bolsillos.

—Hola —dije muy apenas cuando llegué a él, había corrido—. Lo siento tanto, se me hizo tarde —suspiré tratando de regular mi respiración.

—Pensé que no vendrías —lo miré a los ojos.

Algo que me gustaba de él era sin duda sus ojos, ese verde era cautivante y era fácil perderse en él, pero también eran muy sinceros; en la mirada de Aidan podías ver muchos de lo que él sentía y ahora veía su alivio y emoción.

—Solo desperté tarde —sonreí.

—¿Y estas lista? —asentí—. Vamos.

Iba a caminar rumbo a la salida pero me detuvo tomando mi mano, lo mire con el ceño fruncido.

—Por aquí.

Tiro de mi y me deje guiar, al final él era quien conocía lo que haríamos hoy. Me di cuenta de su dirección y reí cuando nos detuvimos donde hace unos meses inició esto realmente.

—¿Volveremos a cruzar todo el país? —reí.

—Princesa, contigo iría hasta el fin del mundo —sonrió—, pero no, ya veras.

—Pues quedó hermoso.

Ese viejo auto que hace unos meses podría haber vendido como chatarra, hoy se veía como seguramente se vio en sus mejores años. Aidan me había contado los arreglos que le hizo al auto pero no lo había visto de cerca; lo había pintado, le cambió las llantas y el toldo removible se veía nuevo.

—¿Te gusta? —me miró ilusionado.

—Me encanta, sabía que lo dejarías como nuevo.

—Trabajar con los padres de Erick ayudó mucho —abrió la puerta del copiloto—. ¿Vienes?

Subí con una sonrisa y después cerró mi puerta para correr al otro lado y arrancara, había cambiado el tapiz de los asientos, antes podía ver la esponja de cada asiento, ahora olía incluso a nuevo y un ligero toque a coco. El auto por fuera y dentro, era un digno auto de un chico de casi diecinueve años.

—Huele a ti —comente sin darme cuenta, me sonrojé y él rió.

—¿A mi? —dijo divertido—. ¿Cómo es eso?

—A coco —murmuré.

—¿Y te gusta? —sonrió sin quitar la mirada del camino.

Treinta días para enamorarme || 2 || AG [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora