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꧁ Q U E D A T E ꧂


Maratón 1/3 

Narra Aidan.

Tenía los codos sobre mis rodillas con la cara escondida entre mis manos mientras mi pierna derecha subía y bajaba con desesperación. Suspiré y miré la maleta de hombro que estaba a mi izquierda y el boletín de avión sobre esta.

No podía seguir en Boston, necesitaba volver a Seattle, tenía que irme ya.

—Pasajeros del vuelo DA190 con destino a Seattle, favor de abordar por la puerta B.

Era mi vuelo, ya después me preocuparía por volver a Boston.


...


Narra TN.

Desperté con mi alarma, tenía clases a las ocho de la mañana. Me sentía cansada a pesar de haber dormido, me sentía triste y sin ánimos.

Me obligue a salir de la cama para darme una ducha e ir a clases. Casi no presté atención a ninguna, apenas desayuné y miraba a mi alrededor esperando verlo. Evite a toda costa encontrarme con Thomas y por fortuna lo logre. A la hora de siempre, camine al auto de Aidan para ir al asilo, lo espere un rato, pero nunca llegó así que lo llamé topando e directamente con su buzón de voz. Llamé un par de veces y decidí dejar un mensaje en su buzón.

—Hey, hola. Estoy junto a tú auto, ¿irás al asilo? —me quedé en silencio—. Lamento mucho lo que pasó ayer, yo... solo... me iré al asilo, nos vemos.

Colgué y caminé a la parada de autobús, vi que había esperado a Aidan una hora y que mi teléfono acababa de morir, no me preocupé, no quería que nadie me llamará.

El camino al asilo fue más largo que de costumbre, ir en el autobús era menos rápido que cuando venía con Aidan. Entre a recepción y le sonreía Dalila, la recepcionista.

—¿Hoy no viene tu novio? —sonrió.

—¿Mi novio? ¿Hablas de Aidan? No es mi novio.

—Lo siento —sonrió apenada.

—Descuida —suspiré.

—Te advierto que ahí dentro hay una lucha campal—la miré sin entender—. Velo por ti misma.

Le hice caso y entré a la sala de estar, todos los habitantes estaban rodeando una de las mesas, con cuidado pase entre todos los adultos hasta poder llegar a ver lo que ellos. La señora Robinsón y el señor Harries jugaban al poker.

—¡En tú cara, vieja bruja! —celebró el Señor Harries.

—Solo por esta vez Harries, solo está vez —sonrió la señora Robinsón.

Todos los demás comenzaron a dispersarse al ver que el show terminó, el señor Harries me miró y sonrió.

—¡Niña!

—Hola —saludé a ambos y me senté quedando en medio.

—¿Y Aidan? —preguntó la señora Robinsón.

—Oh, él... no pudo venir, tenía... mucha tarea —mentí.

—¿Discutieron? —la miré sorprendida—. Soy vieja, sé cosas.

—Pues la verdad es que sí —suspiré.

—¿Juegas? —el señor Harries me mostró las cartas ya barajadas.

Treinta días para enamorarme || 2 || AG [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora