D Í A 13

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꧁ M A L D Í A ꧂


Narra Aidan.

Desperté y no por mi despertador, el odioso de mi compañero de cuarto había puesto música a un volumen excesivo; me senté en la cama mirándolo mal.

—Buen día príncipe durmiente —sonrió con burla—. Si no te apuras, llegaremos tarde.

—¿Tenías que despertarme así? —suspiré.

—Anda, ya sabes como se pone Sofi cuando llegamos tarde.

Me recosté en la cama de nueve con un suspiró, no sé en qué momento pensé que sería buena idea tener a Elías como compañero de habitación. No tenía ganas de salir de la cama, mucho menos ir a clase y más porque sentía que sería uno de esos malos días.

Como ayer al ver al surfista bronceado.

Elias y yo comenzamos a prepararnos para ir a clase, tomé mi mochila y salí junto a Elías. Me venía hablando sobre su plan para una cita con Sofi, venía prestándole atención, tanta que no vi el cúmulo de cajas con el que tropecé y de no ser por Elías, habría caído.

—Cuidado —rió.

—¿A quién se le ocurre dejar cajas ahí? —bufé y él siguió riendo.

...

—Muy bien, jóvenes, para que terminemos con la clase hoy, traigan sus ensayos para registrarlos —empecé a buscar en mi mochila—. Lo dejan en mi escritorio y se van.

Mis compañeros empezaron a desfilar para dejar los ensayos y yo seguía buscando en mi mochila, pero no estaba.

—Carajo —susurré.

—¿Aidan? —mire a Sofi.

—Olvide el ensayo en la habitación —intente seguir buscando.

—¿Jóvenes? ¿Algún problema? —mire al maestro.

—Yo... olvidé mi ensayo en mi cuarto.

—Soy testigo que si lo hizo —Elías trató de ayudarme.

—Iré por él y lo traigo —señale la puerta.

—Solo por esta vez, lo veré en el edificio D a las dos de la tarde —asentí.

Tenía dos horas más, Sofi y Elías entregaron sus trabajos y salimos del aula para irnos.

—Ve por tu trabajo de una vez —Elías contenía la risa.

—Ya voy —suspiré—. Los veré en un rato.

Pará cortar camino pase por las canchas, había unos chicos jugando fútbol, tuve que echarme atrás al ver que el balón venía en mi dirección.

—¡Perdón amigo!

Me gritaron y le resté importancia y seguí mi camino hasta mi habitación, mi habitación estaba en el cuarto piso y el elevador no servía así que tuve que subir los cuatro pisos por las escaleras. Encontré el ensayo debajo de uno de los libros de mi escritorio y volví a salir del edificio, camine fuera e iba a cruzar de nuevo la cancha cuando una chica chocó conmigo.

—Lo siento tanto —ensucio mi playera con salsa de tomate del hot dog que comía—. Tengo una servilleta.

—Descuida —suspiré, tomé la servilleta que me dio y comencé a limpiarme.

Me alejé de la chica aún limpiando mi camiseta, una voz, una muy linda voz, me detuvo.

—Creo que te ensuciaste —rió.

Treinta días para enamorarme || 2 || AG [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora