D Í A 2 9

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꧁ N A D A N D O ꧂  


—Por fin —suspiré al ver que terminé mi examen.

Me levanté tomando mi mochila y mi examen para acercarme al escritorio, se lo di a mi profesora de penal y sonrió al tomar mi examen.

—Realmente espero un buen resultado de su parte.

—Lo tendrá —sonreí.

Esperó...

Salí del salón sintiendo que volvía a respirar, todo lo que estudié con Aidan venía dentro de mi examen y eso me tranquilizaba bastante. Recibí un mensaje de Aidan diciendo que si íbamos de una vez al asilo y acepte.

—Hola —sonreí al acercarme a Aidan qué me esperaba recargado en la puerta de su auto.

—Princesa —hizo una reverencia y me abrió la puerta.

—Gracias —reí.

Aidan entró al auto y arrancó, me ocupe de buscar algo en la radio y al encontrarlo, me acomode en el asiento.

—¿Tu examen? —gire a verlo con una sonrisa.

—Creo que bastante bien, lo que me ayudaste a estudiar estuvo ahí. Gracias por ayudarme.

—Me alegro que saliera bien y no me des las gracias, me gusta ayudarte. Se que tendrás una muy buena nota —me miró un segundo y me sonrió.

—Gracias.

Regresó su vista al frente y yo a la ventana a mi lado viendo el paisaje.


...


—¡Niños! —la señora Robinsón abrazo con fuerza a Aidan.

—Mi señora bonita, qué bueno verla.

—Desaparecieron varios días, este vejete y yo pensamos que ya no volverían —señaló al señor Harries.

—¿Qué? Por favor, no, no se libran tan fácil de nosotros —reí.

—Tuve que irme a Seattle, mi abuela estuvo en el hospital —Aidan suspiró.

—Oh, ¿cómo está?

—Bien, está mejor —sonrió—. TN corrió a buscarme en cuanto lo supo.

—No me sorprende, tenía que ir contigo —el señor Harries rió y yo lo miré.

—Y no venimos antes porque hemos tenido exámenes —suspiré.

—Lo bueno es que tu abuela y ustedes están bien —la señora Robinsón nos acarició una mejilla a cada uno.

—Oiga, señora bonita, tengo una bufanda qué terminar, ¿me ayuda?

—Pero claro que sí.

La señora Robinsón se colgó del brazo de Aidan y lo arrastró al resto de señoras que tejía. Me crucé de brazos mirando al señor Harries con los ojos entrecerrados.

—¿No le sorprende que fuera con él?

—Pues no, niña. Estoy seguro de que habrías ido nadando de ser necesario.

—¿Por qué haría yo eso?

—Porque necesitas asegurarte qué él esté bien —rió—. Me recuerdas tanto a mi reinita, a ella también le costó al inicio aceptar que le gustaba —suspiró melancólico—. Y míranos, sólo la muerte pudo separarnos.

—¿Está intentando decirme que me gusta Aidan? —Frunci el ceño.

—¿Y no es así? —Hice una mueca.

—Mejor dígame, ¿cómo está su bruna Sarah?

—Está bien, cambiemos el tema y hare como que no me doy cuenta—volvió a reír—. Ella está bien, bueno, no le ha ido muy bien en su trabajo pero dice que no debo preocuparme.

—Espero que su situación se arregle pronto.

—También yo. Hable con sus hijos, el chico dice que está ansioso porque viaje a verlos en navidad, la verdad estoy igual de ansioso.

—Falta unos meses y ya —sonreí sentándome a su lado—. ¿Viajará solo?

—Si, Sarah me recibirá en el aeropuerto allá.


...


Aidan conducía concentrado en el camino, yo miraba la ventana. El silencio con él me parecía extremadamente cómodo, me gustaba poder disfrutar del silencio cuando se trataba de él. Estacionó en el estacionamiento de la Universidad y suspiró al apagar el auto.

—¿Puedo verte mañana?

—Nunca lo preguntas, siempre llegas nada más —reí.

—En eso tienes razón.

—Te veo mañana, Aidan, descansa —me acerque a él y bese su mejilla,

—Descansa, princesa.

Me regaló una sonrisa cuando bajé del auto y comencé a caminar a mi edificio. Di vuelta en una esquina y sentí un choque contra el cuerpo de otra persona.

—Lo siento mucho —me disculpe de inmediato.

—No se preocupe señorita Neumann.

—Ay, profesor García, lo siento mucho —lo mire apenada.

—No se preocupe, los accidentes pasan —me sonrió con tranquilidad—. Que bueno que la veo, quiero felicitarla.

—¿A mí? ¿Por qué? —fruncí el ceño sintiéndome confundida.

—Veo que no ha visto su correo. Su maestra del examen de hoy está encantada con el resultado, tuvo una excelencia en él, el mejor de su clase —abrí mis labios con sorpresa.

—¿En verdad?

—Si, señorita —sonreí—. ¿Sabe? Usted podría postularse para una beca, la universidad tiene muchas.

—Oh, gracias pero ya tengo una.

—No es ese tipo de becas, señorita, revisa las becas vinculadas de la universidad en la oficina de atención —se alejó unos pasos—. Buenas noches señorita Neumann.

Seguí mi camino hasta mi habitación y tan solo llegar, me dejé caer en la cama totalmente agotada. Las palabras del profesor García regresaron a mi mente haciéndome sentir feliz y orgullosa de mi misma. Quizá debería revisar de nuevo las becas, quizá hay una mejor a la que ya tengo.












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Solo unos cinco capitulos más y terminamos este segundo libro. Me emociona eso, tanto que ya hasta tengo en borradores la portada y todo listo para iniciar.

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Treinta días para enamorarme || 2 || AG [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora