Capítulo I

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Su aguda mirada observaba la imponente mansión dejada a su nombre, aún sin creerlo dio un brinquito al aire, por fin se podría deshacer de sus incómodas ropas, podría darse el lujo de comer algo más que sobras.

Yamaiko se sentía afortunada, aún con una sonrisa decorando su rostro entro a la bella residencia, el espacioso lugar... Los lujosos muebles, la peli púrpura no cabía en su alegría, se daría la vida que siempre deseo.

-¿En verdad todo esto es mío? - preguntó aún sin creerlo.

Un hombre de porte elegante apareció a su lado, su nombre era Erick, un noble de clase media al cuál le encomendaron entregarle los papeles legales de su "ahora" vivienda.

-Justo como el testamento de su abuelo dice, esta misión y todo lo que esté en ella le pertenece. - el noble metió una de sus manos enguantadas en su saco para después sacar una hoja algo doblada, sin embargo muy bien cuidada - Sólo tiene que firmar aquí.

Yamaiko tomó aquél documento entre sus manos, leyó con detenimiento el contenido de éste, una vez que lo analizo y estuvo de acuerdo en las palabras escritas, se acercó al pequeño carruaje que llevaba consigo las pocas pertenencias de la joven, saco de su bolso una pequeña pluma y sin pensarlo dos veces, firmo.

El noble conforme, una vez con el testamento firmado lo tomó de regreso para volver a guardarlo en el bolsillo de su saco.

Por otra parte la peli púrpura no podía contener una sonrisa, ¿Quién diría que su suerte cambiaría tan significativamente?, Para una huérfana que fue lanzada al infierno que es el mundo a la temprana edad de 7 años... Era mucho. Yamaiko sacudió la cabeza dejando atrás los malos recuerdos para centrarse en su presente, el noble parecía estar discutiendo con un comprador sobre el precio de unos artículos, aprovechando la distracción de éste, Yamaiko con pasos largos camino hasta la puerta de su mansión, la gigante puerta de mármol oscuro estaba hermosamente decorada con elegantes encajes, tomó con fuerza la manija, la puerta se abrió acompañada de un chirrido que retumbó por los desolados pasillos, dió un par de pasos dentro, contemplando felizmente lo que ahora era suyo. De repente un ruido sordo le saco de sus delirios.

-¿H-hay alguien aquí?... - la jovencita camino con cuidado hacía el lugar donde provenía el sonido, atravesó algunos pasillos hasta encontrarse con la habitación que parecía ser la cocina.

Los incontables artículos de cocina que resplandecian de limpios, la plata y la porcelana estaban muy bien distribuidos por las alacenas de vidrio. Yamaiko no pudo evitar suspirar con sorpresa, sin embargo de nuevo aquel ruido insistente llamó su atención.

Camino en dirección al alboroto, fue entonces qué sus intimidantes ojos violetas se abrieron con sorpresa, un chico que aparentaba tener su misma edad (17/18), yacía tirado en el suelo, vestía únicamente con un camisón que... Alguna vez fue blanco, su cabellera dorada era opacada por algunos mechones grises debido a la suciedad, poseía unos hermosos ojos miel como un par de pepitas de oro, una cadena de grosor impresionante se aferraba a su tobillo mancillado con moretones su blanca piel, lo más impresionante es que estaba tratando de alcanzar un pequeño utensilio que se encontraba muy lejos de su alcance, o al menos de lo que la cadena podía ofrecer, ese esfuerzo provocaba un choque del metal contra el fino suelo, ese era el sonido producido y que se proyectaba por toda la mansión.

-...pero... ¿Quién eres? - la voz de la fémina provoco que el varón se congelará en su lugar, lentamente volteo a ver a su dirección, lágrimas cayeron de sus ojos y rápidamente se arrodilló en el suelo pegando su frente contra el pavimento.

Esa acción tomó sorpresivamente a Yamaiko quién movió sus manos en un intento de detener aquel sujeto.

-¿Pero qué...? ¡No, por favor levántate! - ante la súplica de la joven, el albino alzó un poco la mirada para inmediatamente después bajarla.

Los esclavos de la señorita.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora