Capítulo IV

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Yiara miraba con algo de duda la gran puerta de mármol frente a ella, en el momento en el que tomo el timbre y lo hizo sonar un gran miedo invadió su pequeño cuerpo, aún restaban algunos segundos para dar la media vuelta y huir, sin embargo, Yiara se mantuvo firme, la gran mansión de apariencia inexpugnable era el hogar de un temible hombre, el noble Egón.

Los sirvientes que una vez entraban allí, nunca volvían a ser los mismos, pero la sirvienta de cabellera castaña guardaba una gran esperanza con ella... Y eso era por qué el duque Egón estaba muerto.

Se rumoreaba que su nieta estaba acargo ahora, una extraña mujer de la que no se sabía demasiado, excepto que apareció de la nada y que problablente era de cuna corriente, es decir, una simple plebeya, hija de una ramera, entre otras especulaciones de las personas.

En su tiempo, Yiara creía en todos esos rumores, algunos sirvientes eran hijos de nobles menores y no estaban dispuestos a servir a alguien inferior a ellos, era vergonzoso, sin embargo, una sirvienta desempleada era una persona desesperada, había agotado ya todos sus ahorros y no tenía posibilidades de conseguir un trabajo pronto, al menos no en las demás casas de nobles y duques.

Un día caminando por las calles del centro, sus deprimentes pensamientos fueron interrumpidos, una discusión parecia llevarse acabo, un robusto hombre vestido por finas telas le gritaba en voz alta a un pequeño esclavo, Yiara desvió la mirada, ella tenía sentimientos confusos hacia los esclavos, le daban lástima, sin embargo tampoco era lo suficientemente valiente como para intentar defender a ese pobre niño, es un suicidio, concluyó.

Sus pasos continuaron dispuesta a seguir su camino, pero, un golpe resonó por todas las calles cercanas, llegando a los oídos de Yiara, quién volteó de inmediato, sus ojos esmeralda se agrandaron con asombro, una mujer, de cabellera dorada y ojos amenazantes se había atrevido a detener al hombre abusivo, una gran bofetada fue lo que había dejado al noble congelado.

—¿Cómo se atreve...? — preguntó la mujer con rabia en su voz.

Yiara no pudo apartar la mirada ni un solo segundo, aún después de que la extraña mujer subió a su carruaje y se alejó, ella todavía se quedó parada en su sitió, ¿Ella de verdad era la nieta del noble Egón?.

Yiara se estremeció volviendo a la realidad, en donde la puerta ya había sido abierta y un joven de ojos zafiro la miraba con desconfianza.

— Oh.. uh ¡Hola!.. yo me preguntaba..¿Solicitan sirvienta?... — ella dió la sonrisa más brillante que pudo formular, pero el varón sólo la miraba con una expresión molesta.

Nadie dijo nada, ella esperaba y Ukaru la miraba expectante, el silenció continúo por varios segundos más.

—La señorita está algo ocupada... — por fin respondió — tardaré unos minutos en avisarle.. huh.. por favor pasé y esperé un momento. — el esclavo se inclinó, abriendo un espació en la puerta de mármol dándole la bienvenida a pasar.

—Ha.. bueno.. gracias. — Yiara no pudo evitar sentirse incómoda y reprimió el instinto de inclinarse también, estaba muy nerviosa.

¿Qué pasaría si la señorita, no era como ella tanto esperaba?, Claro que esa suposición no era más que una ilusión a la que se aferraba fuertemente.

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Yamaiko juntó su frente con la de Soei, sus ojos se encontraron, negros como abismos y violetas rebeldes, la noble acarició la mejilla de su esclavo con pulgar, amando la respiración pesada del contrario.

El beso anterior fue inesperado, sin embargo dulce y embriagador para ambos, necesitaban más, sólo un poco más... Tal vez demasiado.

— Abre la boca... — La rubia ordenó, un sonrojo coloreo sus mejillas cuando el esclavo azúl obedeció sin vacilar.

Los esclavos de la señorita.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora