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La noche era oscura como siempre, tranquila sin embargo, no tan silenciosa cómo de costumbre, gotas de sangre se resbalan por la piel lastimada de Rentaro y terminaban impactandose contra la fina alfombra color cían, las heridas aunque viejas, con un gran esfuerzo físico volvían a desgarrarse, limpiarlas era un trabajo delicado y laborioso, pero esto no parecía importarle a Yamaiko, quién pacientemente limpiaba con delicadeza cada herida abierta de su esclavo rojo.
—Lamento esto, señorita... — susurró el moreno.
La rubia detuvo sus movimientos, depósito el pañuelo en una bandeja con agua tibia que se encontraba a su lado, sin decir todavía una sola palabra acarició con un dedo las cicatrices de su sirviente.
—¡Ngh! — El pelirrojo soltó un quejido, su cuerpo se tenso ante el ligero dolor, el varón era mucho más grande que su maestra, casi el doble, sus físicos también eran muy diferentes, ella delgada y pálida, él fornido y lleno de cicatrices sin embargo, era Rentaro quién agachaba la cabeza con miedo, seguramente su maestra estaba molesta con él, por quejarse de su dolor y dejar a medias el trabajo encargado, iba a ser castigado, el estaba bien con eso sabía que se lo merecía aún así, espera que no fueran tan doloroso.
Inesperadamente no fue dolor lo que sintió, era cálido y húmedo, al voltear ligeramente hacia atrás, no pudo evitar sobresaltarse, un beso, su ama besaba suavemente su espalda lastimada, la punta de su lengua se deslizaba por sus heridas limpiando la sangre qué emergía.
—¿¡A-ama!? — exclamó sonrojado, se apartó de ella rápidamente, aún avergonzando miraba como su maestra le sonreía pasando su lengua entre sus labios, saboreando los residuos del sabor metálico en su boca.
—Aww — soltó tiernamente — no te asustes, Rentaro.
La oji violeta se acercó aún más a su esclavo, arrinconadolo en la esquina más cercana, con la espalda en la pared no tenía a dónde huir, sus miradas se conectaron en todo momento y el estaba alarmado, por otra parte ella parecía feliz, lentamente coloco una de sus manos en el vientre desnudo del oji dorado.
—Shhh~ — emitió, subiendo su traviesa mano por el abdomen del moreno, disfrutando de la sensación de sus músculos.
—Señorita, no creo q-que— fue interrumpido, un beso ahogó su queja, su ama lo estaba besando, uniendo sus lenguas, irremediablemente el calor de su vientre aumentó, el beso se hizo más rudo, más necesitado, las manos de Yamaiko nunca dejaron de explorar el cuerpo ajeno, tocando todos los puntos sensibles que le hacían retener más de un gemido al pelirrojo.
Aún queriendo jugar más con él, lo guío hacia el suelo acostandolo en el frío mármol, separando sus bocas y dejando sólo un fino filo de saliva conectando sus lenguas, ella dejo escapar una risita victoriosa, Rantaro era mucho más grande que Yamaiko y sin embargo, allí estaba debajo de ella con una expresión de necesidad decorando su rostro.
Lentamente la noble se deshizo de su vestido, disfrutando internamente de las miradas dudosas que su esclavo le daba, su piel desnuda se erizo al contacto con el frío exterior, tomó el listón de su corset y lo deslizó al rededor del cuello del moreno, esté se sobresalto y bajo un poco la mirada en reaccion.
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Los esclavos de la señorita.
FanfictionUna huérfana descubre que tiene un abuelo y no sólo eso, si no que también le heredó una gran cantidad de dinero y bienes, feliz de poder tener una vida digna Yamaiko acepta, pero se dará cuenta que la mansión dejada a su nombre posee... cinco hermo...