Capítulo XII

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Luy miraba de manera inexpresiva la puerta de su habitación, algunos platos con comida estaban en la entrada, la chica vestida de negro y blanco había venido un par de veces a dejarle alimento, sin embargo la cantidad le parecía demasiado exagerada, antes de llegar a la mansión Luy sólo comía pan y agua, incluso en el exterior su alimentación no tenía una gran diferencia.

Después de algunos intentos de escape erróneos, era momento de intentarlo nuevamente.

Una vez que escuchó los pasos alejarse, aprovechó para salir silenciosamente de la habitación, no aguantaba estar dentro ni un minuto más, sin embargo después de atravesar los pasillos llegó a un campo abierto lleno de pasto y flores después se topo con el límite de la mansión.

Luy observó el gran muro frente a él, intento escalar el muro, pero la superficie era demasiado plana y lisa por lo que terminó cayendo más de una vez al suelo, entonces miro varios árboles a la lejanía... Tan vez si llegaba a una altura considerable podría saltar.

Se acercó a un árbol cercano, las manzanas frescas provocaron un cosquilleo en su nariz, pero no estaba dispuesto a comer nada, de igual manera aún podía aguantar mucho más tiempo sin alimento, debía centrarse en escapar.

Trepó el árbol hasta una de las ramas altas, entonces cuando estaba dispuesto a saltar una voz lo detuvo.

—¿¡Oye, qué crees que haces?!—Yiara lo miraba con enojo y reproche, junto a ella Rantaro solo se cruzaba de brazos.—¡Baja de ahí!

—Tsk... ¿¡Acaso no pueden dejarme en paz?!—recriminó.

—Incluso si logras saltar el muro... La señorita ordenará buscarte, estarás de regreso antes del atardecer—El pelirrojo saltó un resoplido—¿Por que deseas escapar tan insistentemente?, aquí tienes cobijo, tienes comida... ¿No es suficiente?.

Luy miro a Rantaro desde abajo.—Incluso si te lo explicó, dudo que alguien como tú pueda entenderlo.—el heterocromático bajo de un salto del árbol, esta vez tampoco tuvo suerte.

Yiara observó como Rantaro arrastró al nuevo esclavo de vuelta a la mansión, de alguna manera podía entender lo que Luy quería decir, por lo que sabe el resto de esclavos nacieron encadenados, no conocen realmente lo que es la libertad, en cambio el azabache nació en una tribu salvaje siendo totalmente libre, era normal que no pudieran comprenderse de manera mutua...

La sirvienta camino detrás de ambos varones mientras los escuchaba discutir.

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Kei corría alegremente por toda la mansión, las cadenas en sus pies tintineaban de manera ruidosa con cada movimiento, su nueva ama Yamaiko, había querido quitarle esas cadenas en cuanto lo conoció, pero Kei había rechazado la idea, para el joven albino esos pedazos de hierro ya eran parte de su cuerpo, estaba tan acostumbrado a ellas que se sentiría incómodo si no las tuviera, no era consciente de que ese pensamiento había entristecido a su maestra.

Cómo todas las mañanas el oji azul entregaba con entusiasmo el correo a su querida ama, subía las escaleras tan rápido que a veces solía tropezar y caerse, sin embargo se levantaba con la misma energía, los pequeños golpes no eran nada para él.

Al llegar a la habitación de su ama tocó a la puerta varias veces, esperando el permiso para entrar, una vez dado, Kei avanzaba de forma más calmada hacia Yamaiko.

—¿Me traer el correo otra vez?—Preguntó la rubia con un tono dulce—Es muy amable de tu parte, gracias.

—Es.. es el trabajo de Kei—el menor mostró un sonrojo mientras le daba las cartas a su maestra.

Los esclavos de la señorita.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora