Capitulo XXVII.

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Ciro observó como Aria se marchaba siguiendo de manera precavida a su ama, por su parte se apresuró a revisar rápidamente el escritorio de Alicia, acomodó sus ropas como pudo mientras miraba también dentro de la pequeña papelera, no había nada relevante, el chirrido de la puerta lo alarmó, volteó a ver encontrándose con Zeth quién lo miraba con curiosidad.

—Diablos, al menos avísame que estás aquí — Ciro se alejó del escritorio —Creí que encontraría alguna pista como la última vez.

—No encontrarás nada útil — Zeth se dió la media vuelta —Dije que iba a ayudarte, así que… sígueme.

El oji gris dudó un poco, pero al final terminó por seguir al esclavo por un pasillo en el piso superior.

—Creí que solo los mayordomos de alto nivel podían subir por aquí — comentó mirando a los lados.

—Sí, eso es cierto, así que más vale que no nos atrapen — Sonrió comenzando a caminar más rápido, deteniéndose en algunos pasillos para fijarse que ningún sirviente los atrapara.

Al final llegaron a una clase de habitación subterránea, estaba oscuro y solo pocas velas alumbraban lo necesario, había una cama pero también una gran mesa llena de libros, había cofres con ropa y cientos de artículos que a Ciro le parecieron muy extraños, cadenas de metal colgaban en diferentes lugares.

—¿Qué… es este lugar? — preguntó volteando a ver a Zeth, encontrándose con un rostro pálido y un claro nerviosismo que apareció de la nada, la anterior sonrisa juguetona desapareció.

—Es el cuarto de juegos de Alicia. — desvió la mirada no queriendo mirar adentro —Puedes comenzar a buscar, tal vez encuentres algo útil, yo haré guardia y te avisaré si alguien viene pero debes darte prisa.

Ciro no dijo nada y sólo se limitó a asentir, lo que fuera que haya pasado en esa habitación, solo las paredes lo sabían, no hacía falta presionar por una respuesta.

Rebuscó lo más rápido que pudo entre los libros y demás, nada parecía realmente importante hasta que intento abrir el cajón inferior de la mesa… no abría.

¡Bingo!

Intuyó que debía hacer algo importante, Ciro tomó una pequeña caja de joyas, busco entre collares y aretes hasta encontrar un perdedor, el pequeño  “pico” de metal que sobresalía era perfecto, lo metió por la cerradura y lentamente intentó abrir el cajón.

—¿Has terminado? — preguntó Zeth mirando a los lados fuera de la habitación.

—Dame unos minutos…

Un click se escuchó, el cajón estaba abierto.

Ciro encontró un paquete de cartas, parecía que Alicia estaba intercambiando correspondencia con alguien.

Tomó rápidamente las cartas.

—Vámonos. — avisó a la esclavo, Zeth tomó la adelantera siendo seguido por Ciro.

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Alicia caminaba con calma por los pasillos de su hogar, de forma paciente llegó a la sala de espera en dónde se encontraban los dos guardias de su padre, finalmente abrió las puertas siendo recibida por dos sujetos con armadura, los hombres se inclinaron ante la futura marquesa.

—Gracias por esperar. — La albina sonrió, tomando asiento frente a los dos caballeros —Por favor, siéntense.

Ambos asintieron ante la petición.

—No fue nada, señorita. — Habló el hombre de la derecha, un sujeto con revoltosos cabellos castaños. —Tenemos noticias sobre su sirvienta Mari.

Los esclavos de la señorita.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora