Capítulo 2

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Nunca fue un poeta y tampoco buscaba la belleza en las palabras mientras escribía con tinta y delicadeza. Buscaba poner en pie aquellas ideas que habían tomado forma en su cabeza durante años, aquellas que mantenían una forma perfecta en su mente y que esperaba que tuvieran la misma sobre el papel.

Había una gran diferencia entre visualizar un plan y llevarlo a cabo. En ejecutar lo que tanto tiempo había tenido para organizar. La estrategia se había convertido en su sombra y la soledad había sido, irónicamente, su mejor compañera.

Mientras releía la carta, aquella que cambiaría todo, unos ojos plateados que nunca se habían llegado a ir del todo clavaban la mirada en su nuca. El siempre presente recuerdo de una antigua promesa.

También recordó una mano sobre su hombro, de alguien sin presencia y cuya mirada había perdido toda cordura. La fragilidad del amor hecha persona. El recuerdo de lo que podía pasar si daba un paso en falso.

Calentó el lacre y una vez fundido lo depositó en la carta para después presionar el sello.

No había sellado una carta, había sellado su destino y con este el de muchos más. La premisa, el juramento de que la sonrisa que ahora se cincelaba en el rostro del joven, sería la más cruel conocida en aquellas tierras.



De aquí no voy a comentar absolutamente nada... :)

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