ELSBETH
Era imposible que llegara a tiempo, pero aun así se cambió de vestido —uno que seguía siendo dorado— pues quería lucir impecable. Había tenido que morderse la lengua para no decirle ninguna grosería a la chica, el pasillo era lo suficiente amplio para que nadie pisara el vestido de nadie: sabía que lo había hecho a propósito. Hailek llegó cuando Elsbeth se estaba alisando el vestido.
—He tenido un pequeño accidente. —Comentó la princesa.
—Sí me lo ha dicho la señorita Miriel —habló con la misma voz susurrada que ya parecía ser propia de ella y no alo momentáneo—. Ha insistido en que le diera esto como ofrenda de paz. —Le tendió la bolsa de terciopelo.
—Déjala sobre el tocador, ahora la abriré. Coge el vestido y llévatelo, a ver si puedes enmendar ese rasgado.
—Como ordene, princesa. —Hizo una pequeña reverencia antes de coger el vestido y marcharse.
Volvió a mirar el reloj. Llegaba tarde. Y aun así decidió abrir la bolsa de terciopelo. La pulsera de plata le pareció ridícula, sin embargo la nota la hizo pensar. Podía ser. No sonaba descabellado. Mantuvo la calma. No llegó a creer la carta del todo, intentaría obtener información del propio rey y si no lo conseguía recurriría a la chica. Aun así, decidió que no debía dejar rastro. Volvió a encender la vela y quemó la nota. No abandonó la habitación hasta que sólo quedaron cenizas.
Llegó tarde a la reunión. El rey se encontraba de espaldas a ella mirando por un ventanal, sin embargo sintió su presencia.
—Teniendo en cuenta lo mucho que insistió en tener esta reunión, me sorprende y ofende a partes iguales que haya llegado tarde. —La princesa tragó saliva.
—Ruego que me disculpe, he tenido un contratiempo. —Kallen se dio la vuelta y le hizo una señal a la princesa para que tomar asiento.
— ¿Puedo saber cuál? —Inquirió Kallen tomando asiento también.
—La señorita Miriel y yo hemos tenido un accidente en el pasillo. Ha pisado mi vestido y lo rasgado. Como comprenderá, no iba a mostrarme así. —El rey asintió aunque estaba pensando en otra cosa.
—En ese caso, comencemos. ¿Por qué va a casarse con el duque Lorlark? —La princesa lo miró a los ojos.
—No he pedido esta audiencia para hablar de eso.
—Me temo que dado que usted ha llegado tarde, pierde el turno de palabra de momento. —Elsbeth quiso escudriñarlo con la mirada, pero no lo mostró.
—Porque es lo que mi padre ha decidido.
— ¿Y qué es lo que usted quiere? —Elsbeth quiso fruncir el ceño, pero no lo hizo.
—Quiero saber porque había soldados en la frontera.
—No le estoy preguntando eso.
—No importa lo que yo quiera.
—A mí me importa. —contestó mirándola fijamente. Sonaba a mentira. Elsbeth era experta en cazarlas.
—Quiero casarme con alguien a quien le guste estar conmigo, no que lo finja. —La princesa fue sincera.
—Pensaba que diría alguien que la quisiera.
—Eso es demasiado ambicioso, hasta para mí. Ahora bien, ¿Va a responder mi pregunta?
—Mis soldados no tienen nada que ver con su reino, estaban en la región de Argent porque es el terreno perfecto para hacer entrenamientos y dado la baja población que hay allí es mucho más seguro para todos... Pero sí es cierto que mandé a unos soldados atravesar la frontera.
— ¿Por qué? —Inquirió.
—Porque descubrí que una duquesa mantenía relación con el duque de Argent y quería comprobar que a mi buen amigo no se le había soltado la lengua.
— ¿Pensaba que la duquesa era una espía?
—No, pero el duque ya está demasiado mayor y habla de demasiadas cosas con demasiada facilidad... ¿Alguna cuestión más?
— ¿Por qué exigía mi presencia aquí? —Terminó por preguntar.
—Porque quería traer a alguien que destacara y tú eras la mejor opción. Porque yo sí disfruto de su compañía. —Elsbeth analizó la sonrisa burlona que se acababa de pintar en su rostro, pero no encontró nada.
—Le felicito por su nivel de manipulación y de mentiras, pero le aseguro que no funcionarán conmigo. Esos serán unos juegos a los que le ganaré siempre, así que seré clara con usted. Ahora que sé y confío en que mi reino no esté en peligro por su amenaza, tiene una semana para decirme por qué requería mi presencia aquí, antes de que me marche —el rey asintió sin protestar—. Espero no haberle ofendido.
—No lo ha hecho.
—Si me disculpa, estoy segura que tendrá asuntos más importantes que atender. —La princesa abandonó la habitación complemente ajena a la mirada que le dedicaba.

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Promesas de Plata
FantasíaEn Metalia, una vez hubo tres reinos, tan brillantes y preciosos como los metales a los que hacían referencia: El Reino de Bronce, El Reino de Plata y El Reino de Oro. Pero el primero cayó en una noche fría, por una estocada plateada. Ahora que el R...