MAILEK
Elsbeth había realizado un movimiento muy inteligente. Él había llegado a pensar que nadie podría sobrepasar el ingenio de Kallen, pero la princesa le había demostrado que quizás se había equivocado. De hecho, había hecho algo más que una jugada ingeniosa, le había proporcionado esperanza.
Su hermana seguía viva.
No estaba solo. No como creía que lo había estado antes.
Maleik haría exactamente lo que le había pedido Elsbeth. Sabía que no podría cruzar la frontera de momento, más cuando todavía había guardias apostados en el norte. Así que tendría que esperar. Se perdió en sus pensamientos sin darse cuenta: "¿Habría cambiado mucho su hermana? Bueno, eso seguro, ya no era una niña ¿Seguiría siendo igual de cabezota? Eso sí que era bastante probable."
Se adentró en el bosque intentando no dejar ningún rastro mientras las preguntas siguieron fluyendo: "¿Tendría ya Elsbeth un plan? ¿Sería capaz de acabar con las hojas extrañas antes de que la pillara el rey?" Maleik era consciente de que debía haberlas roto hace años, pero en vez de eso simplemente las había escondido. Él no era plenamente consciente de la razón, pero se inclinaba a pensar que si no había podido destruirlas, era por un motivo sentimental. Porque esas hojas con palabras de tinta eran lo único que le quedaba de su casa, de lo que ahora destruido, una vez fue su hogar.
Aunque le había explicado toda la historia a Elsbeth, el dolor sí se lo había quedado para él. Porque la única persona que podría entender lo que era perderlo todo, era su hermana y tendría que esperar bastante para poder volver a verla. Se sentó en un tronco caído y escondió a su yegua entre la maleza, algo alejada de él.
Realizó el intento de no pensar en Kalon, pero era difícil evitar algo que formaba parte de ti como si fuera una segunda piel. En el fondo dolía, porque la pregunta que más repiqueteaba en su cabeza era si se habría dado cuenta de que no estaba y la única respuesta que se desdibujaba era una negativa. Su cerebro no tenía ni un ápice más de esperanza para esa relación que se encontraba lejos de estar acabada y a la vez careció de inicio.
Seguramente Kalon estaría ocupado con alguna tarea que le hubiera ordenado su soberano. Maleik podía fingir que él lo quería lo suficiente como para darse cuenta de su marcha y extrañarlo, pero no podía fingir que lo quisiera tanto como para ir a buscarlo.
Porque el amor no podía ser la razón para arruinar lo que podía ser una nueva oportunidad. Porque ni siquiera sabía dónde estaba Elsbeth y la noche ya caía. Porque ella estaba arriesgando mucho y no serían unos sentimientos imposibles los que destrozarían aquel plan.
Y la verdad es que para Mailek, querer a alguien era la sensación más frágil que había tenido entre manos, pero no había sido capaz de mantenerla. Esa pequeña figura de cristal se había roto entre sus manos, y aun así daba las gracias por haber tenido el placer de sujetarla. Incluso teniendo los trozos entre sus manos salpicados de rojo, a Mailek le había costado negarse a dejarlos caer.
A veces se preguntaba si de verdad había dejado de sujetarla. Si lo que le dolía era un recuerdo, una ilusión o la propia intención de aferrarse a algo roto.
El príncipe se pasó su pulgar derecho por su brazo izquierdo arrastrando los polvos blancos, y desvelando la piel bronceada. No volvería a cubrirse, lo tenía decidido. No volvería a tener miedo de ser quien era. Tendría que ser cuidadoso, pero no sería un cobarde.
También pensó sobre algunos de los esclavos bronceanos que debían de estar todavía repartidos en tierras del norte. No sabía a ciencia cierta nada sobre el campo de esclavos... Había un supuesto archivo con ellos. O al menos eso decían algunos miembros del consejo que lo habían visto en el despacho de Kallen. Esos eran asuntos de una corte en la que nunca encajó, que nunca fue la suya.
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Promesas de Plata
FantasiEn Metalia, una vez hubo tres reinos, tan brillantes y preciosos como los metales a los que hacían referencia: El Reino de Bronce, El Reino de Plata y El Reino de Oro. Pero el primero cayó en una noche fría, por una estocada plateada. Ahora que el R...