Capítulo 33

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MIRIEL

La respiración pesada de Miriel irritaba su garganta. El sudor perlaba su frente, provocando que algunos mechones rebeldes se adhirieran a ella. Una nota. Si las cosas eran simples, quizás todo dependiera de una nota. Miriel se había estado planteando algo, la razón por la que Drila le había entregado la carta. Había tantas respuestas como preguntas en ella.

Y es que Miriel no era capaz de recapitular todos los hechos en orden y tampoco sabía a ciencia cierta qué significaban ciertas frases.

Cuando una mano se posó en el hombro de Miriel arrastrándola fuera de toda esa nube de preguntas sin respuesta, ella se giró, presionando la daga al cuello de su oponente. El rey. A Miriel no le agradó exactamente su presencia, pero sí la posición. Kallen la miró directamente a los ojos y sin miedo Miriel le correspondió la mirada.

— ¿No tiene miedo de mirarme directamente? —Musitó.

— ¿No tiene miedo de tener una daga en su cuello? —Contestó Miriel.

—Me sorprende que con tus malos modales me sigas tratando de usted.

—Yo no tengo malos modales.

—Creo que los cubiertos que utilizó y confundió entre sí anoche tendrían una opinión muy diferente.

— ¿Y qué hacía usted observando que cubierto cogía yo o no? Podría haberse fijado en cualquier persona de la mesa, pero me eligió a mí.

—Me intriga.

— ¿El qué?

—Que no seas quien dices ser. Estoy seguro de que no hay ninguna familia y Dusan me lo confirmará pronto. Y cuando lo haga te arrepentirás de haber intentado engañarme a mí y al duque.

— ¿Me matará, rey? —Dijo en un tono peculiar. Entre un reto y una burla. Aunque pronunció su título con asco.

—Por favor, ¿Y darte la importancia de ser la primera ejecución de mi reinado?

—¿No ha ejecutado a nadie aún. —Su sonrisa la confundió, no sabía si iba en serio o sólo era un farol.

—Nadie me ha dado razones para hacerlo —Kallen agarró la muñeca de Miriel y retiró la daga de su garganta. Después dio dos pasos hacia atrás con una sonrisa—. La veo más atrevida hoy. —Era verdad. Ahora Miriel tenía más cosas que ganar, más cosas que perder y menos paciencia.

—No me gusta que me sorprendan por detrás.

—Entonces vigile su espalda —volvió a sonreír—. Por cierto, ¿Acostumbra a arruinar vestidos a princesas?

—Ha sido un accidente.

—Imposible.

—Ha sido un accidente. —Repitió.

—Ha sido intencionado y no me gustaría tener ninguna queja de usted por parte de la princesa, ¿Entendido? —Era una especie de ultimátum.

—Le he regalado una pulsera plateada.

— ¿Se refiere a la que había en su tocador que realmente es de mi propiedad?

—Sea lo que sea, han sido mis disculpas. Aun así, planeo ir a disculparme de nuevo.

—Pues en ese caso, espero que se de un buen baño antes, no vaya a escandalizar a la princesa. —Miriel dirigió su mirada de nuevo al muñeco, ignorando la presencia de Kallen y el sonido de dos respiraciones en una sala, en vez de sólo una.

No había convivido con muchos hombres en su vida, algunos de ellos apenas los recordaba. Y la sensación de estar sola con un hombre la hacía sentir extraña, pero que ese hombre fuera quien deseaba matar desde que tenía memoria, la hacía sentir ansiosa. No se trataba de matarlo a él como persona, sino como símbolo.

—No creo que la princesa lleve ningún accesorio plateado —comentó mientras caminaba por la habitación—. El dorado le favorece, lo lleva en la sangre.

—En ese caso, también debería favorecerle el bronce. También lo lleva en la sangre.


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