KALLEN
El sanador no tardó en llegar y en recomendar distintas infusiones y remedios que lo ayudarían a su recuperación. Le pidió que fuera más cuidadoso la próxima que saliera a cabalgar con tormenta, sobre todo al volver y entrar en calor. Y el rey no se sintió en la necesidad de explicarle que la razón por la que realmente no había tomado ese baño era porque necesitaba que el frío le doliera. Como castigo.
Así había funcionado todo en su cabeza siempre, a base de acierto, recompensa; error, castigo. No se había dado cuenta de que Elsbeth se la había jugado, castigo por dejar que el ingenio de la princesa dorada sobrepasara el suyo. Por no haber calado sus mentiras antes. Por estar tan confundido y no saber discernir en realidad lo que pensaba sobre él.
Pensaba que su pequeño monólogo en la biblioteca había surtido efecto sobre Elsbeth, que las palabras que tanto había querido decirle por fin se habían podido materializar. Algunos dirían que era un manipulador por haber elegido ese momento en concreto, después de semanas de plantar la semilla en ella de otra posibilidad que no es quedarse al margen... Él prefería considerarse meticuloso. Él prefería pensar que esas palabras seguían saliendo de su cabeza y no de su corazón.
Fuese como fuese, seguía teniendo problemas. Elsbeth parecía confiar en él y aquella escapada se había producido hacía tiempo, la Elsbeth asustada de él en aquel momento no tenía que tener nada que ver con la Elsbeth de ayer. Y aun así, había otro problema. El libro que faltaba. Estaba ahí la última vez que fue y ahora no había rastro de él.
— ¿Se puede saber cómo alguien que se supone que es inteligente se queda con la ropa mojada toda la noche? —No le sorprendió la reprimenda de Miriel. Ni lo más mínimo.
—Te recuerdo que si me ahogas con la almohada todo el mundo sabrá que has sido tú. En caso de que lo estés pensando. —Miriel le puso mala cara, pero se tumbó a su lado en la cama.
—Esta cama es más cómoda que la mía. —Kallen soltó una risa algo ahogada, la garganta le dolería infiernos si riera un poco más alto.
—Cosas de ser el rey, tengo los mejores aposentos. —La miró de reojo.
—Pues no sé para qué, si después apenas duermes.
—Los de antaño solían dormir más. Ninguno ha sido como yo.
¿En qué sentido?
—En todos —carraspeó, antes de cerrar los ojos. Miriel deslizó su vista por su mandíbula. No era la clase de mujer que esperaba para obtener el objetivo perfecto, sino del tipo que disparaba directamente al corazón de cualquiera. En el fondo Kallen estaba algo inquieta por la repentina parsimonia que presentaba, ¿En qué estaba pensando?—. Escúpelo —se impacientó.
— ¿En qué narices estabas pensando? Si vas a trabajar enfermo al menos no vayas hasta la otra punta del castillo para enseñarle a la princesa unos libros. —El rey se permitió levantar levemente las comisuras de los labios.
—No pensé que me fuera a desmayar en sus brazos.
—Una princesa misteriosa, un rey en apuros... —Miriel miró el dosel de la cama. Era un bordado, por supuesto en plata.
—Y una guerrera invencible. —Cuando la joven bajó la mirada se encontró con la de él.
—El bordado... —comenzó a preguntar.
—Mejor no preguntes. No te gustaría saber la historia que hay detrás —Miriel frunció el ceño y Kallen no necesitó ningún incentivo para seguir hablando—. Hay muchos símbolos en este lugar, símbolos con los que no me identifico como persona, pero con los que debo identificarme como rey. El dosel cuenta una historia de esclavitud, no me siento orgulloso de eso.
— ¿Es demasiado? ¿Cargar con todo lo que hizo tu padre?
—Es mejor que te teman a que asalten el castillo, pero por supuesto, no puedo deshacer nada del daño que hizo mi padre.
—Podrías repararlo. —Sugirió la joven.
—No tengo tiempo. —Si las tres palabras hubieran sido contundentes, Miriel habría empezado a soltar una sarta de insultos y regañinas, pero el tono casi melancólico sólo dejó confusa a la guerrera—. No ahora al menos... Tenemos que traer a tu hermano de vuelta. —Miriel se incorporó sobre la cama—. ¿Qué harás cuando esté aquí?
— ¿A qué te refieres?
— ¿Cuál será tu propósito entonces? Sospecho que tendré que encontrar una manera de que Mailek se quede o tendré que arriesgarme a que Kalon se marche con él. Pero, ¿Qué hay de ti? ¿Te quedarás? —Miriel pareció meditarlo de nuevo unos segundos, dejando casi boquiabierto a Kallen por segunda vez en apenas un rato.
—Nunca he tenido amigos. Y no. Tú no eres mi amigo, ni tampoco Elsbeth, ni tampoco Kalon; pero es... agradable estar con vosotros o al menos lo es en comparación a estar sometida a miradas de asco y repulsión.
—El día que se den cuenta de que ni tus orígenes, ni tu color de piel, ni tu reino tienen porque definirte, quizás mi corte se vuelva algo más soportable y los deje quedarse unos días más al año. —Miriel sonrió un poco.
—Creo que por fin he entendido porque todo el mundo piensa que eres un villano —Kallen ladeó la cabeza todo lo que su posición le permitía—. Siempre dices que tu reino es lo primero, lo segundo después de tus planes. Pero creo que ambos sabemos la verdad: hay algo más primitivo. Matarías, esclavizarías, reducirías cualquier reino a cenizas por amor —Kallen tragó saliva. No esperaba esa última frase—. Hablas de que no te sientes orgulloso del pasado de tu nación, pero no dudarías, mandarías a tus mejores soldados, irías en persona y acabarías con todo por ese motivo. Eso produce terror en cualquier persona...
—Ellos me temen porque ven lo que hago, me consideran un tirano porque sólo ven retazos, pinceladas. Y tú que crees conocer mis motivos no me temes porque aún estás decidiendo si mi conducta te parece admirable o deplorable.
—No has negado nada de lo que he dicho, ¿Tan débil estás? —Se atrevió a bromear y el rey sonrió de una manera tan maquiavélica, que por unos segundos Miriel sintió el impulso de querer retroceder. Un recordatorio de lo que era. Era un hombre hermoso, igual que los eran todos los que se disponían a arruinar vidas.
—Eso no te incumbe. Pero si crees que puedo hacer eso sólo por amor —casi bufó al decir aquella palabra de cuatro letras—, imagina lo que puedo hacer por venganza. —La misma sonrisa asquerosa afloró entre sus labios.
ESTÁS LEYENDO
Promesas de Plata
FantasyEn Metalia, una vez hubo tres reinos, tan brillantes y preciosos como los metales a los que hacían referencia: El Reino de Bronce, El Reino de Plata y El Reino de Oro. Pero el primero cayó en una noche fría, por una estocada plateada. Ahora que el R...