Capítulo 63

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MIRIEL

— ¿Y cuál es el caballo del rey?

—Es una yegua. —Contestó seco el general. Parecía tener menos ganas de estar ahí que la propia Miriel.

— ¿Y cuál es la yegua?

—Si se lo digo, se montará en ella sólo para molestarlo —intuyó— ¿Verdad?

—Puede ser. —Se encogió de hombros.

—Ya, pues la yegua no está aquí. Es una de las que tira del carruaje de Kallen. —Bueno, tenía sentido pero a Miriel le hubiera gustado ver la expresión del rey al verla montada en su yegua.

—Una pena. —Se limitó a decir mientras seguía a Kalon.

—Todavía está a tiempo de subirse en el carruaje con ellos.

— ¿Ellos? —inquirió.

—Sí, la princesa y el rey... Espera, ¿Pensaba que se sentaría sólo con el rey? —Pues justamente era eso lo que Miriel había pensado, la verdad es que se había olvidado de Elsbeth, aunque tenía más sentido que fueran ellos dos solos que ella con el rey a solas.

—Da igual, prefiero cabalgar. —Kalon soltó un suspiro. Miriel se había dado cuenta de que el joven tendría que enfrentar la ira del rey después porque ella había decidido que no quería seguir las normas. Pero no le importaba.

Al final, acabó cogiendo el caballo más oscuro que tenían y ambos salieron de los establos. Miriel dejó que Kalon fuera delante para que pudiera guiarla, sin embargo Kalon paró nada más salir y miró hacia el carruaje en el que se encontraban Kallen y Elsbeth. Parecía sorprendido.

— ¿Pasa algo? —preguntó aunque Miriel sólo quería ponerse en marcha, y en el fondo no le interesaba demasiado ninguna respuesta.

—Cada vez entiendo menos los juegos del rey. —Negó con la cabeza.

—Creo que justamente el truco de sus juegos está en que los demás no los entiendan.

—No, el truco de sus juegos es que sólo tienen una salida y es su victoria. —No dijo nada más y comenzó a cabalgar. La bronceana lo siguió.

La frase que le había dicho aquel hombre, resonó en su cabeza al mismo compás en el que los cascos del caballo resonaban contra el camino. Miriel odiaba que todas aquellas cosas fueran juegos para él, juegos que iban más allá de una mesa y enlazaban a los jugadores. Juegos que parecían sogas invisibles en gargantas expuestas.

— ¿Cómo te convertiste en su mano derecha? —preguntó Miriel mientras se ponía a la misma altura que él, el camino había empezado a ensancharse y ahora no tenía necesidad de estar detrás de él. Lo trató de tú porque estaba buscando un trato cercano, que le proporcionara una respuesta cercana. Kalon reflexionó su respuesta.

—Mi padre es marqués y siempre fue muy fiel al rey Kollip —la mandíbula de la chica se tensó al escuchar el nombre de quien tanto daño le había hecho daño—, así que solía pasar mucho tiempo en el castillo. Al principio, el rey y yo no nos llevábamos muy bien...

—Bueno, no es que sea una persona fácil... —Sabía que no era lo más inteligente hablar en ese tono a alguien que seguramente habría hecho un juramento para proteger a su mano derecha de cualquier posible amenaza, pero Miriel nunca había aprendido a medir sus palabras.

—No, me estás malinterpretando. No nos llevábamos bien porque nunca nos veíamos, Kallen se pasaba todo el tiempo en la biblioteca o con su madre —soltó un suspiro—. La historia no es demasiado especial, después de que su madre muriera yo empecé a pasar cada vez más tiempo en el castillo y nos hicimos cercanos. A mí me gustaba tener de amigo a alguien tan importante y él necesitaba alguien en quien pudiera confiar.

— ¿No se enfadará contigo porque me hayas contado esto?

—Podrías haberle preguntado a cualquier criado antiguo y te hubiera contestado lo mismo. No hay nada de jugoso en esta historia.

—Y, siendo su mano derecha, ¿No hay veces en las que lo quiere matar?

—La única persona que lo quiere matar en este castillo eres tú, Miriel.

—Si tan seguro estás, ¿Por qué no me echas? Se supone que debes proteger al rey como capitán de la guardia, ¿No?

—La única razón por la que estás aquí es para demostrar cuán lejos puedes llegar. Nada más. —Miriel arqueó una ceja pero permaneció en silencio.


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