ELSBETH
Los párpados de Elsbeth seguían cerrados por mucho que esta intentara abrirlos. Era como si el peso del sueño estuviera sentado justo encima de ellos. Un peso más fuerte que la voluntad de Elsbeth. Así que desde que estaba medio despierta, hasta que abrió los ojos pasaron unas dos horas.
Los recuerdos no volvieron a la cabeza como escenas lentas y tampoco vio los momentos pasar a toda velocidad. Porque Elsbeth había estado cansada, pero eso no significaba que no recordara con vivacidad. Y por tanto significaba que se sentía una idiota por haberse mostrado tan débil. Vulnerable. Casi quería reírse de la ironía de la situación.
No le gustaba mostrarse vulnerable, aunque sí que tenía una personalidad vulnerable. ¿Acaso no había tratado de eso su vida? De ir escondiendo pequeños trocitos de su personalidad, dejar los que brillaban y ocultar o barnizar los que no.
Se incorporó e intentó levantarse, pero le pesaban las piernas, así que se quedó sentada en el borde de la cama hasta reunir las fuerzas para levantarse. Miró por la ventana, esperaba que la treta surtiera efecto y Maleik estuviera lo suficiente lejos de allí. Dejó escapar un suspiro que sonó más bien como un gruñido. Tenía la garganta seca.
—Princesa Elsbeth, ha despertado. — Se giró para ver a Hailek entrando a la habitación. "¿Es qué no lo ves?" la princesa siempre había tenido mal despertar pero con el tiempo había aprendido a guardarse algunas cosas para ella.
—Tráeme agua. —ordenó la princesa y Hailek salió de allí para realizar lo dicho.
La princesa no se movió un centímetro mientras esperaba a que le trajera el agua. Hailek volvió con un vaso que Elsbeth bebió en silencio. La dorada le ordenó a su criada que la vistiera pero la susodicha titubeó
—Princesa, el rey insistió en que debía guardar reposo.
—Ya he guardado el suficiente. Y agradecería que no cuestionaras mis decisiones. —Dijo cortando la conversación antes de que pudiera empezar. Hailek trenzó y recogió su cabello mientras Elsbeth se fijaba en sus facciones.
Muchos dirían que era presumida y Elsbeth no lo negaría, no entendía porque debía ser problema de alguien más que ella quisiera verse siempre lo mejor posible. Esparció unos polvos por su rostro delicadamente y cuando Hailek terminó con su recogido salió de la habitación. Aún le dolían las articulaciones pero el dolor era soportable.
Quería recuperar esos hechizos y prenderles fuego. Elsbeth había estado interesada en la magia de pequeña. Hubo una época en la que le encantaba escuchar los cuentos sobre la magia que había habitado alguna vez en sus tierras, sobre las leyendas de princesas y caballeros. Pero ya no tenía siete años y seguir obsesionada por algo así le parecía una estupidez.
Quizás tuviera beneficios traerla de vuelta, pero también podría surgir la peor catástrofe de todas y que los dos reinos que quedaban fueran destruidos. Era mejor no jugar con fuego. Además, estaba lo que le había dicho el rey emérito, Kollip, que él hubiera querido destruir la magia. Eso también podría tener terribles consecuencias, así que lo que Elsbeth tenía que hacer, era simplemente eliminar la posibilidad de que algo cambiara.
—Deberías estar descansando en tu habitación. —Reconoció la voz de Kallen en su espalda.
—Tengo la sensación de que te encanta siempre llegar por la espalda, majestad —Contestó.
—Ya no hace falta que te dirijas así hacia mí.
—Prefiero seguir tratándolo así, majestad.
—Como desee —suspiró—. Debería estar descansando, princesa.
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Promesas de Plata
ФэнтезиEn Metalia, una vez hubo tres reinos, tan brillantes y preciosos como los metales a los que hacían referencia: El Reino de Bronce, El Reino de Plata y El Reino de Oro. Pero el primero cayó en una noche fría, por una estocada plateada. Ahora que el R...