MIRIEL
En cuanto alguien dio la voz de alarma todo se sumió en caos. Estaban lo suficiente lejos de la capilla como para no sufrir ningún daño, pero lo suficiente cerca para observar cómo las llamaradas estaban haciendo trizas el lugar de culto. Miriel buscó con la mirada a Kallen que observaba la escena, confundido y escéptico.
A su lado Elsbeth parecía sorprendida e igual de confundida que el resto. La bronceana observó como la princesa le susurraba algo al rey, pero este ya no miraba la escena sino a su mano derecha correr hacia allí para ayudar junto con otros guardias. El aire de ceniza y el olor a humo hacían que a Miriel le doliera la cabeza y varios guardias comenzaron a evacuar la zona por si acaso.
Aunque todos los jóvenes se marcharon, el rey se quedó observando las llamas un poco más que el resto y Miriel pudo ver como se arrodillaba y hacía unas marcas en el pasto verde. Una última plegaria. La guerrera aminoró la marcha para que así el rey pudiera alcanzarla.
— ¿Tienes alguna idea de por qué ha podido pasar esto? —preguntó Miriel en un susurro y sin mirarlo directamente.
—No. —Había mucho odio en esa respuesta. Kallen no soportaba no poder saber que estaba pasando en su propia casa—. Pero voy a averiguarlo.
—Por suerte ha sido sólo la capilla y el fuego no parece ser muy difícil de controlar... —Miriel no sabía porqué estaba diciendo esas palabras. Consolar nunca había sido su fuerte y tampoco era algo que quisiera hacer.
—El problema es ese Miriel, piensa en una estrategia. ¿Para qué quemar una capilla en la que usualmente sólo hay sacerdotes? ¿Por qué no quemar un ala del castillo que sea mucho más difícil de reparar? Este incendio no ha sido por destrucción, tiene que haber otro motivo. —La joven asintió. Ahora lo entendía. No le preocupaba el incendio, sino el motivo.
—No han ido contra ti al menos. La capilla no era exactamente un lugar que frecuentaras mucho.
—Pero mi madre sí. —El susurro del rey hizo que Miriel se callara. No tenía respuesta para eso. No sabía qué responder. Kallen por su parte se limitó a acelerar la marcha e ir dentro del castillo, la joven no sabía cuáles serían sus planes para aquel día, pero estaba segura de que acababan de cambiar.
Miriel no sabía exactamente hacia dónde ir así que se limitó a seguir al resto a través del jardín y después de los pasillos. Fue en el cruce de uno de ellos, cerca del comedor, cuando un hombre rubio la interceptó. Hubo algo en su mirada que hizo que la guerrera quisiera golpearlo al instante.
—Perdone mi atrevimiento, señorita. Nunca la había visto por aquí.
—Soy la invitada del duque de Argent. —Aclaró la joven y él sonrió de forma burlesca.
—Oh, la pueblerina. Por tu piel... Deduzco que tienes raíces bronceanas... Una desfachatez, ¿No cree? No por el tono de piel en sí, sino por tener algo que ver con ellos. —Ahí fue cuando supo que si alguien no la paraba le cortaría el cuello. Kallen había mencionado miles de veces sus raíces, pero no en ese tono. No en ese tono despreciativo. Como si las vidas de su gente no hubieran valido nada.
—No me avergüenzo de ello. —Intentó mantener la compostura pero sus emociones se mostraban a través de las grietas.
— ¿En serio? —El joven cambió de tema, o al menos eso parecía—. Yo como buen ciudadano plateado la verdad es que no puedo pensar en otra cosa que no sea lo deplorable que es que la capilla haya ardido.... Preferiría mil veces que hubiera habido un incendio en el campo de esclavos, no se ofenda —Miriel no entendió bien lo del campo de esclavos. Si alguna vez lo había escuchado, todo se había resumido a un simple rumor. Ya estaba sacando su daga, total, podía echarlo al fuego de la capilla. Seguro que no era la única que se alegraba de que muriera.
—Con mi debido respeto —la voz de Elsbeth interrumpió la conversación—. No creo que sea comparable la pérdida de la vida de cientos de personas con una pérdida material como pueden ser los objetos que se guardaban en aquella capilla. Si nos disculpa, ambas vamos a llegar tarde al desayuno. —Elsbeth comenzó a andar hacia el comedor y Miriel la siguió.
La bronceana tan poco acostumbrada a dar las gracias, permaneció en silencio mientras se alejaban. Pero cuando se marcó suficiente distancia con aquel hombre, se dirigió hacia ella.
—Gracias por eso, pensé que iba a tener que echar un cadáver al fuego. —La princesa sonrió un poco.
— ¿Cómo va lo que te encargué? ¿Confía ya Kallen en ti? —La verdad es que Miriel no se había parado a pensar en ningún momento lo que había acordado con la dorada, aunque si juzgaba por lo que había pasado la noche anterior, el rey debía de confiar al menos un poco en ella.
—No voy a matarlo. —Elsbeth arqueó una ceja, esa no era la respuesta que esperaba.
—Ya te dije que eso era lo último que tenías que hacer.
—No, no me entiendes. No voy a hacerlo. No es justo que él pague por los errores de su padre. —dijo Miriel mirando directamente a los profundos ojos de la princesa.
— ¿Y si él comete peores errores de los que su padre hizo? Es mejor prevenir que curar, ¿No? —inquirió pero al ver que Miriel no tenía respuesta, cambió la pregunta—. De todas maneras, no es eso lo que quería saber, ¿Confía en ti?
—No sabría decirte- —Elsbeth observó los pasillos, comprobando que nadie las escuchaba.
—Dice que hay un campo de esclavos bronceanos en el este de este reino... ¿Habías trazado algún plan para liberar a lo que pueda quedar de tu gente? —la pregunta se sintió como una daga en el corazón.
—Había pensado que eran simples rumores... Kallen no parece la clase de persona que crea en la esclavitud. —A Miriel le dolía admitir que no se lo había planteado. Sólo había pensado en su venganza.
—No sé mucho, apenas nada en realidad. Pero Kallen es un rey despiadado e ignorar ese hecho sería ponernos vendas en los ojos, que lejos de protegernos sólo nos expondrían más a él. Háblale de eso, del campo de esclavos. Comprueba cuánto está dispuesto a dar por ti.
— ¿Para qué? —preguntó Miriel al fin—. Me ordenas cosas pero no me dices tus propósitos.
—Sólo quiero saberlo, puede ser de utilidad en el futuro... —Miriel se quedó en silencio esperando algo más—. Kallen no parece tener ninguna debilidad, así que si no la tiene, tendremos que crear una, nosotras. Tú pareces la opción perfecta. —El tono de voz hizo que Miriel se irguiera y mientras llegaban al comedor sólo había una cosa en la que podía pensar. Elsbeth estaba pensando en estrategia, una cruda y fría estrategía. Quizás ella debería hacer lo mismo.
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Promesas de Plata
FantasyEn Metalia, una vez hubo tres reinos, tan brillantes y preciosos como los metales a los que hacían referencia: El Reino de Bronce, El Reino de Plata y El Reino de Oro. Pero el primero cayó en una noche fría, por una estocada plateada. Ahora que el R...