Capítulo 98

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ELSBETH

La princesa dorada fue la última en entrar en la habitación, cerró la puerta con cuidado, como si quisiera sellarla. Al contrario que Miriel o Kalon, la princesa no se acercó hasta él, no se sentó a su lado, ni se tumbó a su derecha. Antes de hablar volvía a su estrategia inicial, construyendo un muro entre ambos; sin embargo, Kallen quería ganar esa partida y sus primeras palabras ya fueron directas a desmadejar cualquier embrollo que la mente de Elsbeth podría haber creado:

—Que estuviera delirando no significa nada. Sigo pensando cada cosa que te dije —la joven tragó saliva—. Estaba esperando que algo pasara en esa sala, pero no pasó. Y no importa. No cambia nada. Absolutamente nada. —Él no pretendía que ella lo entendiera y la joven se imaginó un beso tan vívido que parecía más real que un pensamiento—. ¿Quieres marcar distancia? ¿Quieres construir un muro entre los dos? Hazlo, pero todo mi autocontrol va a desaparecer. Y si mi autocontrol desaparece serás la primera afectada. —Se dirigió a ella con firmeza.

— ¿Y qué harás?

—Lo que deba hacer. Lo que sea para destruir esa barrera. Ya hemos pasado por esto. Ya he quitado piedra a piedra. No lo construyas de nuevo.

—No puedo confiar en alguien que no sé si me está manipulando. —La voz de Elsbeth sonó firme.

—Quizás yo tampoco pueda confiar en ti. Estoy seguro de que no soy el único que guarda secretos, ¿no crees? —la princesa no supo qué decir ante eso. Así que decidió hablar sobre otra cosa.

—Tengo un hermano pequeño, quien se convertirá en rey. Y supongo que sí, que siempre has tenido razón. Que es cierto que una parte de mí anhela poder, pero lo que anhelo en verdad es buen soberano, incluso si es injusto que mi hermano sea quien reine en vez de yo, estaría satisfecha si fuera un buen soberano.

—No es cierto —negó y se incorporó sobre la cama—. Ese es el consuelo de niña buena que te han enseñado a buscar en cada lección en tu palacio de sol y oro. Pero no es tu interior.

—No sabes nada de mi interior. No sabes nada de mí. —En vez de contestar Kallen se levantó y comenzó a andar hacia, aunque tuvo que agarrarse al dosel de la cama para no caerse— ¿Qué haces? Necesitas reposo. —Por acto reflejo se acercó hacia él de nuevo.

—No te conozco pero vi tus ojos antes mientras hablábamos: bajabas tus defensas. Cosa que ni siquiera en tu propia casa pudiste hacer.

—Kallen, no estoy bromeando, vuelve a la cama. —Dijo cogiendo su brazo para arrastrarlo hasta allí, sin embargo, él era más fuerte que ella, y en vez de dejarse arrastrar hacia la cama, la arrastró a ella hacia él.

—Cuando te enfadé en aquel carruaje me dijiste que la luz podía apagar mi oscuridad, pero tu también conoces esa oscuridad a pesar de estar rodeada de luz. —El agarre parecía ser lo suficiente como para retenerla, no para hacerle daño. Aun así, la joven se soltó y empujó al rey hasta que este cayó sobre la cama.

—Has perdido toda la cordura. Necesitas descansar. Necesitas tumbarte. Por una maldita vez en tu vida tendrás que admitir que hay algo que pesa más que tu corona. —Hasta que las palabras no fueron pronunciadas no se dio cuenta de que estaban casi igual de cerca que en la biblioteca, sólo que esta vez la mano izquierda de la joven estaba sobre el pecho de él.

— ¿El qué?

—Mis palabras. Si tanto quieres confiar en mí y no soy lo suficientemente confiable, empieza por creerme, por obedecerme incluso cuando te pido algo que sólo requiere mínimo sentido común; pero no intentes manipularme, no como lo intentabas al principio. —Mirarlo a los ojos durante tanto tiempo era algo extraño para ambos. Elsbeth guardó silencio manteniendo la misma posición. Kallen habló desde el pecho y no desde la cabeza.

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