ELSBETH
Intentó no mostrarse decepcionada ante la respuesta y claramente lo logró. Elsbeth había vivido de apariencias, alimentándolas y alimentándose de ellas. Miriel no sería ninguna excepción. La chica bronceana salió del escondite y se marchó, pero Elsbeth se quedó allí, deseando por unos segundos que el tiempo se parara. Observó de nuevo el candelabro, estaba segura de que Miriel ni siquiera se habría percatado de su existencia.
Esa conversación le había dado lo que necesitaba, no lo que quería escuchar. De hecho, estaba decepcionada por la respuesta a la última pregunta. Esperaba más de la hija de un guerrero. Esperaba más de su prima. Además le había dicho que hablaba como Kallen y eso no era precisamente ningún cumplido.
Ahora sólo le quedaba esperar, ya fuera a que Miriel pudiera llegar a conseguir lo que Elsbeth le había propuesto o a que la fastidiara por un impulso. La verdad es que lo primero que había pensado era que ella misma se encargara de ganarse la confianza de Kallen, pero después de la pelea que habían tenido no lo veía posible. No porque no pudiera fingirlo, sino porque Kallen sería lo suficientemente inteligente como para saber que sólo lo hacía por conveniencia.
Y después estaba la verdadera razón por la que había entrado en la capilla. Necesitaba quemar esos papeles antes de que pudieran ponerse en su contra. O caer en manos equivocadas.
Salió del escondite y paseó por la capilla con tranquilidad. Encontró la baldosa, pero no pudo levantarla porque entraron unos sacerdotes. Elsbeth se marchó antes de que ellos pudieran verla.
Sólo cuando estuvo fuera de la capilla se acordó de que no le había dicho nada a Miriel sobre su hermano. Bueno, una carta que podía mantener bajo su manga un poco más.
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Promesas de Plata
ФэнтезиEn Metalia, una vez hubo tres reinos, tan brillantes y preciosos como los metales a los que hacían referencia: El Reino de Bronce, El Reino de Plata y El Reino de Oro. Pero el primero cayó en una noche fría, por una estocada plateada. Ahora que el R...