Capítulo 11

248 41 0
                                    

Lia quería preguntar y empezó a hacerlo, pero el rostro de Chaeryeong se iluminó y habló antes de que ella pudiera hacerlo.

-Bueno, creo que tener un bebé es emocionante, aunque sea con la persona equivocada. Sé que encontrarás el momento adecuado para contárselo, Lia. Y puede que cuando lo hagas todo cambie -la abrazó-. Pero sea como sea, la llegada de un bebé es una bendición, una alegría. ¡Así que propongo que lo celebremos con tarta de chocolate!

Pidieron tres postres y brindaron por el embarazo y por primera vez desde que había visto esas rayitas rosas en la prueba de embarazo, Lia comenzó a sentirse feliz. Eso era lo mejor de tener buenas amigas, que siempre estaban ahí cuando las necesitabas y podían ayudarte a ver el sol a pesar de la tormenta.

(***)

Yeji se excusó para marcharse con antelación de la cena de negocios diciendo que tenía un fuerte dolor de cabeza y Saúl la llevó a casa. En realidad, no había estado de humor para hablar de negocios desde que salió de la sala de investigación y desarrollo el día antes.

Había hecho todo lo posible por concentrarse, había
trabajado horas extra, había ampliado su lista de "cosas que hacer" y había aceptado asistir a todas las reuniones que le habían propuesto, pero nada de eso la había ayudado.

Cada vez que miraba una hoja de cálculo, cada vez que respondía un e-mail o levantaba el teléfono veía la cara de Lia, oía su voz, captaba su perfume.

La noche anterior sus sueños se habían centrado en ella y su mente había recuperado la noche que se habían conocido, desde el momento en que sus manos se habían tocado hasta ése en el que ella la había besado y una explosión de deseo la había
invadido.

Había habido otro beso después de ése, un tercero, un cuarto, y cada uno fue haciendo subir la temperatura hasta que quedó bien claro que estaban traspasando los límites de lo que era aceptable en un lugar público. Al mismo tiempo, ambas habían dicho las palabras "pidamos una habitación" y tan pronto como Yeji entregó su tarjeta de crédito, ya estaban en una suite del hotel Bellagio.

Ni se fijaron en la elegante decoración. Se quitaron los zapatos y se desnudaron dejando tras de sí un camino de ropa que llegaba hasta la cama. Y sólo entonces, cuando finalmente tuvo el dulce y sedoso cuerpo de Lia junto al suyo, se detuvo para saborear su piel, para cubrirla de besos, para intentar alargar el tiempo y disfrutar de esa bella mujer que tenía en sus brazos.

Para hacer que fuera una noche inolvidable. Y, a juzgar por lo gráficos que eran esos recuerdos en su mente, estaba claro que había logrado ese objetivo.

Lia. Sabía que no debía, pero quería volver a verla.

La limusina se detuvo en la puerta del edificio de las Torres Hamilton, justo detrás de un taxi. Ahí estaba su casa, su ático en una ciudad que nunca dormía. Otra noche sóla, una que probablemente pasaría revisando informes, bebiendo una copa de bourbon y después quedándose dormida demasiado tarde antes de despertarse demasiado pronto. Le dio las gracias a Saúl y salió del coche al mismo tiempo que se abría la puerta del taxi... Y vio a Lia bajando, como si hubiera invocado su presencia sólo con pensar en ella.

Llevaba un vestido negro a la altura de las rodillas que marcaba sus curvas y que reavivó el deseo que Yeji había estado intentando ignorar.

Desde que Lia había llegado a Las Vegas, Yeji había intentado fingir que su presencia en su vida no lo afectaba lo más mínimo. Pero en realidad estaba
engañándose. Le afectaba y mucho.

No podía, no debía, hacer nada al respecto. Había hecho una promesa, aunque no podía recordarla cuando Lia estaba cerca.

-Hola, Yeji.

-Parece que hemos terminado de cenar al mismo tiempo -Yeji quería preguntarle dónde había estado, pero sobre todo, con quién había cenado, aunque no pudo encontrar el modo de hacerlo sin parecer una madre protectora o una novia celosa, porque no era ninguna de esas dos cosas.

Lia se arropó con su chal.

-Hace frío en Las Vegas cuando se va el sol.

-Toma -Yeji le puso la chaqueta de su traje sobre los hombros y aprovechó para dejar sus manos posadas en ellos un instante.

-Gracias -Lia le sonrió-. Ahora estoy mucho mejor.

Ella también lo estaba y nunca volvería a mirar esa chaqueta del mismo modo. La curvilínea figura de Lia le dio a su chaqueta sastre un aspecto totalmente nuevo, uno que no olvidaría.

Juntas caminaron hasta el edificio; la mas alta le sujetó la puerta adelantándose al portero y pulsó el botón del ascensor. Debería dejarla irse a casa y que la noche terminara sin más. Ahora era su empleada. Sólo eso.

Y eso era exactamente lo que Yeji quería, lo que se había estado diciendo que necesitaba. Sin embargo, deseaba lo que Lia podía ofrecerle: diversión y una oportunidad de ser otra persona durante un rato. Una oportunidad de dejar atrás las cargas que había llevado encima durante tanto tiempo.

No pasaría nada por una noche. Sólo una noche más, se dijo. Sólo una. Se giró, dándole la espalda a la puerta del ascensor.

-Tengo una idea algo descabellada. ¿Te animas a hacer algo... distinto esta noche?

Una sonrisa curvó los labios de Lia, la misma que ella recordaba del momento en que la conoció, y su deseo por ella aumentó.

-¿Algo distinto? ¿Qué propones?

-Un poco de Las Vegas que no todo el mundo ve. Algo fuera de las zonas turísticas.

Lia vaciló un momento, ladeó la cabeza y se quedó mirándola.

-De acuerdo. Me animo.

-Bien -una vez fuera del edificio, Yeji paró un taxi-. Primero vamos a dar una pequeña vuelta por la ciudad -le dio unas direcciones al conductor y se sentó al lado de Lia mientras recorrían las calles de la ciudad.

Después de llevar en Las Vegas gran parte de su vida, Yeji había visto la ciudad de noche en multitud de ocasiones, pero nunca a través de los ojos de Lia. El sol se había puesto y mientras la oscuridad se cernía sobre las calles, las omnipresentes luces brillaban con fuerza y se reflejaban en su cara formando un arco iris de felicidad.

-Es una maravilla -dijo ella.

-Sí, lo es.

-Uno se espera que todo parezca algo hortera, pero los colores son preciosos.

"Igual que tú", quiso decir Yeji, pero no lo hizo.

-Pare aquí -le dijo al conductor-. Y espérenos -bajó del coche, agarró a Lia de la mano y la llevó por una ancha calle flanqueada por casinos, tiendas y hoteles situados bajo una gigantesca bóveda.

-Es impresionante -dijo Lia. Dejó de caminar y se giró para verlo todo detenidamente. Yeji hizo lo mismo y se dejó contagiar por su entusiasmo.

Sentía un profundo deseo de besarla, de tomarla en sus brazos otra vez, pero se aclaró la voz y comenzó a contarle todo lo que se le ocurría sobre el lugar

-Ésta es la calle Fremont, una de las más famosas de Las Vegas. La bóveda cubre una gran extensión y tiene doce millones y medio de luces LED sincronizadas...

Lia le puso un dedo en la boca.

-Me encanta la información que me estás dando, Yeji, de verdad que sí, pero vamos a limitarnos a contemplar todo esto un momento y a disfrutarlo.

Yeji abrió la boca para hablar y casi le besó el dedo.

-Eh... claro.

Lia sonrió.

-Disfrutemos de esto -repitió.

Embarazo en las Vegas (YEJISU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora