Capítulo 12

249 39 0
                                    

Alzaron la vista y miraron el calidoscopio de animaciones y vídeos que aparecían a lo largo de la bóveda y que cambiaban cada ciertos minutos, pasando de imágenes del espacio a batallas alienígenas. Yeji se rió con Lia y disfrutó del frenético espectáculo. Al cabo de un rato comenzaron a pasear por las tiendas.

Ella levantó un reloj con la forma de un par de dados gigantes.

-Creo que esto está hecho para ti, Yeji.

Yeji sonrió.

-¿Ah, sí?

-Totalmente -lo giró de un lado a otro, muy seria, aunque a punto de estallar en carcajadas-. Es exactamente lo que necesita la presidente de una compañía para no perder la noción del tiempo.

Y así fue como un momento después salieron de la tienda con un reloj con forma de dados.

-Ahora tenemos que comprarte a ti algo propio de Las Vegas.

-¿Y qué puede ser? -preguntó Lia sonriéndole.

Yeji fingió ir a agarrar un vaso de Martini que brillaba en la oscuridad, pero en su lugar bajó un osito de peluche que tenía bordado el logotipo de un hotel cercano.

-Esto -hizo que el osito bailara delante de Lia, que no dejaba de sonreír-, es cálido, peludo y puedes acurrucarte en él. Un recuerdo perfecto de Las Vegas.

Lia sabía que para Yeji era algo graciosa, pero Yeji no podía ver el significado oculto de ese pequeño peluche. Aun así, en su mente se coló una imagen de Yeji, inclinada sobre una cuna y enseñándole a su bebé ese mismo osito.

-Oh, sí, perfecto.

-¿No te gusta?

-No, no, claro que me gusta -pero esas palabras sonaron algo falsas por mucha alegría que ella intentara mostrar.

-¿A lo mejor prefieres una de estas gafas de Elvis? -Yeji le enseñó unas gafas con los cristales de color ámbar y le sonrió. Lia hizo un comentarlo chistoso y pasaron al siguiente objeto.

Debería habérselo dicho. Había tenido una oportunidad, podría haber dicho algo, pero la había dejado pasar. Claro que estaban en mitad de una tienda abarrotada, en su primera "cita" de verdad, si es que podía llamarla así, y probablemente no era el mejor momento de soltar la bomba del embarazo.

Salieron de la tienda y se dirigieron de vuelta al taxi.

-¿Te encuentras bien? -le preguntó Yeji-. Estás un poco pálida.

-Estoy bien -pero no lo estaba.

-¿Quieres ver algún otro lugar? ¿Algo un poco diferente?

-Claro -lo que fuera con tal de salir de allí, de alejarse del osito y de todo lo que implicaba.

Hwang Yeji debería haberlo sabido. Después de todo, ya había recorrido el camino de las relaciones antes e incluso había estado a punto de recorrer el camino hacia el altar. Hasta había jugueteado con la idea de convertirse en madre y de cumplir el sueño americano de tener hijos y una bonita casa en un barrio residencial.

Pero entonces Hyunjin murió, su vida se derrumbó y se dio cuenta de que lo mejor era quedarse donde estaba... sentada en su despacho.

Sin embargo, cada vez que miraba los intensos ojos de Lia, olvidaba las razones por las que había tomado esa decisión. Volvía a aquella noche en el bar y una parte de ella... una parte que pensaba que había logrado enterrar... resurgía y le decía que Yeji también merecía una vida, aunque fuera por un momento.

Ésa era la parte que olvidaba el legado que había asumido, las promesas que les había hecho a sus padres antes de que estos murieran. A su hermano, después de que Hyunjin se hubiera ido, a la familia de su hermano. Se juró que algún día las cumpliría
todas, pero distraerse con una relación no ayudaría nada.

Eso fue lo que se dijo. Dos veces.

-¿Dónde estamos? -preguntó Lia cuando el taxi se detuvo.

-En el local de mi amigo Harry. Lo abrió hace unos años y no es el típico lugar turístico, por eso he pensado que te gustaría -señaló el letrero sobre la brillante puerta azul.

Experiencia submarina de Harry. La emoción y el asombro están garantizados.

-¿Experiencia submarina? -preguntó Lia-. ¿No iremos a bucear, verdad?

Yeji se rió.

-No. No es tan audaz. Son sólo unos cuantos peces de lo más interesantes. Y también un propietario interesante.

-¿Es un acuario?

Yeji se encogió de hombros.

-Sí, aunque Harry tiene un sentido del humor único y lo refleja aquí. Creo que te gustará.

Lia sonrió y se maravilló ante la elección de Yeji. De todos los lugares a los que podría haberla llevado, ése era el que menos se hubiera esperado. Una vez más, Hwang Yeji la había sorprendido.

Antes de que pudiera hacerle más preguntas,
Yeji la había llevado hasta el abarrotado vestíbulo donde se encontraba la taquilla rodeada de animales acuáticos de dibujos.

-Harry, ¿tienes sitio para dos más?

El arrugado hombre situado detrás del mostrador levantó la mirada del dinero que estaba contando y sonrió a Yeji.

-¡Yeji! ¡Cuánto tiempo sin verte! Estaba empezando a pensar que no ibas a venir nunca a ver mis tiburones leopardo.

Yeji se rió.

-Estoy un poco ocupada, Harry.

-Excusas, excusas...

-No es ninguna excusa, es un trabajo -respondió sonriendo al anciano-. Alguien tiene que pilotar el barco.

-Uno de estos días tendrás mi edad y desearás haberte tomado más tiempo libre cuando eras joven -Harry sacudió la cabeza-. Bueno, pero el caso es que ahora estás aquí y además acompañado de una hermosa dama. ¡Disfrutemos de la noche! -alzó las manos y salió de la taquilla-. Pueden pasar y asegurense de ver mis nuevos tiburones. Ahora son bebés, pero cuando crezcan, van a ser las estrellas del lugar.

Lia y Yeji le dieron las gracias a Harry y recorrieron un largo y oscuro pasillo iluminado únicamente por el reflejo azul de los tanques de agua situados al fondo. La luz se reflejaba en las paredes dándole un toque de misterio al pasillo.

Estaban rodeados de familias que charlaban animadamente. Unos graciosos peces de cartón
enmarcados con luces de neón decoraban las paredes y sobre sus cabezas tenían burbujas dibujadas llenas de chistes que los niños que estaban visitando el acuario leían y repetían en voz alta entre risas. Había asientos y bancos con forma de caballitos de mar y de ballenas, anguilas de plástico que servían de iluminación y conchas que contenían folletos informativos. Todo el espacio había sido diseñado de un modo gracioso y simpático, claramente orientado a los niños.

A Lia le encantó. Todo. Y eso que aún ni siquiera había entrado en la zona principal del acuario.

-¿Por qué hay tantos niños aquí por la noche? -le preguntó a Yeji.

-Las Vegas es una ciudad abierta las veinticuatro horas del día, lo cual significa que hay guarderías abiertas día y noche y padres que quieren un lugar al que ir con sus hijos cuando la otra mitad está tirando el dado en el casino. Esto les ofrece un lugar divertido al que ir con los más pequeños.

-Vaya, tiene sentido.

Embarazo en las Vegas (YEJISU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora